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Bitácora de Navegación del Nautilus 24

LA REALIDAD DE LOS SUEÑOS

 

Marina Ortiz

 

Yo sueño recurrente con bosques, ruinas, el mar, ciudades queridas y otras desconocidas. Tengo una lucidez constante pero fluctuante. También sueño situaciones que ya he vivido, que temo vivir o que quisiera vivir. Otros sueñan en lo abstracto o con premoniciones. Hay quienes sueñan poco o en lo absoluto.

Los filósofos son escépticos llegando al desdén (1). Se ha dicho que son simples mensajes del tiempo. Ventanas. Como señalé en la columna pasada, por su ingobernabilidad, impredictibilidad e incomprensión hemos conceptuado a los sueños como parte de lo sobrenatural. En la mitología los encontramos junto a la noche, el agua o la muerte. Sus deidades se relacionan con las flores, el olvido, el embrujo/la brujería, el alivio y la vulnerabilidad. Los griegos Hypnos, Morfeo y Oneiroi; Sisig de los sumerios; las diosas aztecas de las estrellas Itzpapalolt y Tzitzimimeh; la egipcia Nut; Ratri del hinduismo; Breksta en Lituania; Nott de la mitología nórdica; Hine-nui-te-po de los maori; Al-Qaum de los nabateos; Mamu en Mesopotamia; el Hombre de arena, de origen escandinavo.

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Itzpapalotl, por Aswer García

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Todo esto influye en cómo pensamos en los sueños como espacio. Su condición virtual crea un cronotopo de fluidez, mutabilidad, absurdo, inverosimilitud y simbolismo. El tiempo percibido es impreciso y confuso, el espacio se dobla en sí mismo, muta, se pierde. Como dicen en la película Inception (2010), uno nunca puede recordar el inicio del sueño, por lo que no se sabe de dónde viene uno y a dónde va. La persona es una especie de testigo protagonista, activo y a la deriva de sí mismo. Los sucesos vividos son detonados por lógicas abruptas, deshiladas y aleatorias, aunque percibimos una secuencialidad y coherencia. Existe un “hilo conductor”, que parece más bien una madeja conductora bifurcada. Un balance (casi perfecto diría) entre los extremos de una narrativa congruente y un colorido sin sentido.

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Tzitzimime

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Es un tema del cuerpo. ¡Ah, el cuerpo! Es por él que el sueño no es ajeno a nosotros, ni externo. ¡Por el contrario, reside en nuestra propia cabeza! Un mundo de esencia natural y sobrenatural, conocido y desconocido, familiar y extraño. Los sueños, como parte de la imaginación, se originan en la materia, y van a hacia un destino impreciso. Más que dependientes de ella, inician en la vigilia y afloran en la noche cuando soltamos las riendas de la consciencia. La distinción entre mente y cuerpo es un tanto inútil (2), el cerebro se expone a sí mismo y juega con libertad.

Las historias sobre los sueños tratan de cómo se abre un espacio interior que, a partir de su maleabilidad, permite ver desde otras perspectivas, e incluso sembrar una nueva relación con la realidad. Inception (2010), Paprika (2006), The Lathe of Heaven (1971), The Sandman (1989-1996), Alicia en el país de las maravillas (1865), las aventuras de El pequeño Nemo en el país de los sueños (1905-1927) y La rueda del tiempo (1990- presente) son de las ficciones más prominentes que exploran los efectos de esta “dimensión” o “reino” de los sueños. Curiosamente, con excepción de la primera, todas tienen un primer referente literario y luego uno audiovisual.

Al consistir en un espacio dual, los sueños se presentan como un espacio de convergencia, trascendencia, transformación, exploración, creatividad y curiosidad desde y para nosotros mismos. Sería lo que Dolezel llama un mundo híbrido. Al existir en la mente, los sueños son espacios manifestados por uno mismo. Al igual que la memoria y la imaginación, son espacios inmateriales que, aun así, experimentamos. Sobra decir que, en mi opinión, no coincido tanto con la perspectiva filosófica que descarta a los sueños por ser meras ilusiones: los sueños son reales en su caleidoscópica virtualidad.

