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J. R. R. TOLKIEN y C. S. LEWIS

o de por qué prefiero vivir en Rivendel que en Cair Paravel

(2/2)

 

Ceci Oliveros

(primera parte)

 

4. Seres y criaturas

Lewis y Tolkien compartían un gusto por la mitología nórdica. Leían los Eddas por afición en reuniones previas a los Inklings. El detalle que intento exponer –si es que lo consigo– es cómo ese conocimiento y afición de los mismos temas puede ser enfocado de formas opuestas.

Al leer Las crónicas de Narnia el primer sentimiento en aflorar fue la confusión del revoltijo. Duendes, enanos, sátiros, faunos, sirenas y, para rematar, un bulldog que habla. ¿Qué hace una ninfa griega con un enano escandinavo? Desconfío de los faunos (seres algo pervertidos y con afición al vino), pero al parecer el señor Tumnus era bastante decente.  La génesis de estos seres, y de Narnia misma, se relata como una alegre explosión de vida y alegría, que puebla en instantes el mundo  mágico de la imaginación. En pocas palabras, Lewis adorna su mundo con seres fantásticos, sin profundizar mucho de donde salieron. Por carecer de historia previa, o explicación, por muy simple que fuese, toda esta variedad de seres se reduce a una colección de diferentes personajes usando diferentes vestuarios, descritos de forma superficial, sólo de adorno. Tenemos sirenas porque ¿qué  mar estaría completo sin sirenas? Hay gigantes, a todos nos impresionan los gigantes, y claro, enanos. Hasta en Blancanieves hay enanos. Lewis tiene una predilección por el bestiario griego (un minotauro, faunos y el mismo dios Pan), y la marcada presencia de mundo animal, quizá como representación del Jardín del Edén, donde hombres y animales convivían en armonía antes del pecado original. Pues eso es Narnia, un lugar paradisíaco, donde se privilegia el valor y la inocencia, donde no existen guerras  y dolor, y “en varios siglos lo único que se recordó fue  la fastuosidad de un banquete” (Las crónicas de Narnia: La última batalla).

Así, entre ser un ratón espadachín, un gato parlante, un gigante medianamente inteligente o un centauro, no hay mucha diferencia, porque lo importante son las valores humanos que presentan -llámese valentía, coraje, entusiasmo…-, es decir, todos los personajes son básicamente personas en distintos tamaños, colores de piel y cantidad de cabello.

En Tolkien lo que sobran son las historias y las explicaciones. El Silmarillion, un conjunto de relatos, algunos inconclusos , otros sin pulir, nos relata el origen y genealogía de los elfos, la creación de la Tierra Media, el papel del Hombre, los grandes Reinos de antaño, y, por si fuera poco, en los Apéndices de El Señor de los Anillos, se amplían estas explicaciones a niveles que rayan en lo absurdo.  ¿Sabían por qué se le llama así al Día de Durin? ¿Cómo se llama el hijo de Aragorn y Arwen? ¿El tipo de calendario que usan en la Comarca? Lean los “Apéndices”. Christopher Tolkien menciona en el prólogo a su edición a Los Hijos de Húrin que la intención de su padre era recrear la historia literaria de un pueblo, que narraría los orígenes mitológicos de la Tierra Media (Nota 4). Suena complicado. Lo es, y como no tienen idea. La vida de Tolkien no alcanzó para lograrlo. Pero alégrense, estuvo muy cerca.  Dejó suficientes migajas en el camino para que pudiéramos seguirlo, y suficientes explicaciones  para comprobar que los seres fantásticos que habitan la Tierra Media tienen una razón de existencia que va más allá de la ocurrencia estética.

Mientras que en Narnia los seres fantásticos son representaciones de facetas humanas, en la Tierra Media los hobbits, enanos, elfos y demás, al tener sus orígenes independientes y perfectamente delimitados, desarrollan su propia sensibilidad y pensamiento, ajeno al humano. Por tal razón, la convivencia idílica entre seres y bestias al estilo narniano es muy difícil. Los elfos tienden a minimizar al hombre por sus cortas vidas y propensión a la arrogancia, y ven con recelo a los enanos por su afición a los metales preciosos. Los hombres, a su vez, piensan que los elfos son misteriosos y no de mucho fiar (sean sinceros, si alguien se les presenta diciendo: “he vivido más de tres mil años y continuaré viviendo cuando tu civilización no sea más que moho”, ¿se sentirían cómodos?). Los enanos ni se fijan en los hombres, y de los elfos, opinan que son unos pusilánimes y deberían incluir más carne en su dieta.

