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EL CABALLO QUE VINO DEL MAR

 

Alicia M. Mares

 

“Poco después de que mi mamá la visitara con mi tío Juan y mi abuelita, el huracán Silvestre desbarató todos los talleres, llenando la playa de trozos de vidrio de colores que ahora cubren la orilla del mar de Nautla como dulces.”

Tú, enfermo no estás

Esta es una de las primeras imágenes de “Nautla”, título homónimo del escenario en donde ocurre casi toda la trama. Es, además, uno de los relatos que compone el libro Tú, enfermo no estás de Libertad Pantoja (Malabar Ediciones, 2021).

Y me parece uno de los relatos que mejor encapsula la estela de la magia, el lente teñido por nostalgia que mira hacia la infancia. Acá hallé una adición noble al bestiario que lentamente se ha ido construyendo en esta columna.

La premisa es simple: una familia va de vacaciones a Nautla, y al enterarse de que los viejos hoteles han desaparecido y el único superviviente está muy caro, prefieren acomodarse en unas cabañitas que miran al mar.

Allí, la protagonista y su hermano conocen a un singular personaje, cuyo trazado posee ciertas trazas de la historia eterna de la metamorfosis.

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El caballo que vino del mar

Los niños asumen que es el hijo de la otra familia que se hospeda en la cabañita, pero desde su introducción hay un aire místico que ni los chiquillos pueden despejar. El muchacho está viendo la televisión, atento al clima en diferentes ciudades del país, aguardando quién sabe qué.

“Ángel miraba con detenimiento, como si pudiera ver algo invisible para Samy y para mí. Como si pudiera leer las estrellas del cielo.”

Resulta que lo que espera es una lluvia de estrellas fugaces y, en cuanto empieza, se levanta como si fuera su pauta para algún acto sagrado (o al menos así lo parece en retrospectiva).

“Ángel estaba frente al mar, veía hacia el cielo donde los últimos rayos del sol se ocultaban, y en la franja violácea que se formó separando el día y la noche se observaban estrellan fugaces que provenían de todas partes del cielo oscuro precipitándose hacia el horizonte. Nos acercamos a Ángel, que nos tapaba la luz.”

Si esta no es una premonición de un suceso maravilloso, no sé qué es. Y entonces, como un mecanismo de relojería, sucede lo siguiente: un caballo comienza a emerger de la espuma de las olas incipientes y al inicio lo confunden con un unicornio, pues posee una protuberancia que luego determinan que es su crin.

“Era un caballo enorme, blanquísimo, como si el mar le hubiera lavado toda la mugre propia de un animal.”

Los sucesos posteriores suceden muy rápido. El muchacho se dirige al caballo como si esta fuera una cita concertada hace mucho tiempo y quiere llevarse a Samy consigo. El niño dice que tiene miedo, que teme ahogarse, y Ángel responde con ternura, con el razonamiento de que debe entregarle su sudadera al animal.

La protagonista se pregunta, con justa razón, quién lleva sudadera a la playa. Y no puede hacer nada para evitar que Samy se monte al fantástico animal y se interne al mar, junto con Ángel.

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¿Quién o qué es Ángel?

La autora deja varias pistas regadas aquí y allá, como Hansel y Gretel hicieran con migajas de pan.

“La piel de Ángel era muy lisa, como si él mismo fuera otra figura de vidrio en la playa.”

“En el cielo, una última oleada de estrellas fugaces se precipitó en el horizonte, luego la noche quedó en calma. […] Luego pensé en la mirada de Ángel, en la piel lisa y los ojos del caballo que, en algún sentido, eran iguales a los de él y a los de Samy. Sentí que me hacía falta llorar más y me quedé dormida.”

Todo esto parece indicar que Ángel no es del todo humano y que está ligado a los sucesos que acontecen en la playa. Sus ojos son iguales a los del caballo, y esto podría significar varias cosas: que ambos son dos partes de un todo, entes que al unirse se convertirán en uno primigenio, o que ambos provienen de un mismo sitio y ahora volverán a este; de allí la sensación de que es una cita concertada.

Sin embargo, hay otro simbolismo en el que quiero incidir.

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Libertad Pantoja

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La blancura, la infancia

“Ángel caminó despacio hacia el mar donde lo único blanco eran la espuma y el caballo.”

Surgen muchas descripciones respecto al mar, al color blanco del caballo y la espuma.

Y es cierto que el color blanco del caballo no solo está asociado con el unicornio y su mítica reverencia por la virginidad y la pureza, sino con la inocencia de la infancia. Sería fácil decir que el cuento es una reconstrucción de la última memoria de la infancia, del momento en que esta finaliza y comienza la adolescencia de la protagonista, al ver marcharse al caballo; encarnación de lo maravilloso y, por ende, infantil.

Las cosas que pasan en este cuento, además, suceden solo entre niños; resaltando aún más este monopolio que la infancia tiene sobre la verdad. O, mejor planteado, ya que todo pasa a espaldas de los adultos, lo que sucedió pudiera ser un juego de niños, algo que no sucedió en realidad; lo que incrementaría su naturaleza simbólica.

En este simbolismo, la presencia y partida del blanco (el caballo, la espuma, la inocencia) sí marcan un antes y después en la vida de la niña, dando cese a su infancia. Todo pudiera ser una compleja metáfora, evidenciada porque todo ha vuelto a la normalidad después de que la niña despierta (el sueño marca el inicio y fin de una realidad).

Pero en eso consiste la fantasía: la decisión de creer que ese caballo y el muchacho sí fueron reales, que éste quiso llevarse a Samy y aun así el niño esté de vuelta tras el despertar de su hermana. Que ninguno se extrañe al descubrir que nadie conoce a Ángel.

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AQUÍ puedes leer «Nautla»

AQUÍ puedes conseguir Tú, enfermo no estás

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Alicia Maya Mares (Ciudad de México, 1996)

Graduada del 12º Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra y correctora de estilo en formación. Trabaja como redactora en una agencia digital. Ha publicado en la sección “Piensa Joven” del Heraldo de México, en las revistas Marabunta, Colofón, Origami y Efecto Antabus, y le lee su columna de revista Palabrerías a sus seis gatos. Creció al lado de un árbol de jacaranda.

Twitter: @AliciaSkeltar

Facebook: @AliciaMaresReading

Instagram: @aliciamayamares

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