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Los horrorosos placeres de la tecnología

 

Juan Albor

 

¿Cuál fue la mayor falta de Victor Frankenstein? ¿Fue su creación, abominable ante los ojos de cualquiera que lo mire? ¿O quizás el hecho de abandonar a la criatura, a causa del mismo egoísmo que lo llevó a darle vida?

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La curiosidad humana nos ha llevado a explorar el universo y nuestra propia naturaleza, en la búsqueda de sentido. Algo que nos caracteriza como especie, de acuerdo con Carl Sagan en Los dragones del Edén, es nuestra capacidad de ver más allá del futuro inmediato y, por lo tanto, sacrificar el placer individual inmediato, a cambio de mayor seguridad en lo colectivo en el futuro.

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Eso es la base de la razón y su lugar en la evolución, que nos ha traído hasta donde estamos. Sin embargo, nuestra previsión también nos llena de horror, el cual exploramos en la ciencia ficción, como en ningún otro género.

El horror puro explora desde lo sobrenatural hasta a los individuos más grotescos y se puede adentrar en cualquier género. No obstante, la ciencia ficción, lejos de sus orígenes utópicos, se muestra como un espejo de los horribles futuros que nos esperan y, peor aún: cómo somos los culpables de tales cosas.

 

Aceptémoslo, necesitamos ser un tanto morbosos para disfrutar historias en las cuales la sociedad se ha deteriorado hasta el punto en el que el mundo termina en una de las mil formas que la ficción ha representado dicho escenario.

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Asimismo es desesperanzador ver al sinnúmero de cuentos y novelas en los que los horrores de la sociedad como la pobreza y la guerra no han desaparecido, aunque haya viajes espaciales, colonias en otros planetas y contacto con especies inteligentes. Lo más triste: no es increíble.

Somos un reto para la ciencia ficción.

Una de las críticas a algunas historias en las que hay otras especies inteligentes, es que muchas de ellas se comportan como nosotros. Algunos autores han superado esto, pero no deja de ser difícil: muchas similitudes con los humanos se vuelven cliché, mientras que demasiada lejanía interrumpe la credulidad y la empatía.

De esa misma forma, alcanzar los sueños de una época, o la demostración de su imposibilidad, es un reto nuevo que también nos obliga a enfrentar los horrores de quiénes somos, qué queremos y hacia dónde vamos.

Muchos ideales de la ciencia ficción del siglo XX han sido alcanzados, superados o descartados. Si bien hay algunos temas comunes como el contacto con vida extraterrestre, es necesario imaginar nuevos horizontes.

No se trata sólo de pedir originalidad y nuevas ideas como amante del género. Esto es sobre soñar con nuevas metas que impulsen a otros, pues la ciencia ficción de autores como Verne y Wells sirvió de inspiración para avances científicos.

La imaginación, a veces criticada e infantilizada, es un motor para ayudarnos a mejorar y quitar un poco de la oscuridad que vemos en el futuro. Sólo así podremos dar otro paso para disminuir los horrores que nos esperan y somos capaces de crear y dejarlos a la fantasía y al entretenimiento. Por eso siempre pediremos más ficción, por favor.

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jalJuan Albor es editor de tiempo completo y un escritor muy incompleto. Adora aprender cosas nuevas y es tan curioso que si fuera gato ya habría muerto más de 7 veces. Transhumanista, amante del Earl Grey y la fotografía.

@lector.urbano

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