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POSSUM

de hombres araña, marionetas y zarigüeyas

 

Miriam Gálvez

 

Mother, Father, what’s afoot?

Only Possum, black as soot.

Mother, Father, where to tread?

Far from Possum, and his head.

Here’s a bag, now what’s inside?

Does he seek or does he hide?

Can you spy him, deep within?

Little Possum, black as sin.

Actualmente existe un vasto culto a «El Hombre Araña». Sin embargo, las historias que en realidad me envuelven con sus telarañas son las lóbregas en estado anímico de “Lullaby”. Estas vienen a visitarme cada noche de manera perpetua e inquisitiva.

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Con reminiscencias del Spider de Cronenberg y en ofrenda infecciosa al horror setentero y sombrío de parajes desolados, resurge un personaje masculino desencajado en sí mismo tratando de deshacerse de una bolsa de cuero con contenido atroz: una marioneta con cuerpo de araña que él llama «Possum».

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Al parecer, el compulsivo titiritero Phillip (Sean Harris) no sólo trata de desaparecer el escalofriante objeto, también de paso a sus fantasmas de la niñez y a los demonios internos que lo han alcanzado en el presente y comienzan a torturarlo en su vida adulta con una naturaleza visceral cuando al morir sus padres tiene que regresar a su lugar de origen, donde le aguardan oscuros secretos de su pasado.

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Los miembros de la familia —como patrón cultural— representan en casi todos los casos una insignia de armonía y bienestar. Sin embargo aquí un personaje del clan consanguíneo —el tío Maurice (Alun Armstrong)— será quien reavive su más grande pesadilla en la que habita el espectro de la pedofilia que hizo de Phillip un hombre vulnerable, retraído y solitario.

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La narración de una fábula infantil macabra a lo largo del filme es un recurso muy poderoso. Fundamentalmente, el desarrollo de la trama juega con el psique y tergiversa lo que creemos ver tirando con hilos nuestras mentes hasta tensarlos. Holness (director/guionista) consigue interpretaciones peculiares de los dos paladines, lo que resulta en un doble experimento: histérico e histriónico.

Harris: coercitivo, turbado de forma profana, acongojado, dotado de una mirada tan vacía que es pavorosa y especulativamente despedazada con vapuleos que lo hacen parecer de manera abrumadora a un muñeco. Armstrong: un «Master of Puppets» cautivador, cruel, despreciable, que gruñe los diálogos siendo un cacique implacable con control absoluto de la situación.

La música de The Radiophonic Workshop crea una atmósfera de exasperación inquietante y asfixiante, aunque por momentos se percibe aletargada.

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El terror más cruel es el que vive en la mente de las víctimas que sufrieron abusos: no perdona ni da tregua, huésped maligno de los sueños que habita en el interior. Alegoría del dolor intrínseco que co-existe desde el pasado y se alimenta coetáneamente como un ente feroz en aras de la destrucción.

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Possum (2018) es un viaje a través de una mente trastornada; ejercicio de poesía funesta; una película de horror psicológico, lastimosa, que se toma su tiempo para aportar un pánico pletórico.

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Miriam Gálvez

SuperHeroína coyoacanense. Pseudo aprendiz sibarita. Bakeadicta. Cazadora de imágenes. Pesadilla, malestar creado por la mente enferma de algún noctámbulo en insomnio desesperado.

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