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LOS EXPEDIENTES QUE NO MUEREN

I

Alejandra Rodríguez Montelongo

Segunda parte

 

También los expedientes mueren, murmuro.

La rabia se parece mucho a la resignación. La impotencia al espanto.

Cristina Rivera Garza, El invencible verano de Liliana

I- LOS DISCURSOS ARCHIVADOS

González Echeverría, en Mito y Archivo. Una teoría de la narrativa latinoamericana, explica que “la narrativa adopta la forma del discurso que en su momento se arroga la autoridad suprema con respecto la expresión de la verdad, es un simulacro”[1]. Así, durante el periodo colonial el modelo legal habría sido ese discurso hegemónico; en el siglo XIX, los viajes científicos y cartográficos; en el siglo XX, el antropológico; y en la década de 1950, la reescritura misma del archivo.[2] Siguiendo la tesis de Echeverría, cabría preguntarnos por las obras literarias que se producen en la actualidad y aquellos discursos hegemónicos que permanecen de fondo.

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Sería imposible tomar en cuenta todas las obras producidas en los últimos 10 años; incluso, probablemente, aún sea muy pronto para aventurar una respuesta. No obstante, a riesgo de juicios apresurados, me gustaría comentar un fenómeno que cada vez veo más en aumento: las literaturas que abordan la violencia de estado. Pasando desde Antígona González de Sara Uribe, Señorita vodka de Susana Iglesias, Por el lado salvaje de Nadia Villafuerte, Perra brava de Orfa Alarcón, Temporada de huracanes de Fernanda Melchor, la reescritura de Raúl Zurita en Los anillos de Daniela Ruelas, Maktub de Fanny Moran, Las voladoras de Mónica Ojeda, Pequeñas desaparecidas de Carmen Macedo Odilón, las antologías La casa sin sosiego (al cuidado de Juan Manuel Roca) y País de sombra y fuego (curada por Jorge Esquinca), Hasta encontrarte: Crónicas de búsqueda de las rastreadoras del fuerte de Denisse Pohls, hasta la más reciente obra de Cristina Rivera Garza: El invencible verano de Liliana.

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Para Sayak Valencia el siglo XX puede ser entendido como sinónimo de violencia radicalizada a través del neoliberalismo y la globalización, una realidad gore.[3] En Latinoamérica, por ser parte del llamado Tercer Mundo, y en el norte de México además por compartir su frontera con Estados Unidos, este capitalismo gore aparece aún más pronunciado al ser el lugar donde se producen las mercancías producto de esta violencia (prostitución, drogas, venta de órganos, etc.). Valencia señala que la ejecución de la violencia conlleva beneficios económicos para algunos de igual manera que la espectacularización y posterior comercialización de dicha violencia.[4]

Al respecto, en el campo literario los escritores pueden llegar a tomar una serie de posturas ante este hecho, desde intentar ser indiferentes al entorno social o elegir plasmar dicha violencia en sus obras como parte del contexto evidenciando una realidad (como se ha señalado que ocurre en la literatura del narcotráfico)[5] hasta monetizar la violencia bajo la fórmula del Best-Seller. Otra opción más, y es de esta de la que me gustaría hablar en el presente trabajo, es la necroescritura y la desapropiación como respuestas al capitalismo gore y su necropolítica.

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Si bien en varias de las obras arriba mencionadas resalta el contexto social sumido en el horror de la necropolítica, es necesario contemplar también los recursos que algunos autores utilizan para apropiarse de dicho entorno y pasarlo al papel. El archivo y la reescritura aparecen como herramientas literarias y la obra artística retoma las voces de la sociedad, ya sea a través de la cita, la recuperación de testimonios, la ficcionalización de notas periodísticas, etc. Cristina Rivera Garza aborda este fenómeno en su libro ensayístico Los muertos indóciles: Necroescrituras y desapropiación, libro que surgió a partir de una columna de opinión en el periódico Milenio que comenzó a escribir en 2007, poco antes de la toma presidencial de Felipe Calderón.

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La escritora Rivera Garza señala que el panorama social inmerso en la necropolítica durante el periodo de Calderón y su llamada “Guerra contra el narco” le llevó a reflexionar sobre cómo la literatura reaccionaba ante aquel horrorismo contemporáneo. Es decir, en palabras de Adriana Cavarero, aquella violencia que, cercana al terrorismo, paraliza, no tanto por el temor a la muerte misma, sino por la ofensa a la dignidad y condición humana y el horror a la posibilidad de que aquel que contempla la escena pueda ocupar el lugar del cuerpo desmembrado, el cuerpo separado de su unicidad.[6]