Cerrando este punto, lo que diferencia al hobbit del enano no es la ausencia de barbas o el gusto por los dobles desayunos. En la Tierra Media,  pertenecer a una raza es tener dentro de ti la memoria histórica de tu pueblo, sus poemas, batallas y derrotas. Es más que tener las orejas puntiagudas y que la edad se te note en la mirada. Es mucho más.

Los Ainur

Los Ainur

5. Cristianismo

A riesgo de enfadar a mis camaradas fervientemente ateos, debo señalar que tanto Lewis como Tolkien sostienen una clara influencia de pensamientos cristianos en sus obras. Leí una vez una reseña en una revista de cine que clamaba: “Tolkien, ¿una lectura cristiana?» (o algo así, mi memoria es extraña.) Pero sí, es cierto, El Hobbit y El Señor de los Anillos pueden leerse bajo una perspectiva meramente cristiana. Esta perspectiva es mucho más clara con Las Crónicas de Narnia.

C. S. Lewis utilizó la imagen de Aslan, el león, como una representación de Jesús. Su muerte  como sacrificio para salvar al “pecador” Edmund, su resurrección, las dos niñas en su papel de Magdalena y María, la mención de su Padre, un poder más allá de los poderes. No se necesita ser muy observador para encontrar en todas las historias algo que vuelva a Aslan en un símil del Nazareno. La cosa no para ahí. En La Travesía del Viajero del Alba se presenta con detalles  al niño Eustace Scrubb, totalmente opuesto a Edmund y a Lucy, pues al parecer es un niño moderno, quejoso y una molestia andante. El mensaje aquí parece ser que la fe salvará a todos, incluso a los más incrédulos. No contento con eso, Lewis hace que la acérrima enemiga de Narnia sea  Calormen, un país árabe, con turbantes, harems, arena y una ciudad tipo Babilonia, incluyendo un dios profano y herético, para acabarla. Terminan Las Crónicas de Narnia con el tema de la idolatría y las religiones corruptas, donde la fe verdadera libera a este mundo para siempre del mal y lo lleva a un estado filosófico de felicidad infinita. Aslan es entonces la representación de la bondad divina, el creador y vigilante del mundo, un ser sin tacha y sin tiempo.

Tolkien también tiene un Dios Creador. Erü o Ilúvatar. Todopoderoso, que diseñó a los Ainur, seres divinos y también dotados de magia creadora. Pero si Lewis quiso iniciar su historia llevándonos directamente a la fe cristiana, Tolkien está más interesado en crear una mitología más parecida a la nórdica. Los Ainur -quienes nunca se proclamaron dioses, pues todos respetan al Creador, Ilúvatar– llenan a la Tierra Media de vida y, después, se retiran a la, inaccesible para los mortales, isla de Valinor (¿una forma de representar el abandono de las mitologías activas con cultos establecidos, a una mitología de leyendas, casi literaria?), dejando solo a Melkor, el maligno. La Tierra Media está apartada ya de las intervenciones divinas o místicas. Dios y su corte se han retirado a un plano de pacientes observadores, esperando el momento en que la última vida del hombre se apague y todos vuelvan a reunirse bajo el trono de Ilúvatar. (Nota 5)

¿Entonces, dónde colocamos la perspectiva cristiana? Tolkien la coloca no en los personajes o en las situaciones, sino en los valores, esos valores cristianos que usualmente se pierden por la carcasa oxidada del dogma y los artilugios religiosos. El autosacrificio, la amistad, la nobleza, la honestidad, el valor, la justicia, la resignación y la esperanza son todos esos mensajes que Jesús trató de decirnos. “Bienaventurados los débiles, pues de ellos será el Reino de los Cielos”. ¿Quiénes son los débiles? Los hobbits. El sacrificio de la vida propia, como Jesús lo hizo en la cruz, premiado con la resurrección, es el sacrificio de Frodo al llevar una carga tan pesada, y casi morir al tratar de destruirla, teniendo como recompensa un futuro pasaje en el último navío élfico a las tierras de los Ainur.

Por supuesto que mi interpretación puede ser controversial, pero lo cierto es que Tolkien era un hombre de fe, y con esa fe alimentó a sus personajes. Repito, en El Hobbit y en El Señor de los Anillos no se encuentran analogías ni moralejas, sino valores. Siempre es más fácil matar que dar vida, herir que curar, odiar que amar. Estoy segura que Jesús habría dicho algo parecido en alguno de sus sermones. Debió haberlo hecho.

