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Bitácora de Navegación del Nautilus 21

HAY UN SOL EN MI CORAZÓN

 

Marina Ortiz

 

El Nautilus, al ser un vehículo de exploración, es testigo del curso de la vida. Hemos presenciado criaturas extraordinarias y lugares sin igual. Pero frente al esplendor, vemos también la destrucción y la pérdida de biodiversidad a tales magnitudes que no es raro encontrar a alguien de la tripulación en llanto. Entendemos lo que dice José Emilio Pacheco en su poema “El pulpo”:

Alguien lanzó un arpón y el pulpo respira muerte

por la segunda asfixia que constituye su herida.

De sus labios no mana sangre: brota la noche

y enluta el mar y desvanece la tierra,

muy lentamente, mientras el pulpo se muere.

Estos sentimientos comenzaron cuando aún no había Nautilus, cuando yo apenas me había inscrito como alférez en la gran academia que es la literatura y la escritura, y llegó a mí un mapa que cambió el curso de mi vida. Un hombre de religión me dijo, sus palabras pesadas de tan empapadas de cariño: “¡Tienes que leer El señor de los anillos! Es el mejor libro que he leído en toda mi vida”.

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Desde entonces han sido constantes los viajes a Arda, porque no termino de conocerlo nunca. Existe, y muchos comparten el sentimiento, una sensación de familiaridad profunda en sus praderas, de armonía en las sombras más hondas del bosque. He detectado esta misma sensación en otros lados: la trilogía de Corazón de tinta, de Cornelia Funke, y la obra de Madelaine L’Engle, Diana Wynn Jones, Cliff McNish, y en las mexicanas Verónica Murguia y Gabriela Damián Miravete.

Es la familiaridad del folclore universal, que Tolkien llamó el mundo feérico. En su ensayo “On Fairy Stories” Tolkien explica, con claridad variable, cómo es que este mundo consigue semejante conexión. Ya era deuda dedicarle un espacio único a este texto.

Los cuentos de hadas se sostienen de la Fantasía, y ésta presenta objetivos y caminos para producir en nosotros el “Encantamiento”, la renovación de nuestra mirada, el enaltecimiento de lo simple y lo pequeño. En contraposición al dominio, el poder y el utilitarismo. Lo que la Fantasía manifiesta son los deseos y ambiciones primordiales y ancestrales de superar nuestras limitaciones humanas y así adentrarnos más en el mundo: visitar el cielo o las profundidades del mar, comunicarse con otros seres, cambiar de cuerpo, eludir a la muerte, descansar en el final feliz. Es una vida más cercana al entorno, un entendimiento más fino y gentil de lo que nos rodea.

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Como dice Tolkien, y sus palabras me conmueven hasta las lágrimas:

“La fantasía creativa, porque intenta principalmente hacer algo distinto (hacer algo nuevo), puede abrir tus reservas y dejar que todas las cosas guardadas vuelen como aves enjauladas. Las gemas todas se tornan en flores y llamas, y serás advertido de que todo lo que tenías (o sabías) era peligroso y potente, no realmente efectivamente encadenado, libre y salvaje; no tanto tuyos como que eran tú” (traducción mía).

En la Fantasía todos forman parte de la misma maravillosa realidad. Porque todo cobra valor a partir de lo otro: lo pequeño se exalta a través de la admiración de lo grande, lo extraordinario mágico realza lo sencillo ordinario, la vida es más fuerte a través de una muerte que es, también, regalo o consuelo. Es una gran correspondencia de las partes. Las cosas valen porque pertenecen a la única Familia. Así, Humano no existe como una dimensión separada de lo Divino. Lo Natural no se subordina a lo Sobrenatural, recordando nuestros términos usuales de las estructuras míticas, sino que viven del equilibrio y enriquecimiento mutuo. Si me atrevo a usar una referencia de Tolkien, todo lo que existe es una nota fundamental y hermosa de la Música Primordial que creó el mundo.

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Este camino [1] nos lleva a un destino que Tolkien califica de la verdadera forma del cuento de hadas o bien su más alta función: el Final Feliz. El giro inesperado que resuelve las peripecias de los personajes, que conforta las pérdidas, que nos vislumbra una Alegría “más allá de los muros de este mundo, conmovedora como el dolor”. Para Tolkien, esta alegría trascendental es la verdad de la redención, la certeza de que cualquier sufrimiento tiene un propósito que lo libera. De no ser así, no podríamos ser partícipes “del otoño y el enriquecimiento de la creación”. Cito de nuevo lo que es el párrafo final del ensayo:

“Todos los relatos podrían volverse realidad; y aun así, al final, redimidos, podrían ser tan similares como dispares a las formas que les hemos dado mientras el Hombre, finalmente redimido, sea tan similar como dispar a los caídos que conocemos”.

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No es casualidad que los sentimientos de unión, esperanza, camaradería, fe, amistad, perseverancia, gentileza, buen comer y buena canción, contemplación y artesanía, poesía y paseo en las obras de Tolkien hayan resonado tanto con los corazones que duelen frente al deterioro de la naturaleza, producido por los mismos enemigos que Tolkien expuso: una industria sin control ni humanidad, un antropocentrismo egoísta e iluso, una envidia por los poderosos y abusivos, una fuerza sin piedad. Estos mismos sentimientos son los que provocan esa fuerte familiaridad que muchos sienten. Porque Tolkien nos invitó a ver el carácter luminoso, sagrado, del mundo natural del cual somos parte. Si en sus obras encontramos un hogar, es porque logra conectar con un sentido de pertenencia y amor que ya es nuestro, que florece dentro de nosotros y nos conforma. Es por eso que el Nautilus siempre visita los mundos de Tolkien. Para seguir aprendiendo esta verdad: todos estamos invitados a la fiesta siempre que no destruyamos las paredes que nos acogen.

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[1] Aquí es pertinente mencionar que buena parte de las historias más realistas o modernas se alinean con lo que Mijail Bajtin llama el “cronotopo del camino”, donde los personajes cambian con el tiempo y se inscriben, en mayor o menor medida, en la Historia o el mundo. Es un cronotopo más denso, más pesado y tangible. El tiempo, lineal, se vuelve un río.

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[todas las acuarelas son de Tolkien]

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Ana Marina Ortiz Baker

Soy de Monterrey, Nuevo León, México.

Desde la licenciatura estudio la ciencia ficción y la fantasía, y estoy por terminar una maestría en Literatura Hispanoamericana.

Mi tesis de investigación fue sobre el cyberpunk mexicano, en específico el tema del espacio y su relación recíproca con los personajes.

Me gustan los temas del cuerpo, la mujer, la ciudad, los mitos, la magia y la naturaleza.

Los conocimientos que tengo, que son un tesoro para mí, aún tienen mucho que crecer.

Twitter: @maro_baker

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