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DEL MISMO SEXO

I

 

Emiliano González

 

Mis escritos están dirigidos al público en general, pues describo “lo que pasa en la calle”, no “los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”, como dice Juan de Mairena, el personaje de Machado. Mis escritos no son sólo para estudiantes, maestros e investigadores de literatura, sino para la gente que tiene vida personal y tiempo para leer. Uso un lenguaje profuso, generoso, barroco pero comprensible. Hago una mezcla de razón y erotismo. Y es que sería vergonzoso que en México hubiera un público adulto malévolo o inmaduro (previo a la pubertad y a la adolescencia) en un país que ha ofrecido ejemplos de barroco, romanticismo, art-nouveau, decadencia, modernidad y vanguardia y ejemplos humanistas que deben ser conocidos para alcanzar bondad y madurez sexual. La difusión cultural es mucho más importante que lo que se supone, así como la vivencia directa, para prevenir sobrepoblación, enfermedades físicas y mentales, paternidad y maternidad irresponsables, abortos, etc. Nefasto como el homosexualismo agresivo, sin control alguno, es el homosexualismo inconsciente, o simplemente indirecto, que provoca represión o censura de escenas reales o de obras artísticas heterosexuales.

Hay situaciones de la vida cotidiana que predisponen al homosexualismo indirecto, masculino o femenino. El humano utópico nos dice que este problema disminuirá cuando sean mixtos los espacios que actualmente propician la separación de los sexos o el predominio de un sexo sobre otro: los baños o sanitarios públicos, los asientos para conducir taxis y autobuses, los barcos, los talleres mecánicos, las gasolineras, las escuelas, los cuarteles generales, los calabozos y los campos deportivos. Lo imitativo y lo uniformado abundan e incluso acechan en esos espacios y el humano imprudente hace una vulgar y tramposa relación entre deber y necesidad, entre lo obligatorio de la sociedad y lo inevitable de la naturaleza, estimulando al doble, que al ser puramente imitativo –una réplica exacta, un duplicado– se acerca al animal y se aleja del humano, reproductivo pero también creador, razonador, amoroso e imaginativo. Por otro lado, el doble implica siempre narcisismo y doble personalidad. En las ciudades modernas, el atuendo que no tiene variedad, en vez de servir para identificar a la persona, la vuelve vaga, nebulosa y susceptible de ser confundida con otras personas.

En épocas recientes (escribo en 2015) el mal implícito en algunos, que hacen a un lado las críticas a Esparta, se vuelve explícito cuando vemos por la TV a un futbolista besando en la boca a un niño (tal vez su hijo) por un largo rato y con gran pasión. El recuerdo de infancia de Leonardo da Vinci se agrava y el buitre rozando la boca del niño se ve complicado por el adulto imprudente que, al dar el beso, provoca –sin restricción alguna y a la vista de todos– el problema narcisista y homosexual, siendo inconsciente de éste.

La supremacía masculina en el deporte del futbol propicia la escena perversa y todo culmina en la letra “o” del grito colectivo (indicio de gol) como ejemplo de masculinidad.

La presencia femenina hace suponer la posibilidad utópica del deporte mixto, en un futuro en que habrá hombres y mujeres por igual, en las competencias. Ya que las mujeres pueden ser tan fuertes como los hombres, no es difícil imaginar a deportistas hombres enfrentándose con deportistas mujeres, o partidos mixtos, para deleitar a un público también mixto.

Las utopías, exageradas al ser irreales, contienen ciertas ideas necesarias para los humanos.

Lo cierto es que, en nuestros días, los lugares que no son mixtos favorecen un homosexualismo indirecto, consciente o inconsciente, pero innegable. Las personas que saben esto mejoran, cambian al poner sus distancias mentales y físicas, y ya no entran en ciertos lugares o vehículos con una sensación de horror. Tal vez en el futuro se volverán mixtos los espacios que en la actualidad son para un solo sexo. Por lo pronto, hay que evitar las neurosis.

Ya hemos visto cómo el exceso y el defecto de masculinidad y femineidad son factores que determinan la furia y la infelicidad de Orlando y sus descendientes.

A propósito de este tema es preciso recordar a la madre y al padre en la poesía de Aleister Crowley. La figura materna aparece en “El grito de la morada angélica 19” del libro La visión y la voz (1929). En las manos de una hermosa mujer rubia están la antorcha de Penélope y la copa de Circe. Ella, la rubia insinuante, se acerca al poeta, lo atrapa como una madre atrapa a un bebé y coloca los labios del poeta en su seno. Y sobre sus pechos está escrito: Rosa mundi est Lilium Coeli. El crítico Israel Regardie, en su biografía de Crowley, afirma que “las fantasías infantiles e incestuosas sobre la madre, escondidas bajo el paso de defensas masivas de todo tipo, estallan con suprema fuerza”.

