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Bitácora de Navegación del Nautilus 23

LA VERDAD EN LOS SUEÑOS

 

Marina Ortiz

 

 

But I still have this faith in the truth of my dreams.

In my dreams it’s all real, and my heart has so much to reveal.

And my dreams seem to say “Don’t be afraid to go on, don’t give up hope come what may”.

I know it all will come back on day.

“In My Dreams”, del musical de Anastasia

 

Los sueños me presentan un problema. Su existencia me desconcierta, pues son complicados de definir. ¿Ventana a nuestra psique? ¿Canal hacia y con lo sobrenatural? ¿Remanentes de los absurdos? ¿Procesos emocionales? ¿Inspiración creativa? A lo largo de la historia han sido todo esto y mucho más.

La explicación más sencilla, obvia, basada en lo que llamamos cultura general, sería decir que los sueños son manifestaciones, expresiones o imágenes del inconsciente. Pero no es tan simple, porque la consciencia misma también elude una definición concreta y estable; el inconsciente es un nombre debatido hoy en día por la psicología. Así que hay un misterio en nuestra propia mente. Como dice el Maestro Titiritero en la película Ghost in the Shell (1995): la unidad del individuo proviene de su intangible memoria, ésta no se puede definir pero es justo lo que define a la humanidad […] La ciencia moderna no explica lo que la vida es (parafraseo).

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A pesar de esta incertidumbre conceptual, podemos señalar algunos aspectos significativos de la mente y los sueños, que insuflan la existencia material de algo más que un mero utilitarismo material reduccionista. Quiero pensar que podemos estar de acuerdo en que la vida es más que eso.

Un término que puede ayudar es el de espacios virtuales (1). La teórica literaria Marie-Laure Ryan nos dice, en La narración como realidad virtual (2004), que “abarca cualquier operación mental que conduzca del aquí y ahora, de lo singular, de lo que no se puede volver a utilizar y de la solidez corporal a lo intemporal, lo abstracto, lo general, lo múltiple, lo versátil, lo repetible, lo ubicuo, lo inmaterial y lo morfológicamente fluido” (p. 57). Es decir que existe una experiencia humana que crea o abre algo así como un movimiento o espacio interior; tenemos registros de esto en todas las culturas y en todas las eras.

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Dice también la teórica Teresa López-Pellisa, en Patologías de la realidad virtual (2015), que “la religión, la memoria, el arte, la imaginación o los sueños son vectores de virtualización que nos han hecho abandonar el “ahí” mucho antes que la informática o las redes sociales” (p. 73). También, que “el mundo virtual es contiguo al mundo real, con el que está en continua relación de transferencias y recurrencias. La intersección creada por esos dos espacios es el lugar aprehensible al ser humano en el que nos encontramos y en el que tenemos capacidad de modelar y construir el espacio simbólico que habitamos” (p. 88, las itálicas son mías).

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La mente, entonces, es una intersección, una condición de umbral permanente,  capacidad creativa y proteica (2). Los límites de lo concreto y estable son difusos, un entramado  libre. Me gusta pensar que la mente es un pozo de infinitud con una noria, que representan nuestros esfuerzos por extraer agua (3). No entendemos exactamente cómo funciona, pero es ineludible vivirlo: el mundo se “recubre” de nuestros símbolos y creaciones y ahora son indivisibles.

Los sueños tienen una singularidad: son de los procesos menos controlados, predecibles y comprensibles. Me dirán que es posible entrenar la mente para su manejo, y yo les digo: he soñado lúcido con situaciones recurrentes, he sentido el deja vu, me he reencontrado con parientes ya fallecidos y he descubierto aspectos reprimidos de mí misma. Los casos documentados nos dicen que aún para los más versados no existe garantía: los sueños no son videojuegos. No se dominan.

Deduzco esto entonces: la falta de control, de dominio y comprensión es lo que nos orilla a concebir a los sueños como una dimensión más cercana, perteneciente incluso, a lo sobrenatural, lo desconocido o lo invisible. Y así, la clásica visión mítica surge como marco explicativo. Dicha dualidad se explica, como ya hemos visto, por nuestra capacidad de incidir y provocar sucesos en la realidad; ahí radica la diferencia: lo natural, lo visible, lo conocido es el reino de nuestras aptitudes, de nuestro alcance e influencia, pero lo sobrenatural, lo invisible y desconocido es el reino de lo que no podemos aprehender, controlar ni utilizar. Los sueños pertenecen a ambas dimensiones, y por eso son tan complejos: se suscitan solos o bien los atribuimos a una deidad, fantasmas, otras personas con poderes místicos, etc. Sus funciones y efectos son múltiples e impredecibles. Por eso, al despertar, no podemos explicar bien qué sucedió ni cómo y por qué permanece con nosotros un sentimiento de nostalgia, melancolía, felicidad o perturbación. Como dice la escritora Ursula K. Le Guin en The Lathe of Heaven: “You don’t speak of dreams as unreal. They exist. They leave a mark behind them”.

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Creo que es significativo, hasta lo más determinante, que experimentamos algo dentro de nosotros que es versátil, ubicuo, creativo, atemporal y abstracto, que da unidad y a la vez abre a la Posibilidad (4). Algo que trasciende y a la vez depende del mundo material, de nuestro cuerpo, que resignifica y revalora nuestras vivencias y percepciones. Nuestra perplejidad es la fuente detonante de intriga y fascinación. Nunca terminamos de conocernos. De ahí deriva toda nuestra creatividad, de vivir algo que se escapa y a la vez es tan parte de nosotros. De que contenemos en nuestra mente algo impreciso e impredecible, que a la vez conforma su esencia misma.

Ya que hemos explorado algunas características de los sueños, en la siguiente columna hablaré, ahora sí, de un posible cronotopo del reino de los sueños.

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(1) No confundir con espacios digitales.

(2) De Proteo, deidad griega marítima que transforma su forma.

(3) Las metáforas hídricas no son vanas en esta situación, pues son recurrentes para explicar la naturaleza de la psique. En la siguiente columna ahondaré en esto.

(4) El inconmensurable poema de Emiliy Dickinson “I dwell in Possibility” explora este tema.

 

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Ana Marina Ortiz Baker

Soy de Monterrey, Nuevo León, México.

Desde la licenciatura estudio la ciencia ficción y la fantasía, y estoy por terminar una maestría en Literatura Hispanoamericana.

Mi tesis de investigación fue sobre el cyberpunk mexicano, en específico el tema del espacio y su relación recíproca con los personajes.

Me gustan los temas del cuerpo, la mujer, la ciudad, los mitos, la magia y la naturaleza.

Los conocimientos que tengo, que son un tesoro para mí, aún tienen mucho que crecer.

Twitter: @maro_baker

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