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DE EXORCISMOS Y CAPRICHOS

Laura Martínez Abarca

 

 

Yo te exorciso, espíritu inmundo, enemigo de la fe, enemigo del género humano,

conductor de la muerte, padre de la mentira, raíz de todos los males,

seductor de los hombres, provocador de los dolores.

RITUALE ROMANUM

 

 

Aunque en estos tiempos decir que a una persona se le metió el diablo suena más a mofa que a una posibilidad real, la idea de estar poseído es antiquísima. Familiarizados con espíritus de diversa índole los pueblos arcaicos explicaban la posesión a partir de fenómenos o sucesos incomprensibles; así, la enfermedad espiritual o corporal originada sin causa exterior reconocible se atribuía a la acción de los demonios o al espíritu de un muerto. El que actualmente la tradición católica admita la existencia de un ente maldito en busca de un cuerpo humano al cual incorporarse para destruirlo, es resultado de un largo proceso.

Si bien a estas alturas es difícil aceptar los postulados de la llamada iglesia católica apostólica romana, sobre todo si no ignoramos el encono con el que vilipendia a quienes no siguen sus prescripciones morales, llámense homosexuales, mujeres que abortan o aquellos que utilizan métodos anticonceptivos –por mencionar algunos–, mucho de lo que conocemos respecto al fenómeno de la posesión proviene de ésta. En consecuencia, la filmografía alrededor del tema con sus inocentes rostros contorsionados, cuerpos dislocados, vómitos de guacamole y voces aguardientosas blasfemando, me generaba resquemor porque, sin querer exagerar, es un cine que en cierta forma marca la tendencia ideológica impuesta por una institución religiosa que deja mucho que desear. El destino, sin embargo, trajo a mis ojos un libro que tentó mi curiosidad gracias al Capricho de Goya que ilustra su portada, en el que un rebaño de fieles le reza a un tronco de árbol vestido con un hábito de monje. Sobre la estampa se lee El exorcista.

Capricho 52, lo que puede un sastre! 1799, Goya

Publicada en 1971, la historia es conocida: después de agotar toda instancia médica la madre de Regan MacNeil, niña de doce años, ve en el exorcismo la última de las esperanzas para salvarla. El ritual queda a cargo de Damien Karras y Lankester Merrin, sacerdotes jesuitas, quienes finalmente pagan con sus vidas la expulsión del demonio. Es importante mencionar que la novela no relata lo que para algunos podría ser pura ficción, sino que se basa en el exorcismo practicado en 1949 a un niño en Maryland, EU, a partir del cual el autor leyó todos los libros en inglés sobre el tema.

portada el exorcistaFiel a los paradigmas de nuestra época, el discurso religioso se opone encarnizadamente al discurso científico, para el cual la posesión tiene otros nombres: epilepsia, esquizofrenia, neurastenia, histeria, sonambulismo, empero, al quedarse sin respuestas “válidas” que expliquen dicho trastorno, la práctica exorcista cobra validez al ser vista como cura por sugestión, situación que explicaría la razón de por qué esta “enfermedad” sólo aqueje a los creyentes. La iglesia, no obstante, ha instituido la firme creencia en la posesión, entendida como “la toma del cuerpo de la víctima por el espíritu demoníaco en toda regla. El ser humano se convierte en un autómata, la personalidad del demonio se adueña de su carne y anula por completo su voluntad. El espíritu inmundo habla con su voz y percibe a través de sus sentidos”*. Así, el exorcismo es el ritual de expulsión de una energía maligna dentro de un prójimo y constituye, a decir de los representantes de dios en la tierra, la única cura posible al extraño mal.

Aunque la adaptación cinematográfica no dista mucho del libro, como casi siempre, la novela es superior. En ésta el padre Karras es un hombre que duda de su fe, la creencia en Dios se tambalea ante el horror humano y paradójicamente es la existencia del diablo la que demuestra a su espíritu atormentado la existencia de un dios que a pesar de mirar impávido el dolor humano, existe. Asimismo, la obra es un caudal de información en torno a temas estimados por la iglesia: misas negras, posesión diabólica, exorcismos, y, por otro lado, la explicación que la ciencia médica da a estas cuestiones a través de diversos padecimientos documentados, sintetizando con maestría las posturas de quienes se han encargado de explicar la posesión demoníaca.

De modo que la obra permite la exploración de un mundo en donde las fuerzas del bien se enfrentan ferozmente contra los espíritus del mal liderados por el Señor de las tinieblas, no como una representación pastoral o un mero recurso literario, sino como el combate primordial entre Cristo y Satanás. Por tal motivo, pese al transcurrir de los siglos, la iglesia católica no ha negado la posibilidad de la posesión diabólica, ya que este reconocimiento encarna la lucha cuerpo a cuerpo contra el creador de los sufrimientos del hombre mediante el exorcismo.