Por otro lado, el diablo Choronzon, en el mundo de Crowley, representa al padre. Regardie observa que Freud ha demostrado que en los sueños infantiles “el Diablo personifica muchos miedos reprimidos y emociones de poder, relativos al padre. Así como un viejo aforismo dice que el Diablo es el reverso de Dios, psicoanalíticamente podemos decir que el Diablo es lo opuesto del padre que uno conoce”.  Ese opuesto contiene los elementos paternos que no deseamos conocer, que alguna vez repudiamos, esos elementos psíquicos persisten en las áreas inconscientes de la mente, desconocidas e insospechadas, “pero que influyen y dirigen nuestras vidas de cualquier modo”. En “El grito de la morada angélica 10”, el poderoso diablo Choronzon grita “¡Zaza, Zazas, Nasatanda Zazas!” y dice que de él proceden la lepra, la erupción pustulosa, la peste, el cáncer y la cólera. Choronzon es castrante, pues dice que se elevará hasta las rodillas del Más Alto y desgarrará su falo con los dientes, triturará sus testículos en un mortero y hará veneno con todo eso, para matar a los hijos de los hombres. Choronzon es informe, pues es el hacedor de todas las formas y pasa de una a otra forma para seducir a quienes odia: los sirvientes del Más Alto. De ahí que tome el aspecto de una hermosa mujer, de un hombre sabio y santo o de una serpiente que se retuerce sobre la tierra, dispuesta a morder. Choronzon añade que sus palabras serán tomadas como el grito de la morada angélica y serán escritas y consideradas grandes secretos de poder mágico, y serán sólo chistes que él hace (Crowley nos advierte que Choronzon dice puras mentiras). Como Choronzon, Aiwass es un Jefe Secreto. Según Mathers, los Jefes Secretos “son seres humanos que habitan en nuestro planeta, pero con poderes terribles y sobrehumanos” y compara sus encuentros con ellos con el shock vivido cerca de un relámpago en una tormenta. El personaje Aiwass, de Crowley, no es un ser humano sino un Jefe Secreto, un Ángel de inteligencia sobrehumana, un Ángel Guardián, y su libro es una mezcla de bien y de mal, en que se anuncia una Nueva Ley para la humanidad. El Jefe Secreto puede ser la entidad misma, sobrehumana, o el ser humano que la encarna. La “Conciencia Divina”, en que hay “exaltación casi ilimitada”, no es igual que el conocimiento y la Conversación con el Ángel Guardián, con un Ser –dice Crowley– “superior al hombre, probablemente un Ser que ha pasado por la humanidad y cuya relación con el humano, peculiarmente íntima, es de amistad, comunidad, hermandad o afecto paternal”.

Choronzon

El crítico Regardie cree que las celebraciones poéticas de Crowley, después de vencer a Choronzon, pueden implicar una realización de fantasías edípicas. Pero en varias ocasiones podemos ver que Regardie, en la biografía, confunde a Crowley con sus prologuistas y poetas imaginarios y da como prueba de homosexualismo cierto fragmento de Crowley en que éste admite su atracción ideal por un actor. Podemos comparar a Crowley  con Leonardo da Vinci, que dominaba gracias al arte su tendencia narcisista y homosexual. Precursor de ambos es Sócrates, pues en el diálogo “Fedro” dice que al final podrá saberse si él es una gran bestia salvaje o un pequeño rayo de sol.

Crowley domina su tendencia edípica en su obra literaria, pero también en su vida, cuando hace el amor con una sirvienta en la cama de la madre. Esta aventura, vista con escándalo por los enemigos de la unión de clases sociales, aleja a Crowley del homosexualismo y es parecida a cierta aventura de Rimbaud con una sirvienta, aventura que está en el poema en prosa titulado “Los desiertos del amor”.

La tendencia de Crowley ha suscitado curiosos escritos.

 

Aleister Crowley

Continuará…

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AQUÍ puedes leer (en inglés) The Vision and the Voice.

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Imagen de cabecera: «Aleister Crowley evokes the Mighty Demon Choronzon», por Peter Searle.

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Emiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I(2007) y Ensayos (2009).

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