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EL VAMPIRO COBARDE

Miguel Lupián

 

 

 

 

El pasado 5 de diciembre Beatriz Álvarez Klein publicó dos comentarios en la página de Facebook de Penumbria.

En el primero nos felicita:

Felicidades por su valiosa labor en la creación y difusión de la buena literatura de horror.

En el segundo nos hace una petición a nombre de Emiliano González (quien es ajeno al internet y las redes sociales):

Emiliano González también los felicita y pide que publiquen lo siguiente:

«Protesto por los insultos de que Beatriz Álvarez Klein y yo somos objeto en el cuento ¿Con qué sueña el vampiro en su ataúd? de José Ricardo Chaves (Ciudad Fantasma I; Almadía, 2013).»

EGPen

Como bien saben, Penumbria es un homenaje a la fantástica obra de Emiliano González, por lo que su mensaje me inquietó.

Mientras buscaba Ciudad fantasma entre los libros que no he podido acomodar desde la mudanza, el nombre de José Ricardo Chaves parpadeó en mi mente. Ya había escuchado ese nombre… Claro, él redactó la introducción de Mors ex vita de Clemente Palma (UNAM, 2005), autor que Beatriz y Emiliano incluyeron en El libro de lo insólito (FCE, 1989).

Al terminar de leer ¿Con qué sueña el vampiro en su ataúd?, me sorprendió que, siendo tan evidentes los insultos, Chaves se saliera con la suya por tanto tiempo.

En la ficha del autor en Ciudad Fantasma se lee lo siguiente:

chavesJosé Ricardo Chaves (1958), nacido en Costa Rica pero avecindado en México, es autor de las colecciones Cuentos tropigóticos y Jaguares góticos, del cual se ha extraído  el presente relato. Sus investigaciones en la UNAM se han orientado a examinar el ocultismo y la sexualidad del fin del siglo XIX, como lo demuestran sus libros Los hijos de Cibeles y Andróginos, así como su estudio sobre la vertiente fantástica de la literatura de Amado Nervo, en El castillo de lo inconsciente. Ha publicado igualmente las novelas Los susurros de Perseo y Faustófeles.

El cuento tiene muchas deficiencias, como señala Alejandro Badillo en su reseña literaria para la Revista Crítica:

 ¿Con qué sueña el vampiro en su ataúd?, de José Ricardo Chaves, y A pleno día, de Rodolfo J.M., apuestan por el relato de vampiros. El primero es, para mi gusto, la pieza más débil de Ciudad fantasma: un desempleado hereda una propiedad que le permite vivir sin trabajar y traficar ocasionalmente con drogas. Un día una muchacha lo visita esperando encontrar al antiguo dueño. El hombre le da hospedaje y ella se queda. Entablan una relación sentimental marcada por las drogas que consumen cada vez más. El autor dedica bastante espacio a narrar la vida de la pareja y llega un momento en que uno olvida que está leyendo una historia fantástica. Entonces entra en escena Henry Irving, un hombre que le renta una parte de la casa. Con el tiempo, el protagonista descubrirá a su inquilino como vampiro, ya que todas las noches chupa la sangre de la muchacha mientras está inconsciente por las drogas. El cuento llega a un clímax sexual entre los dos hombres y termina con la muerte de la muchacha y el vampiro. En todo el cuento hay una sensación de gratuidad, sobre todo en la segunda parte: los acontecimientos parecen valer sólo por su extravagancia pero no deparan ningún giro a la trama o plantean una relación más compleja entre los personajes.

Gratuidad encaminada a insultar a Beatriz y a Emiliano, como ya veremos.

Desde el título, ¿Con qué sueña el vampiro en su ataúd?, Chaves hace una clara referencia a Los sueños de la bella durmiente de Emiliano González (Joaquín Mortiz, 1978). Recuerdo a Ricardo Bernal, en el diplomado de literatura fantástica y ciencia ficción, preguntándonos, al presentarnos el libro de González, ¿con qué sueña la bella durmiente?

Los personajes del cuento se llaman Emiliano y Beatriz. ¿Coincidencia? Claro, si no consideramos el contexto. El gremio de escritores mexicanos fantásticos es pequeño, y prácticamente todos se conocen. En su momento, el binomio Beatriz-Emiliano era tan conocido y respetado como el de Doris (Camarena)-Ricardo (Bernal) y Raquel (Castro)-Alberto (Chimal).