Rivera Garza, siguiendo el término propuesto por Adriana Cavarero, señala cómo el Estado, en especial en el caso de México, termina por convertirse en una máquina de guerra, y ante tal situación la literatura puede optar por intentar escapar de la instrumentalización atroz del capitalismo,[7] corriendo el riesgo de que sus estrategias sean absorbidas nuevamente por el capitalismo, o bien puede la literatura buscar procesos de escritura dialógicos que cuestionen el desplazamiento mercantil de la obra, su autoría y la apropiación del escritor de aquello que le rodea y pertenece a la comunidad: el lenguaje.[8] A estas escrituras, que responden a las condiciones de mortandad extrema, Cristina Rivera Garza las denomina como necroescritura, y a la poética que reconoce la apropiación de lo comunitario y su interdependencia, regresando el texto a la comunidad que lo vio nacer, la llama desapropiación.[9] En algún punto, la autora señala que en el futuro espera, desea, que las obras literarias se conviertan en un puro agradecimiento, un reconocer a quienes contribuyeron en su creación. De tal forma, el autor no es un genio absoluto para Cristina Rivera Garza, sino un sujeto en deuda con su comunidad, con aquellos que le rodean y le han prestado las palabras, historias, experiencias e ideas, pero, sobre todo, el lenguaje, el mayor bien común.

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En un principio dichas propuestas pueden llegar a resultar incluso utópicas; no obstante, ante una sociedad inmersa en el capitalismo gore, tal vez llevar al extremo la desapropiación sea una opción viable y tal vez hasta necesaria. Cuando hablamos de desapropiación nos referimos a obras como Antígona González, donde la voz poética se intercala con diversos discursos que, de no encontrarse en la obra conceptual de Sara Uribe, tal vez no serían considerados “artísticos” o, tal vez, incluso quedarían en el olvido; pero al ser retomados por la autora y reescritos en conjunto con otros, terminan por configurar un poema polifónico que no solo aúna diversas voces sino que termina por convertirse en archivo de esas experiencias: las de miles de personas desaparecidas y sus seres queridos que no se resignan a permanecer sin encontrar siquiera sus cuerpos. Esta obra conceptual, ideada y firmada en la portada por Sara Uribe, reconoce en su interior a todos esos otros colaboradores y nombra parte por parte los fragmentos “donados”. Otro ejemplo de esta necroescritura y desapropiación es la más reciente obra de la propia Cristina Rivera Garza, El invencible verano de Liliana, una novela biográfica en la cual la autora reconstruye la vida de su hermana asesinada hace 30 años a manos de su exnovio, Ángel González Ramos. En nuestra siguiente nota abordaremos esta obra de manera detenida.

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[1]Roberto González Echeverría. Mito y Archivo: Una teoría de la narrativa latinoamericana. Fondo de Cultura Económica. México, 2011, p.11.

[2] Cfr. Idem.

[3] Sayak Valencia Triana. Capitalismo Gore. Melusina. España. 2010, p.26.

[4] Idem.

[5] Cfr. Felipe Oliver Fuentes Kraffczyk. Apuntes para una poética de la narcoliteratura. Universidad de Guanajuato. México. 2013, pp.11-12.

[6] Cfr. Adriana Cavarero. Horrorismo: Nombrando la violencia contemporánea. Anthropos. México, 2009, pp.21-26.

[7] Cristina Rivera Garza no lo denomina como gore ni retoma la lectura de Sayak Valencia, sin embargo podemos notar como ambas autoras observan y reflexionan la misma problemática.

[8] Cfr. Cristina Rivera Garza. Los muertos indóciles: Necroescrituras y desapropiación. Debolsillo, México, 2019.

[9] Idem.

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REFERENCIAS

Cavarero, Adriana. Horrorismo: Nombrando la violencia contemporánea. Anthropos. México, 2009.

Fuentes Kraffczyk, Felipe Oliver. Apuntes para una poética de la narcoliteratura. Universidad de Guanajuato. México. 2013.

González Echeverría, Roberto. Mito y Archivo: Una teoría de la narrativa latinoamericana. Fondo de Cultura Económica. México, 2011.

Rivera Garza, Cristina. El invencible verano de Liliana, Penguin Random House, México, 2021.

Rivera Garza, Cristina. Los muertos indóciles: Necroescrituras y desapropiación. Debolsillo, México, 2019.

Valencia Triana, Sayak. Capitalismo Gore. Melusina. España. 2010.

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Alejandra Rodríguez Montelongo

Zacatecas (1993).

Psicóloga y maestra en Literatura Hispanoamericana.

Suele conjurar lo fantástico y lo siniestro escondido en la tinta de las escritoras.

Es autora del libro de cuentos Canto de enredaderas (2021).

Ha sido becaria del PECDA y fue reconocida en 2021 con el Premio Estatal de la Juventud (Zacatecas) en la categoría de Literatura.

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