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Bitácora de navegación del Nautilus 17

PLANETAS QUE SON HOGAR, ESPEJO Y PROMESA

 

Marina Ortiz

 

Dentro de la fantasía moderna existe una tendencia para la cual no tengo un nombre concreto. No es un elemento que se pueda aislar. Es parte del cronotopo. Es lo que (re)une una diversidad de obras como El señor de los anillos (1954), Duna (1965), La mano izquierda de la oscuridad (1969) y La quinta estación (2015), los cuentos de Gabriela Damián Miravete y programas como Avatar: la leyenda de Aang (2005-2008). Estos mundos ficcionales son de convergencia entre la visión mítica y la moderna. No son dimensiones separadas que pueden convivir y tienen hijos tal vez. Son una misma visión. Un solo cronotopo.

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La conversación con lo mítico y lo moderno es nuestra constante inevitable. La fantasía es el mito, las historias que explican y dan sentido a la realidad. Es la palabra que trasciende el tiempo y el espacio al punto de desdibujarlos. La modernidad es el sueño de lo teleológico y la conciencia humana, el antropocentrismo que todo lo entiende y abraza. Todo lo descifra y domina. Como ya he abordado en otras bitácoras, la visión mítica de la realidad es dual, donde la dimensión divina o sobrenatural, es decir lo desconocido, predomina como la fuente detonadora e inaccesible de la acción, llena de peligro, admiración y misterio. Con la visión moderna, lo humano predomina, su discurso y ciencia explican la realidad y traducen las nieblas de lo desconocido a experimentos y hechos aprehensibles; a veces lo humano gobierna su entorno, en otras sólo convive en armonía variable, y en algunas ocasiones reconoce la pequeñez del poder individual frente a la naturaleza o incluso frente a sus propias creaciones. Lo secular es la anulación de cualquier explicación y posibilidad de lo divino.

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La forma en que se configura la unión de ambas visiones en las obras mencionadas es a través de mundos donde la presencia del espacio no se opaca por el orden humano y viceversa. Recordando el funcionamiento del cronotopo, debemos identificar el origen de los sucesos de la trama, y en estas fantasías modernas vemos que provienen de “ambos” extremos. Mundos donde los ecosistemas demandan atención permanente por su intensidad (Arrakis es un desierto planetario, Gethen tiene como sobrenombre “Invierno”, La Quietud es el sarcástico nombre de un continente telúrico y Arda es un bosque con voluntad propia), y el orden humano vive, crece, depende y se define a partir de estas naturalezas.

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Es un cronotopo interesante: el espacio se concibe como explorable y comprensible, y a la vez es impredecible e ingobernable; el tiempo es aún más curioso, pues la lógica lineal y consecuente de lo moderno se diluye sin desaparecer en las olas del pasado y la amplitud del futuro. La Historia demarca la vida humana pero también se pierde, se vuelve difusa y eventualmente deja de resonar, o bien de construir. La huella del tiempo es como una cicatriz que eventualmente se pierde con la edad, o como el impacto del agua sobre la tierra, que bien forma montañas y se evapora bajo los rayos del sol. El pasado se percibe y construye el presente a un ritmo desacelerado pero fatal, y el futuro siempre se puede vislumbrar pero nunca tiene nitidez.

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Esto provoca que sus objetos sean, a la vez, hijos de lo milenario-divino, con límites muy bien marcados. Los humanos en estos mundos sobrepasan nuestras definiciones actuales: poseen habilidades de clarividencia, fuerza sobrehumana, ambisexualidad, control de los elementos o la temperatura, magia, sanación, telekinesis… Lo extraordinario para nosotros es parte de su cotidianeidad. Lo llaman “ciencia”, “historia”, “naturaleza”: los límites de lo humano se amplían, sin llegar nunca a la apoteosis. Los límites residen, en realidad, en cómo conocemos y nombramos la realidad. Lo mágico, sobrenatural o místico no irrumpe en lo humano, no lo anula ni lo abruma. Todo forma parte de una misma extensión. El sentido de la realidad no es ajena a lo humano, pero tampoco se limita a las arbitrariedades sociales.

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Sucede, entonces, lo siguiente: los significados de la realidad están a nuestro alcance, pero sería arrogancia suponer que hemos llegado a la totalidad del sentido y aún más a un dominio de ella. Lo mítico prevalece porque expresa esa parte de nuestra esencia de potencia ilimitada e indisolubilidad con el universo. No somos entes separados, sino que formamos una sola existencia de partes interconectadas, interdependientes. Lo humano es partícipe de lo divino, y viceversa. A su vez, lo moderno se sostiene y fructifica porque magnifica nuestras capacidades y percepciones (sin negar, por supuesto, las complejidades sociales que distorsionan, manipulan u ocultan dichos frutos). No es una cuestión de estar conectados con el cosmos como si este fuera un lugar ajeno a nosotros, un estrato al cual hay que batallar para llegar, no es una convivencia entre lo divino y lo natural, entre los dioses y los humanos. Es un mismo movimiento, como una respiración, donde no existe una frontera precisa entre la inhalación y la exhalación, y la una necesita de la otra para existir.

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Son fantasías que carecen de inocencia sin hundirse en el cinismo o el nihilismo, pues siempre abogan por una ternura radical. Como bien me dijo el capitán de otro submarino: deconstruir no es lo mismo que destruir. La consciencia y reflexión de nuestros procesos, pensamientos y narrativas no debería invalidarlos, lo que tampoco quiere decir que debemos tratarlos como monumentos monolíticos. Estas ficciones justamente apelan a la transformación y liberación de modelos limitantes y rígidos, pues exponen sus defectos, como la arrogancia y la ignorancia deliberada, para enaltecer nuestras virtudes, como la valentía y el amor. Demostrando así que la esencia del heroísmo no reside en la magnitud de sus golpes o el número de victorias, sino en el reconocimiento de lo humano como miembro de un cosmos plural y su labor, sin desdeñar la violencia ni glorificarla, por remediar la armonía que se ha trastocado.

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Ana Marina Ortiz Baker

Soy de Monterrey, Nuevo León, México.

Desde la licenciatura estudio la ciencia ficción y la fantasía, y estoy por terminar una maestría en Literatura Hispanoamericana.

Mi tesis de investigación fue sobre el cyberpunk mexicano, en específico el tema del espacio y su relación recíproca con los personajes.

Me gustan los temas del cuerpo, la mujer, la ciudad, los mitos, la magia y la naturaleza.

Los conocimientos que tengo, que son un tesoro para mí, aún tienen mucho que crecer.

Twitter: @maro_baker

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