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DIOSAS, CURVAS Y THRILLER DE CARRETERA

Faster, Pussycat! Kill! Kill!

 

Miriam Gálvez

 

 

Russ Meyer (1922-2004) es sinónimo de voluptuosidad con un atrevido y total manejo para desarrollar atmósferas atípicas —acompañadas de mujeres cadenciosas y desenfadadas poseedoras de cuerpos esculturales—, llevando su talismán a la realidad con protagonistas de prominentes senos.

Filmes como SuperVixens (1975) y Motorpsycho! (1965) fueron semilleros de historias inverosímiles de exploitation y Serie B, marcadas por odiseas en automóviles. Pero, sin lugar a dudas, Faster, Pussycat! Kill! Kill! (1965) fue un hito dramático alejado de la comedia caricaturesca que el realizador a menudo proyectaba. Cronologías que marcaron de una manera evidente las fábulas de culto, escenarios en donde las carreteras fungen un lugar trascendental.

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Parajes devastados (conceptualmente inspirados para cometer toda clase de acciones atroces y poco honorables), en donde féminas implacables —poderosas bailarinas de go-go, comandadas por Varla (la espectacular, Tura Satana), en las cuales, Rosie (Haji) y Billie (Lori Williams)— causaban verdadero terror a quienes se interponían en su camino. Un viaje por el desierto de Mojave, California, conduciendo Porsches y MGBs (su título supone la apología de ir a toda velocidad con la finalidad de matar y secuestrar a diestra y siniestra). Las bombshells se convirtieron posteriormente en iconos de la cultura cinematográfica, particularmente, Satana, quien ha sido objeto de múltiples tributos y musa underground de diversos directores.

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Uno de los recursos particulares de Meyer fue crear coyunturas en las que las mujeres ejercen su voluntad y dominio carnal absolutamente sobre los hombres para llevar a cabo sus maquiavélicos planes. Esta cinta pulp disruptiva traspasó la barrera para exhibirlas como «hembras» sedientas de sangre, peregrinando en autos deportivos y encarnando roles que en los sesenta solo eran interpretados por el sexo masculino. Elementos que hacen la historia más pujante, escalofriante, extremadamente violenta y lejos del estereotipo hollywoodense predominante, en donde el «sexo débil» era el común denominador. Además de preferir desiertos, planicies y persecuciones de personajes como marco de sus dantescas historias.

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Más allá del placer que los paseos en autovías puedan causar, el plan vacacional de la familia promedio con el típico «sueño americano» se convirtió en un festín sangriento y depravado, en el cual sobrevivir fue una tarea titánica o prácticamente nula. La filmación —en un recio lascivo blanco y negro, acompañado de un score jazzístico— que recuerda a thrillers noir, como Blast of Silence (Allen Baron, 1961), ocasionaron una sensación de desconcierto, llevando a otro nivel el género.

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Considerando que la road movie comienza como un panegírico cultural y presenta a personajes que podrán generar ilustración introspectiva, la narración del thriller de carretera será parteaguas en un dilema para convertir su quehacer en un delirio en el que nadie quiere verse envuelto. Su cometido será dedicado a mofarse de los aprecios derechistas de la época, ya que la manifestación de la sexualidad femenina denodada, que Meyer pretende preludiar, es radical y decodificada. Declaración de un total libertinaje que será manifestado de una manera psicótica.

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Esta es a todas luces una cinta descollante del verdadero desasosiego sobre ruedas que una aventura promedio simboliza.

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Miriam Gálvez

SuperHeroína coyoacanense. Pseudo aprendiz sibarita. Bakeadicta. Cazadora de imágenes. Pesadilla, malestar creado por la mente enferma de algún noctámbulo en insomnio desesperado.

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