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EL AZUL PERFECTO DE SATOSHI KON

Juan Manuel Díaz

 

Hoy hablaré sobre la obra del galardonado director japonés Satoshi Kon, quien desafortunadamente falleció en 2010 pero dejó cuatro cintas (Perfect Blue, Tokyo Godfathers, Paprika y Millenium Actress) consideradas tanto clásicas del cine de animación japonesa como revolucionarias en su medio.

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En esta entrega me enfocaré en su primer largometraje, Perfect Blue (1997), un thriller psicológico que narra la historia de Mima, una “idol” japonesa que abandona su grupo pop para iniciar una carrera como actriz dramática. Esto no sienta bien con sus seguidores y recibe críticas. Un fanático que se hace llamar Me-Mania se obsesiona y la acosa. A la par, en un sitio de internet alguien escribe un diario personal desde la perspectiva de Mima, que la confunde. Mima comienza a alucinar y deja de distinguir qué es verdad y qué es mentira. La confusión se agrava cuando participa en una serie de televisión policiaca donde interpreta a una víctima de violación. El espectador se confunde con secuencias donde el director mezcla tres niveles: realidad, ficción televisiva y el delirio de Mima. Nosotros mismos no sabemos del todo qué estamos viendo y esto, ciertamente, será una de las marcas en tres de las cuatro cintas del director. Tanto en Millenium Actress como en Paprika la realidad con los planos de la ficción fílmica y los sueños se confunden hasta crear una realidad narrativa que abandona cualquier pretensión de realidad “verdadera”, pero no importa: el director no quiere imitar la realidad, quiere producir un efecto en el espectador, donde da igual qué es verdad y qué es mentira.

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En Perfect Blue sólo tenemos dos verdaderas pistas: los ojos de los personajes y los reflejos. Aunque los segundos traicionan a Mima: sus propios reflejos en espejos o cristales comienzan a moverse solos, cobran independencia de la actriz y se comportan de manera amenazante. Esto sirve para demostrar el desajuste de la mente de la protagonista, dando indicios de un posible desorden personal disociativo (lo que llamamos “personalidad múltiple”). Sin embargo, no es que objetivamente hablando se mueva el reflejo de Mima, es que para ella se mueve. Eso es lo importante. Hacia el final de la cinta, en el clímax, el director termina por elegir el camino del paralelismo: presenta una persecución desde la perspectiva de Mima en su delirio y lo que un transeúnte podría ver, es decir, la persecución desde afuera. Aquí Kon se decanta claramente por el camino de la psicosis y la alucinación, en lugar de continuar con una posible ambivalencia entre la locura y la realidad.

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Al mismo tiempo usa el dibujo de los ojos para mostrar la visión alterada de ciertos personajes. Mientras que personajes anclados a la realidad tienen los ojos centrados, Me-Mania y otro (que no mencionaré para no caer en spoilers) muestran su visión trastornada de la realidad con ojos pequeños y separados, distintos a los del resto de los personajes.

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Al final, como he mencionado, el director abandona la pretensión de confundir al espectador y se decanta por establecer que todo lo que acaba de ver el espectador es producto de la visión subjetiva y personal de Mima, es decir, todo pasó en su cabeza. Habría sido más interesante si el director hubiera continuado el camino de la indeterminación y fuera el espectador quien decidiera dónde sucede lo que acaba de ver, pero tal vez esa decisión hubiera perdido la fuerza para la transformación del arco dramático de Mima.

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Sea como fuere, nos queda una de las películas más interesantes de los últimos treinta años cuya fuerza reside en el viaje psicológico del personaje. A tal grado que Darren Aronofsky hizo lo que en mi opinión es una adaptación con su Black Swan (2010)Para el propio Satoshi Kon la cinta de Aronosfky es un plagio, mientras que para el director estadounidense no es otra cosa más que un homenaje. La decisión quedará en el espectador.

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Juan Manuel Diaz de la Torre

Tengo 36 años y nací en la Ciudad de México un 11 de octubre de 1985. Ese día fue viernes y debí nacer a las 6 de la mañana, pero llegué hasta las 8. Tal vez por eso me gustan los viernes y dormir hasta tarde. Soy escritor de poesía, cuento, novela y viñeta, aunque mi trabajo diurno es ser profesor e investigador. En realidad, creo que mi chamba es comunicar: sin importar que sea una reflexión en forma de cuento, un análisis de una película o algún apunte sociológico, lo único que hago es comunicar.

 

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