Hasta el momento, todo apunta a un inocente tributo, que comienza a retorcerse cuando nos presenta a Emiliano:

Emiliano había estudiado varias carreras que nunca terminó, se dedicó a la venta de ropa y tampoco funcionó y ya se creía un verdadero fracasado y muerto de hambre a los treinta y cinco años…

Un día en que conversaba con unos amigos mientras tomaban unas copas y fumaban marihuana y jalaban cocaína, uno de ellos le sugirió que por qué no lo ayudaba a distribuir su mercancía, no en grande pero sí con algunos conocidos. De cada venta ganaría un cierto porcentaje. Fue así como Emiliano se convirtió en un pequeño traficante de drogas.

De Beatriz sólo se limita a describirla como …una mujer que, aunque hermosa, se vestía más bien de manera anticuada…, ingenua, pueblerina, que paulatinamente se fue aficionando a las drogas que le proporcionaba Emiliano…

Y continúa con las filias de Emiliano:

Le gusta observarla mientras yace drogada. Desnudarla, mover sus brazos, sus manos, jugar con su negra cabellera. A veces se masturba. Por su mente nunca pasa la idea de acostarse con ella, de poseerla físicamente. No, eso sería demasiado vulgar, es algo que puede hacer con otras mujeres, no con ella, con Beatriz, tan buena, tan angelical, tan inaccesible en su inocencia. También podría acostarse con otro hombre, no sería algo nuevo, le bastaría con ir a un bar de maricones y ligarse a un parroquiano…

¿Tendría pene? Sí, sí tenía. Para su sorpresa sintió el miembro erecto del vampiro, quien, sin embargo, seguía en su sueño, drogado por la sangre contaminada. Abrió la cremallera del pantalón  y se dio cuenta de que el vampiro no usaba ropa interior. Vio el pene erguido y palpitante de Henry, así como su ausencia de vello púbico (¿sería ésta otra marca de vampirismo, como la ausencia de imagen en los espejos?). Al palpar la fortaleza rosácea del miembro, Emiliano se excitó más y, saciado de sangre pero no de sexo, decidió succionar el falo del vampiro.

Beatriz muere, y a Emiliano le augura un miserable final:

Emiliano se aisló aún más del mundo. Dejó de vender drogas y hoy vive solo y miserable en aquella propiedad de putrefacción.

Me viene a la memoria el caso de un verdadero tributo entre escritores, protagonizado por Lovecraft y Bloch. En el cuento El vampiro estelar (The shambler from the stars; Weird Tales, 1935) Bloch mata de una forma horrible al personaje inspirado en Lovecraft. Por su parte, el demiurgo de Providence, en el cuento El morador de las tinieblas (The haunter of the dark; Weird Tales, 1936), le devolvió la cortesía matando a Robert Harrison Blake, personaje inspirado en Bloch. Todo esto rodeado de un aura de juego/tributo, donde se reconoce la importancia de la obra del otro. Es más, el propio Lovecraft, al enterarse de las intenciones de su amigo, escribió lo siguiente:

Certifico que Robert Bloch queda plenamente autorizado para retratar, matar, aniquilar, desintegrar, transfigurar, metamorfosear o bien maltratar al abajo firmante en el cuento titulado El vampiro estelar.

Nada que ver con el caso que nos atañe. Emiliano González confiesa que nunca ha tenido algún tipo de contacto con José Ricardo Chaves, aunque sí lo ha leído. Y Chaves, por su parte, utiliza el cuento para burlarse de la “fantasía erótica” en la obra de González.

Por supuesto que es válido criticar la obra del otro, pero siempre partiendo de la objetividad, colocando la obra por encima de su autor; no ridiculizándolo e incluyendo situaciones personales, tirando la piedra y escondiéndose en su ataúd.

Eso es un miserable acto de cobardía.

Todo los miembros del equipo editorial de Penumbria nos sumamos a la protesta de Emiliano González.

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yo-cobraMiguel Antonio Lupián Soto 

Ex alumno de la Universidad de Miskatonic, feligrés de la iglesia Cthulhiana y devoto de San Lemmy.

www.mortinatos.blogspot.mx

http://www.mortinatos.tumblr.com