ENDEMONIADO DE GERASA.-ICONOSi indagamos, resulta interesante observar cómo a lo largo de los años tomó forma dicha práctica. Se sabe que el mismo Jesús realizó exorcismos en combate cósmico contra Satanás, sin embargo, estos son más parecidos a una oración profunda, un conjuro, para despedir al demonio de la víctima. Fue hacia el siglo II d. C que se agregaron elementos a la tarea del exorcista, entre ellos, saber que el demonio es quien habla y no el poseso, y descubrir el nombre del demonio para expulsarlo. Zenon de Verona en el siglo XII añade características que identifican al poseído: deformación del rostro, girar de ojos, espumarajos, aullidos y llantos.** En el Renacimiento se consideraba al diablo como la realidad del mal, del que sólo la iglesia y sus ritos podían liberarnos, así, Girolamo Mengui, “el mayor exorcista del siglo XVI”, hace su propia guía para exorcizar e incluye oraciones litúrgicas, lecturas del evangelio, invocaciones e imprecaciones.

En 1614, por orden del entonces papa Paulo V, se reúne el Rituale Romanum, texto que contiene los diversos ritos sacramentales que conceden al profano renacer bajo la gracia de Dios. Con la firme intención de liberar al hombre de las insidias del diablo, el capítulo más conocido, XI De exorcizandis obsessis a daemonio, contiene el procedimiento oficial para llevar a cabo cualquier exorcismo inscrito en la tradición católica. Entre las reglas generales, tal vez la más importante sea “no creer de inmediato que una persona está dominada por un espíritu maligno, sino que debe asegurarse de los signos por los cuales una persona poseída se distingue de una que sufre alguna enfermedad mental, especialmente una de carácter psicológico”. En este sentido, los signos que determinan con certeza la posesión diabólica son: “la posibilidad de hablar o entender idiomas que la persona no conoce (xenoglasia); la facultad de predecir el futuro o adivinar hechos ocultos; el despliegue de poderes que van más allá de la edad o condición natural del sujeto”*** que aunados a otras características como hablar sacando la lengua, facciones repugnantes, echar maldiciones, emitir voces imitando animales, espuma en la boca, labios azulados, mirada iracunda, cuerpo tembloroso,**** constituyen la evidencia.

rituale-romanum portada

En nuestra época ha persistido la idea del influjo diabólico gracias al impulso que cobró en la década de los 70. Sin duda, los acontecimientos más significativos son la publicación de la novela de Blatty y el caso real de Anneliese Michel, quien después de sufrir 73 sesiones de exorcismo murió a los 23 años en 1976. Antecedentes vivos que repercuten innegablemente en los filmes actuales respecto al tema y que excitan la idea del diablo en el vasto imaginario occidental.

Quizás en este mundo de cara al horror: guerras, tráfico de órganos, asesinatos de mujeres, hambruna, fanatismo, actos distintivos del hombre y que sobrepasan toda lógica, sea de locos creer en la existencia cabal del diablo, es decir, resulta ingenuo echarle la culpa al Maligno o lo que se supone es obra de él. No obstante, más allá de discernir a éste como la personificación de un rasgo inherente al hombre, esa parte maldita que nos induce a transgredir al otro, lo queramos o no, en la cotidianidad de los días, la obra de Blatty nos concede atisbar la fascinación del hombre frente al temor que supone entrañar el mal. La idea de estar habitado por un ente maligno con el poder de hacernos actuar como una persona ajena a quien somos, abandonados a la voluntad de otro, resuena en la imaginación del hombre, permitiéndonos vislumbrar la terrorífica posibilidad de la posesión.

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* Pieters, Simon: Diabolus; Minotauro, 2006.

** Arboleda & Tamayo: Teología, ciencia y posesión diabólica; Universidad Pontifica Bolivariana.

*** Blatty: El exorcista; Emecé, 2007.

**** Soto: El demonio: su naturaleza y esencia; Universidad Pontificia Bolivariana.

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lauraLAURA MARTÍNEZ ABARCA

Aunque todo parece incierto los hábitos se cumplen rigurosamente, sin pensarlo, miro mi mano derecha con una taza de café negro ¿de dónde salió? Pero qué sucederá, nadie lo sabe. Lo más probable es que veamos transcurrir la vida en espera de un vuelco que nos revire, como esos insectos tumbados sobre sí mismos haciéndose los muertos, aferrados a la vida.

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