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UNA MADRIGUERA OSCURA

Vanessa Puga

 

Confieso algo: no soy fan del mundo creado por Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas ni en A través del espejo. Sin embargo, existe en mí una cierta fascinación respecto a cómo ese mundo ha crecido a través del tiempo para trastocar otros mundos, sea entre letras, en el cine o en los videojuegos (American McGee’s Alice  y Alice’s madness returns son los ejemplos más horripilantes y maravillosos que me vienen a la mente en este momento; de cine no les hablo porque ejemplos sobran).

spacealice

Y es que me parece que se vuelve verdaderamente fantástico cuando un mundo ajeno sirve para crear otros mundos, para explorarlo, jugar con él, dar nuevas teorías de lo que ocurre en realidad. Particularmente parece que son los mundos fantásticos —bendita redundancia— los que permiten este juego de explorar el mundo que está ahí, colindando con el propio, no más caer en la madriguera, el clóset, el espejo o la rendija correctos para entrar.

Con la premisa de explorar un nuevo punto de vista de un mundo ya conocido fue que empecé a leer la saga Susurros de la autora estadounidense A. G. Howard, publicada por Oz Editorial. Esta saga (¿alguien me explica por qué, más allá de las aparentes ventajas económicas, ahora pareciera que todo lo que es literatura juvenil vendible tiene que ser saga de tres o más tomos?) narra las aventuras de Ally, chica preparatoriana gótica cuyos pasatiempos son andar en patineta y hacer unos hermosos y terroríficos mosaicos con insectos. Sí, así, tal cual. Ally captura insectos de los que pululan en su poblado de Texas para hacer con ellos arte: yeso, pinturas, pedazos de vidrio… y hartos bichos componen sus piezas.

susurros

¿Extraño? Quizá, pero es la única forma en que los condenados insectos se callan.  ¿No les dije? Ally escucha voces: los insectos y las plantas le hablan. Pero ella no dice nada porque parece ser la maldición de su familia que las mujeres enloquezcan. Pasó con su tatarabuela, su bisabuela, su abuela y su madre: todas acabaron en un manicomio. Así que en lugar de decirle al mundo que los insectos le hablan, hace arte con ellos, rezando por no perder la razón y acabar confinada, junto con su madre, en un hospital psiquiátrico. Así, entre la escuela, ir a patinar y llevar una vida tranquila al lado de su padre, transcurren los días de nuestra protagonista.

Los problemas inician cuando aparece Morfeo, el amigo imaginario de la infancia con alas de polilla negra y tatuajes con pedrerería alrededor de los ojos, para exigirle a Ally que regrese al Reino de las Profundidades, ese lugar que el tal Dodgson llamó “País de las Maravillas”, a rescatar a las criaturas que lo habitan, pues Roja está suelta. ¿Adivinan quién es Roja? Ya saben, esa mujer con la obsesión de cortarle la cabeza a todo el mundo. Todo se complica porque por la madriguera no cae sólo Ally, sino también su mejor amigo (y amor platónico) Jeb.

Así arranca la historia de tres tomos —Susurros, Delirios y Engaños— en los que Howard explora ese lado más oscuro que siempre pensó que Carroll desaprovechó en su historia original. Acá nada de lo que conocemos es lo que recordamos. Basta con se topen con el conejo blanco, que no es ni conejo ni tan blanco como nos lo pintaron, para que me crean. La versión loca pero dulce de Disney queda botada en la basura, para dar pie a un tipo de locura que seduce como sólo lo extraño y macabro puede seducir (disculpen, tengo un crush muy fuerte con lo creepy). Ally se enfrenta a sí misma, a sus temores más profundos y, claro, a enemigos mortales. La lógica no tiene cabida y es sólo el instinto lo que puede ayudarla a salir avante.

Como toda buena historia (¿?) pensada para adolescentes, existe un triángulo amoroso y un recorrido hacia el descubrimiento de sí misma.

Puedo acotar dos cosas: amo la locura, me repatean los clichés en los que ha caído cierto tipo de literatura. Sin embargo, como fan de lo oscuro, el enfoque de Howard me gustó mucho en sus dos primeros tomos. Eso sí, el tercero ya se me figuró una necedad “si es saga, han de ser tres tomos sí o sí” y bueno, es medio flojo y aburridón en pedazos.

Sin embargo, si les agrada el juego que les planteé al inicio, Susurros es un buen ejercicio resultado de tomar un mundo ya conocido y atreverse a explorarlo. Ya me contarán qué les pareció.

 

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VPVanessa Puga

También responde al nombre de Nerea o al apelativo de bruja. Dicen que nació en la Ciudad de México, pero ella sospecha que la inventaron las novelas de fantasía y aventura y la aventaron en un mundo que no le corresponde. Tiene un serio crush con lo creepy. Ávida lectora y escritora —de preferencia a mano, con letra cursiva y tintas de colores—, es imán de geeks aunque no entienda todos los fandoms. Hornea panqués cuando está excesivamente estresada.

Twitter: @Nereavpv