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ROVER RED CHARLIE

la historia de tres mejores amigos en el fin del mundo

(Garth Ennis & Michael DiPascale, Avatar Press, 2013-2014)

 

Pok Manero

 

No sé por qué, pero las historias cuyos protagonistas son animales siempre tienen una resonancia especial. Ya sean las aventuras del equipo de investigadores paranormales conformado por cinco perros y un gato en Beasts of Burden (Evan Dorkin & Jill Thompson, Dark Horse Comics) o la devastadora historia de los animalitos domésticos convertidos en armas pensantes de We3 (Grant Morrison & Frank Quitely, Vertigo), estos personajes resultan muy entrañables y conmovedores. También hay notables ejemplos de capítulos dedicados a los compañeros cuadrúpedos de diversos títulos, como el número dedicado a Pizza Dog en Hawkeye (Matt Fraction & David Aja, Marvel), la entrega de Invincible Universe centrada Le Bruisier (Phil Hester & Todd Nauck, Image) o incluso la participación heroica de Vegas en Afterlife with Archie (Roberto Aguirre-Sacasa & Francesco Francavilla, Archie Comics), defendiendo a su amo de un ataque perruno-zombi. Fuera del ámbito del noveno arte, me viene a la mente la exitosa serie de novelas de Los gatos guerreros (Warriors), escrita por varios autores bajo el pseudónimo de Erin Hunter.

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El año pasado, el irlandés Garth Ennis (Preacher, The Boys) se unió a esta corriente con una historia sobre tres perros en el fin del mundo. Con su nivel de inteligencia y el limitado vocabulario que poseen, no alcanzan a comprender qué fue exactamente lo que sucedió, pero de repente los alimentadores empezaron a hacerse daño a sí mismos, o unos a otros. A través de los cuadros de diálogo, Charlie -un lazarillo orgulloso del chaleco que lo distingue como ayudante de su alimentador- nos narra cómo comenzó el viaje que emprendería junto a sus amigos Red -un setter rojizo que, si bien no es el foco más brillante en la serie, tiene un olfato muy agudo y un instinto muy despierto- y Rover -el basset hound que viene del otro lado del Charco Grande y ladra chistoso (su manera de decir que tiene acento británico). Con su status quo y su sistema de creencias destrozados, se dan cuenta de que ahora deben valerse por sí mismos y que el casi mantra de «los alimentadores no lastiman a los perros» ya no es verdad. Gracias a la guía de gatos malintencionados, el trío descubre lo que es un puente y dejan la isla de Manhattan para llegar al continente. Y es ahí que escuchan los rumores de que hay un Charco Más Grande en la dirección en la que se oculta el sol y que, a sus orillas, hay alimentadores a los que no les pasó lo mismo.

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De este modo comienza un recorrido en el cual los caninos se enfrentan a distintas amenazas y retos, durante el cual van explorando el nuevo mundo en el que se encuentran, aprenden nuevos conceptos y palabras y llegan a la conclusión de que deben hacerse más inteligentes para poder sobrevivir. Usando su pensador, Charlie empieza a cuestionar el papel que desempeña en una situación en la cual no hay alimentadores a quienes ayudar y se da cuenta de que lo que en realidad desea no es ayudar a otros, sino encontrar a alguien que le diga qué debe y no debe hacer. En otros momentos de gran resonancia humana -a pesar de la animalidad de los personajes-, Ennis cuestiona el significado del patriotismo, la lealtad, la amistad y el heroísmo. Conforme avanza la historia, nos encariñamos más y más con los personajes y el escritor logra lo que Hollywood casi nunca hace en sus superproducciones: que nos importen los protagonistas y temamos por su porvenir.

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Como puede verse, este título construye un mundo muy peculiar con sus propias reglas y convenciones, intentando imaginar cómo son las cosas para nuestros peludos amigos y resultando en un panorama similar pero a la vez radicalmente diferente de la perspectiva antropocentrista que tenemos. En un esfuerzo por entender y explicar los comportamientos de los perros sin pretender humanizarlos, vemos sus hábitos y costumbres a través de una óptica desplazada a su nivel. Es de este modo que de vez en cuando repiten sin parar: «¡Soy un perro, soy un perro, soy un perro!» o frases distintas, dependiendo ya sea de la situación o la raza (es hilarante descubrir lo que dicen los chihuahuas). De un modo similar, se muestra la capacidad de lenguaje de otras especies, como gallos, gallinas y gatos, revelando el distinto nivel de inteligencia de cada tipo de animal. Con estos elementos, tanto la historia como el entorno en que se desarrolla son muy divertidos y de gran riqueza.

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El arte de DiPascale, como es costumbre de los trabajos publicados por Avatar (o al menos de la mayoría de los que he leído), es de corte realista, aunque mezclar una abundancia de detalles con una economía de líneas y un gran uso de expresiones faciales ligeramente caricaturizadas logra darle mayor peso emocional. Como es de esperarse en un trabajo de Ennis, hay grandes contenidos de sangre y violencia, mostradas sin tapujos por el artista. De igual manera, se encuentran algunas situaciones de perversión y transgresión que podrían escandalizar a las conciencias «decentes» (y que los perros no alcanzan a entender, pero también los incomoda).

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La historia se narra a lo largo de una miniserie de seis números, la cual se recopilará en formato de trade paperback en octubre. Curiosamente, tiene una premisa similar a la nueva serie de novelas de Erin Hunter publicadas bajo el título Survivors (la cual ya lleva cuatro libros publicados), en la cual un grupo de perros abandonados en medio de la ciudad deben valerse por sí mismos. La gran diferencia es que el tono de estas novelas es decididamente juvenil (y los humanos huyeron por un terremoto), mientras que el trabajo de Ennis es para lectores maduros. También podría trazarse un paralelismo lejano –y un tanto forzado- haciendo de Rover Red Charlie una especie de precuela a Ciudad, de Clifford D. Simak, al mostrar el origen de un mundo poblado y dominado por perros. De cualquier forma, es un trabajo ampliamente recomendable, sobre todo para los amantes de los animales (aunque no para los que lloran cuando le pasa algo malo a los animalitos, a esos podría perturbarlos demasiado).

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pokAdrián “Pok” Manero, tras años como lector asiduo, decidió que el siguiente paso en su manía consistía en elaborar sus propias ficciones. Se dedica compulsivamente a leer comics y libros y a ver películas, quisiera ser como los gatos y disfruta escribiendo sobre sí mismo en tercera persona.

@PokManero