Mi lectura no es casual ni original: el análisis de los sueños ha sido objeto del psicoanálisis, y éste tuvo una pronta relación con la literatura. Muchos autores han recurrido a las herramientas psicoanalíticas para entender la correspondencia entre sueños, literatura y humanidad, como Joseph Campbell (el del viaje del héroe) y Clarissa Pinkola Estés en su libro Women Who Run with the Wolves: Myths and Stories of the Wild Women Archetype (1992). Pinkola dice: “Dreams are compensatory, they provide a mirror into the deep unconscious most often reflecting what is lost, and, what is yet needed for correction and balance. The unconscious is constantly producing teaching images. So, like the fabled lost continent, the wild dreamland rises out of our sleeping bodies, rises steaming and streaming to create a sheltering motherland over all of us. It is the continent of our knowing. It is the land of our Self.” (p. 458). (3)

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Por lo tanto, los sueños son esa marca que Le Guin menciona, no un mensaje externo ni ajeno: somos nosotros. He ahí la importancia, la grandeza, el poder de los sueños. Más que integrar lo material a su consistencia abstracta, yo diría que son extensión de lo natural. La condición abierta, sin teleología de la naturaleza. La variabilidad de lo que siempre será nuevo. Por eso los sueños “crean” lugares familiares con otro rostro. La realidad no se cierra en una visión reductiva de lo material.

Shakespeare dice en La tempestad (1610-1) que “estamos hechos de la misma materia que los ensueños” (la traducción es mía). La materia creativa, virtual: ese Pozo de Infinitud al que nos asomamos todas las noches que está constantemente tornando los significados que le damos a la realidad. El lugar donde interior y exterior se integran, para regresar al mundo despierto y continuar la convivencia. La naturaleza es indeterminada, no incierta; abierta, más que fija; posible, más que estática. Al estar hechos de la misma materia de los sueños, somos un mundo propio que nunca terminamos de descubrir. Esa idea me consuela: soy un Pozo de Infinitud, que me conoce mejor de lo que mi consciencia despierta cree que se conoce a sí misma. Y así, todos mis miedos, mis inseguridades y preguntas no son tan absolutos como creo; y si me faltan respuestas, es cuestión de aprender a percibir mejor lo que el sueño me dice.

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El sueño, Gustav Klimt

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1) Te estoy viendo, Descartes. Para más información sobre el tema, podemos leer: https://plato.stanford.edu/entries/dreams-dreaming/

2) Lo siento, Descartes, no es mi intención desestimar tus logros; estoy segura que eres más listo que yo.

3) “Los sueños son compensatorios, proporcionan un espejo en el inconsciente profundo que a menudo refleja lo que se ha perdido y lo que aún se necesita para la corrección y el equilibrio. El inconsciente produce constantemente imágenes didácticas. Así, como el legendario continente perdido, la salvaje tierra de los sueños surge de nuestros cuerpos dormidos, se eleva humeante y fluyendo para crear una patria protectora sobre todos nosotros. Es el continente de nuestro conocimiento. Es la tierra de nuestro Ser”.

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Ana Marina Ortiz Baker

Soy de Monterrey, Nuevo León, México.

Desde la licenciatura estudio la ciencia ficción y la fantasía, y estoy por terminar una maestría en Literatura Hispanoamericana.

Mi tesis de investigación fue sobre el cyberpunk mexicano, en específico el tema del espacio y su relación recíproca con los personajes.

Me gustan los temas del cuerpo, la mujer, la ciudad, los mitos, la magia y la naturaleza.

Los conocimientos que tengo, que son un tesoro para mí, aún tienen mucho que crecer.

Twitter: @maro_baker

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