APOLOGÍA DE LO FANTÁSTICO
Juan Albor
¿Cómo sabes que no estás en un sueño ahora mismo? Al parecer, ser conscientes de nosotros mismos viene en compañía de una maldición perpetua: cuestionar nuestra realidad. Asimismo nos fascina la idea de ser creadores de otras realidades y ha sido así, desde los orígenes de las narraciones de la tradición oral hasta nuestros días llenos de novelas, películas y videojuegos.
Creadores incrédulos de realidades alternas, vamos más allá de la reproducción incesante de ficciones. Nos adentramos en ellas; las vivimos, las alucinamos y las arrancamos de lo etéreo para traerlas a nuestro plano y así dejar que su influencia corra libre e inunde lo que hacemos, decimos y aspiramos.
Sin Goddard no habría cohetes que nos llevaran al espacio, pero sin Verne no habría Goddard. Verne también fue clave para los creadores del submarino y del helicóptero. Sin Wells no habría la influencia necesaria para los reactores nucleares y sin Star Trek no tendríamos teléfonos celulares como desde el que tal vez lees en este momento.
Si todo eso no es suficiente, recordemos que sin tantas historias de caballeros, Cervantes no habría tenido de qué burlarse con su análisis. Qué horror que Pierre Menard hubiese tenido una vida sin sentido, sin obra que perseguir.
La ficción engendrá más ficción, así como sueños que se transforman en progreso cuando aterrizan en nuestra realidad. La ficción es un escape y desahogo, pero no sólo de lo que nos rodea, sino de nosotros mismos. Por eso le dejamos ejercer poder sobre nuestras vidas, aprendemos lecciones importantes de las historias cuando niños y tomamos decisiones según el ejemplo de personajes que jamás conocimos frente a frente.
Incluso en nuestra forma de ver el mundo permean historias que quizá no conocemos de primera mano. Por ejemplo, es común ir a una sala de cine y ver alguna película en la cual se muestra la interacción entre personas y computadoras, redes e Internet, mediante gráficos que parecen ambientes de realidad virtual. Desde la complejidad sugerida en Tron hasta lo llamativo de series de televisión como CSI, siempre vemos animaciones y ambientes en tres dimensiones en los cuales los personajes navegan.
Sin embargo bien sabemos que la interfaz gráfica de ninguna computadora funciona de esa forma. ¿Cuál es entonces la razón para estas representaciones? Sencillo: el padre del cyberpunk, William Gibson, y su novela de 1984 que le merece tal prestigio, Neuromancer. Ahí el autor presentó a la matrix (una especie de Internet), en la cual se viajaba de manera virtual: los personajes flotaban y se movían en un espacio virtual a su alrededor. Tan fuerte es su influencia, que no hemos escapado de ella más de 30 años después.
La ficción en general, y la literatura en particular, surgieron de la mano de lo fantástico. Mucho antes de los premios Nobel de literatura, tuvimos siglos y siglos de héroes como Odiseo, Siegfried y Josué. Antes de clasificar a las historias en géneros para acomodarlas en estantes, no había desprestigio en los mitos y fantasías.
Verne fue espléndido y reconocido gracias a la fortuna de vivir antes de la etiqueta estereotípica de la “ciencia ficción”. Drácula y Frankenstein habrían sufrido si los hubieran escrito uno y dos siglos después, respectivamente.
La comercialización de algunas obras dirigidas a adolescentes, junto con los prejuicios contra ciertos nichos, han lastimado más a quienes participan en los ataques. Mucha gente no conoce ni disfruta de la ciencia ficción, la fantasía o el horror, porque son géneros que se perciben de menor calidad. No saben de lo que se pierden: la inspiración potencial para ir detrás de algo que aún no existe o huir un rato cada día para experimentar temores inconcebibles.
Toda ficción, nos ayuda a escapar de lo cotidiano y vivir en otros mundos, otras vidas. Queremos olvidar lo corta que es la nuestra, en la cual morimos un poco más, día con día. Deseamos confrontar nuestros temores de la mano de Poe, Lovecraft y King. Queremos más fantasía para soñar e ir más lejos. ¡Queremos más ficción, por favor!
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Juan Albor es editor de tiempo completo y un escritor muy incompleto. Adora aprender cosas nuevas y es tan curioso que si fuera gato ya habría muerto más de 7 veces. Transhumanista, amante del Earl Grey y la fotografía, espera ingresar a la maestría en filosofía de la ciencia en 2018.