Los guerreros de Fantasía

Los guerreros de Fantasía

6. Final

C. S. Lewis mantuvo sus Crónicas de Narnia  en un nivel alcanzable al público infantil. Desde el primer hasta el último libro, por esta razón evitó historias demasiado complejas.  Su meta, a mi entender, era hacer libros para niños que les resultaran entretenidos, bien narrados y con mensajes de valores y moral. Hay muchos ejemplos en donde se premia al inocente y valeroso, y se castiga al malo y al traicionero. Con toques de filosofía platónica, Narnia es un mundo etéreo, que se repliega en sí mismo, formando una espiral interminable, porque Narnia está hecha de ideas, y las ideas son perfectas y las ideas no se miden bajo los cánones de la materia, como tiempo o espacio.

J. R. R Tolkien, por otro lado, quiere contar una historia. Una historia desde el Génesis hasta donde sea posible narrar, en un afán literario lingüístico, como prueba de que cada una de las palabras que usamos tiene raíces, y al igual que los árboles, crecen, dan ramas, hojas, frutos y se marchitan. Lo curioso es que en la Tierra Media, como en el mundo real, las lecciones de vida no se encuentran en moralejas o proverbios. Para aprender de la vida hay que aventurarse en ella.

A veces los lectores adultos nos pasamos de exigentes. Estudiamos las lecturas con la lupa de nuestra cultura y gustos previos (Nota 6). Sin embargo, no olviden que son historias para niños, y ellos son quienes deben juzgarlos y disfrutarlos.  Algunos elegirán entrar a través de un ropero o tocar una puerta redonda y verde. No podremos saberlo hasta dejarlos partir al interior de esos hermosos mundos.

La misión de nosotros, lo adultos, es incitarlos a tomar el camino por su propia cuenta.

hobb

Notas

Nota 4

Hay una línea muy fina que divide la historia, la narrativa y la literatura de ficción. Algunos pueblos han desarrollado obras en donde se mezclan estos tres aspectos, por ejemplo, La Ilíada para la Grecia Antigua, en un ámbito más cercano encontramos Beowulf, El Cantar del Mío Cid y El Cantar de los Nibelungos, para los pueblos anglosajones, españoles y alemanes, respectivamente. La intención de Tolkien era crear tres obras separadas, El Silmarillion, La Balada de Beren y Lúthien y Los Hijos de Húrin, las cuales, al ser leídas individualmente, emularán las grandes narraciones en verso épico de la literatura medieval. Pero, al ser leídas en conjunto, pudiesen delinear la historia de la Tierra Media, así como nosotros podemos, no sin mucha controversia, delinear la historia del pueblo de Israel al leer ciertos textos de la Biblia.

Nota 5

Lo admito, al momento de escribirlo me percaté de que di una explicación ofensivamente sencilla de los eventos ocurridos en El Silmarillion, pero mi intención es solamente exponer a grandes pinceladas el planteamiento del concepto de divinidad de Tolkien. Les recomiendo su lectura, y que saquen apuntes mientras lo hagan, porque pueden perderse adentro.

Nota 6

Estaba curioseando algunos libros de un pariente cuando llegó a mis manos un ejemplar modesto de Alicia en el País de las Maravillas, y no dudé en pedírselo prestado por un corto tiempo, ya que él tiene hijos pequeños a quienes podrían interesarle el cuento. El me lo regaló de inmediato, diciendo que no soportaba leerlo por sus “obvias insinuaciones pedofílicas”. Si las tendrá o no, me considero incapaz de asegurarlo, pero lo que sí sé es que a los niños les gusta leerlo, se divierten imaginando al conejo blanco y los sufrimientos del lagartijo Bill. Es uno de los pocos libros que les he leído de cabo a rabo. Seguramente no captarán a la primera las implicaciones matemáticas incrustadas en la historia, pero eso es una broma secundaria a los adultos que leen el libro. Lo importante es que Alicia, aun después de todos estos años, es capaz de mantenerse activa y traviesa en su imaginación.

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dark_fairy_by_evergard-d52qkm4Cecilia Oliveros

Soy una mujer renacentista, amante del té y los gatos. Para mí la literatura, en especial la fantástica, ha sido un deseo innato de mi corazón. He escrito desde que tengo uso de razón. Por lo que soy autodidacta, en cierto sentido, pero en otro, mis maestros han sido los grandes literatos del pasado, y aprendo con base en sus obras.
Soy escritora, amo escribir y seguiré escribiendo hasta que Muerte venga a visitarme