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CARCOMA

o la casa como trampa

 

Andrea Madrueño

 

«Esta casa no es un refugio, es una trampa. Nadie sale de aquí nunca y los que se van siempre acaban volviendo. Esta casa es una maldición, mi padre nos maldijo con ella y nos condenó a vivir entre sus paredes».

Atrapante y opresiva es la atmósfera que Layla Martínez ha tejido para su primera novela Carcoma (Amor de Madre, 2021) . Un relato que como tela de araña nos envuelve en la desazón y los rencores añejados durante generaciones por las mujeres de una familia, asoladas por los estragos de la violencia patriarcal y de clase. Ellas habitan una casa perdida en el páramo. Un sitio en el cual los fantasmas de la compulsión a la repetición y los lamentos de todo lo no-dicho se han acuartelado para tejer una constelación de desgracias en las que se enredan los destinos de la abuela y la nieta que, alternando sus voces, nos cuentan esta historia. Ambas son prisioneras del hogar convertido en un espacio maldito, del cual nadie puede marcharse, y donde no tienen más remedio que aliarse con las sombras que murmuran entre las ollas y sollozan en la alacena.

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La narrativa de Layla Martínez describe con saña la destrucción sutil y constante que, como el murmullo de las cigarras o la carcoma que agujera la madera, ha horadado la estructura de la familia desde su núcleo. Un fenómeno que corresponde con lo que Freud planteó en su ensayo de 1919 “Lo ominoso”, o como se le conoce en su idioma original: “Das Unheimliche”. Una palabra alemana que se refiere a un ámbito muy particular de la estética, uno que pertenece al orden de lo marginal y lo terrorífico y que guarda una relación muy particular con lo familiar. Alrededor de este tema es pertinente preguntar: ¿Cómo es posible que lo familiar devenga ominoso y bajo qué condiciones ocurre esto? Para ello es importante rescatar el análisis de la palabra ominoso en su idioma original, pues lo unheimlich es un término sumamente ambiguo que, dependiendo de sus distintas acepciones, cambia drásticamente de sentido. Con el simple hecho de agregar el prefijo un —que es una negación equivalente al mecanismo psíquico de la represión—, lo heimlich —sinónimo de hogareño y familiar— se trona amenazante y aterrador.

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«La casa en realidad estaba llena de sombras. Estaban en cada ladrillo, debajo de cada baldosa, tras la cal de las paredes, mezcladas con la argamasa. Aparecían cada vez que mi madre abría la alacena de la cocina, cada vez que descorría las cortinas de la habitación».

En Carcoma participamos de ese aspecto clandestino y vergonzoso que le confiere una cualidad siniestra a la casa. Es como un odio antiguo que alimenta a lo unheimlich y enrarece el ambiente. Se trata de ese aspecto de lo cotidiano que en la ficción se identifica como horror doméstico y que se remonta a los relatos de casas encantadas, retratadas con maestría por Shirley Jackson. Es un tipo de terror en cual el factor sobrenatural es detonado a partir de eventos traumáticos o violentos que arrasan la intimidad del hogar, representando una forma de denuncia para la realidad asfixiante y que de forma lamentable se mantiene vigente para muchas mujeres, prisioneras de sus propias casas y cuerpos.

El heim, en el corazón de lo unheimlich, se traduce como hogar. Así podemos pensar en la casa como una caja de resonancia o un contenedor que guarda ecos de recuerdos de traumas tempranos que, en caso de ser muy intensos, pueden infestar lugares, como lo refiere la autora Erica Couto-Ferreira en su ensayo Infestación: una historia cultural de las casas encantadas (Dilatando mentes, 2021). Donde también señala que el término to haunt (embrujar, perseguir) significa: visitar con frecuencia; buscar constantemente la compañía de algo o alguien. Por lo tanto, visitar un lugar en calidad de fantasma significa repetir los mismos fenómenos una y otra vez. Se puede entender como algo fuera de tiempo, que se repite de forma mecánica y que al quedar anacrónico resulta siniestro.

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En efecto, el factor ominoso de las repeticiones involucra todo aquello que retorna de forma insistente y que no podemos controlar. Es una reverberación espectral que proviene de las pulsiones más oscuras de la vida anímica. No se trata de algo nuevo, sino algo antiguo e íntimo que nos cuesta reconocer como propio, pues regresa enajenado por el proceso de la represión. Se trata de lo que Schelling definía como algo que, destinado a permanecer en lo oculto, ha salido a la luz (“Lo ominoso”, p.224). Son experiencias que resultan ominosas porque nos recuerdan los alcances de la compulsión a la repetición, ligada con la autodestrucción y en última instancia con la posibilidad de un retorno a lo inanimado. Freud mencionaba en su escrito Más allá del principio del placer (1920) que en realidad todos los organismos buscan el principio de la inercia, que se puede entender como un retorno a lo inorgánico. Así, la angustia que nos produce el fenómeno ominoso nos recuerda lo cerca que nos encontramos de ese final y de ser engullidos por el núcleo de lo unheimlich, de donde, como atestiguamos en Carcoma, nadie —ni vivo ni muerto— se marcha jamás.

La teoría psicoanalítica nos ha regalado una interpretación muy particular para el temor a la muerte o a ser enterrados vivos, asociándolo con la fantasía de regresar al seno materno. Para Freud, la inquietud ancestral hacia la oscuridad se relaciona directamente con el agujero abisal que representa la visión del sexo femenino. En su escrito “Lo ominoso” podemos leer: Eso ominoso que es la puerta al antiguo solar de la criatura, al lugar en que cada quien ha morado al comienzo (p. 244). Ese solar unheimlich al que Freud hace referencia se vincula con mucho de lo que se identifica como lo siniestro del cuerpo femenino. Un dark continent (continente oscuro), como fue llamado por el padre del psicoanálisis, en el cual el universo de las mujeres queda representado como un territorio salvaje, hostil y poco explorado.

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Layla Martínez (Madrid, 1987)

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La crudeza e incluso la furia con la que Layla Martínez nos entrega su relato parecen directamente extraídas de las profundidades de ese lugar marginal y ambivalente a donde la cultura arroja todo lo femenino. Estamos ante una narrativa que perfora muchos de los tabúes que han mantenido invisibilizados temas como la maternidad no deseada, el parto, la violencia y la sexualidad, entre otros. Además de apostar por un giro de tuerca en el cual las protagonistas deciden aliarse con las sombras que infestan su casa en lugar de someterse a ellas. Ese viraje implica que el verdadero terror en Carcoma ya no se aloja en los horrores y abusos domésticos padecidos por las mujeres como víctimas, sino en la espeluznante y despiadada venganza que éstas puedan cobrar sobre sus opresores desde las regiones indómitas del continente negro.

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Andrea Madrueño

Bruja y psicoterapeuta. Especializada en las artes oscuras de la teoría psicoanalítica. Escritora de cuentos tétricos que han sido publicados en antologías y revistas digitales como Medusas (2022), Siniestras: cuentos de mujeres que incomodan (Especulativas, 2022), Penumbria Distópica (2022), Penumbria #56 (2022), Cósmica Fanzine (2022), Navidades Paralelas (Lengua de Diablo, 2022) y Revista Exocerebros #5 (2023).

Twitter: @andreamadrueno

Instagram: @andreamadrueno

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