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LOS MOTIVOS DEL CANÍBAL

II

 

Laura Martínez Abarca

¿Canibalismo? ¡No, era hambre!*

Primera parte 

 

Roland Topor

Roland Topor

Ingenuo sería pensar que los europeos no supieran del canibalismo antes de su llegada al continente americano, sin embargo, éste no tiene nada que ver con la concepción devocional del ritual, sino con las hambrunas; entre ellas, la que aquejó a Europa en la Baja Edad Media en gran medida por los cambios climatológicos que provocaron la pérdida de las cosechas en 1315, época en la que se gestó el cuento germano «Hansel y Gretel»: dos niños abandonados en el bosque porque sus padres no tenían qué darles de comer. Los hermanos, al ver que no regresaban por ellos, decidieron encontrar el camino hasta que llegaron a una casa construida con dulces deliciosos habitada por una vieja que los capturó para comérselos. La falta de comida ha protagonizado historias de canibalismo que podrían llenar cientos de hojas básicamente porque la carencia de alimentos ha sido una constante en el paso del hombre por la Tierra.

Hansel y Gretel por Lorenzo Mattotti

«Hansel y Gretel abandonados a su suerte en el bosque», Lorenzo Mattotti

En sociedades en las que ingerir carne humana es vista como una atrocidad, lo más terrible no sería comer la carne de los humanos caídos, sino asesinar con la esperanza de vivir un poco más y quizás así lograr la salvación. ¿Pero qué hacer si nadie muere y comer se hace imperioso? ¿Si de momento, como en las caricaturas, comienzas a ver en las personas que te rodean un festín andante de alimentos? Escena que sin duda insinúa la posibilidad de que, en medio del delirio causado por el hambre, te comas al de a lado pensando que éste era un suculento manjar y no una persona.

Caníbales_preparando_a_sus_víctimas

«Caníbales preparando a sus víctimas», Goya (1798-1800)

La occidentalización del mundo ha hecho del canibalismo un tabú que sólo se tolera en situaciones extremas. Por supuesto, la comprensión de tal acto no cabe ni siquiera imaginarlo en geografías azotadas por el hambre. Aún se tiene la esperanza de erradicar el hambre con medidas que apelan al sentido común de los hombres. No sorprende, pues, enterarse que la hambruna es exclusiva de los países “en vías de desarrollo” y que mientras las acciones emprendidas para evitar que ésta mate a más gente –y que necesariamente tendría que influir en situaciones fomentadas por los propios gobiernos: pobreza, guerras, descuido de la producción agrícola–, alrededor de 805 millones en el mundo la padecen[1] y cerca de 6400 niños mueren al día por malnutrición.[2]

¿En ese tipo de situaciones límite el canibalismo sería una solución como lo fue para los sobrevivientes del naufragio de la balsa de la Medusa en 1816 o del vuelo 572 que cayó en los Andes, donde subsistieron gracias a la carne de los compañeros muertos?

La razón es la misma: hambre.

La balsa de la Medusa GÉRICAULT 1818-19

«La balsa de la Medusa», Géricault (1818-1919)

Una de las mejores descripciones que existen del hambre y su padecimiento la da Ovidio en las Metamorfosis:

Vio al Hambre en un campo pedregoso, que arrancaba con las uñas y los dientes las escasas hierbas. Su cabello era hirsuto, sus ojos hundidos, el rostro pálido, los labios blanqueados por la suciedad (de una barba), la garganta áspera por la ronquera; su piel, dura, a través de la cual podían apreciarse sus entrañas; sus huesos descarnados sobresalían bajo la curva de la región lumbar; el hueco del vientre se hallaba en vez del vientre; podrías creer que el pecho le colgaba y que no se sostenía más que por el enrejado de la espina dorsal. Su delgadez había hecho sobresalir sus articulaciones y la rueda de las rodillas estaba hinchada y los talones presentaban una enorme protuberancia.[3]

Por causar la ira de Deméter, diosa de los cereales y las cosechas, al profanar los antiguos árboles sagrados, Erisicton fue castigado con llevar dentro de las entrañas al Hambre. El deseo insaciable de comer se apoderó de éste sin que nada pudiera calmarlo. Es más, la necesidad de comer incrementaba con cada bocado que daba. Cuando acabó con sus bienes, vendió a su hija, pero una vez que hubo consumido todo comenzó a devorarse a sí mismo: “Él mismo empezó a arrancarse a mordiscos sus miembros y el infeliz alimentaba a su cuerpo disminuyéndolo”.

Erisicton TARINGA

Erisicton

Seamos conscientes o no de la próxima escasez de alimentos a nivel mundial, si vivimos lo suficiente, probablemente nos toque enfrentarnos, si no a la decisión de aniquilar a otro por hambre, sí a la de ver en la carne humana una fuente de subsistencia que nos lleve –como en Soylent Green– al consumo racionalizado de ésta, porque, bueno, parece que ya somos muchos y a cada instante seguimos siendo más y más.

Soylent green

Continuará…

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* Pasaje escrito por Antonio Hernández, quien sobrevivió a Mauthausen, campo de concentración nazi. En Los últimos años de Mauthausen de Carlos Hernández de Miguel.

[1] https://es.wfp.org/hambre/datos-del-hambre

[2] http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/11/19/actualidad/1353345552_548768.html

[3] Ovidio, Las metamorfosis (Libro VIII), México, Porrúa, 2006

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Máscaras (1)LAURA MARTÍNEZ ABARCA

Aunque todo parece incierto, los hábitos se cumplen rigurosamente; sin pensarlo, miro mi mano derecha con una taza de café negro: ¿de dónde salió? Pero qué sucederá, nadie lo sabe. Lo más probable es que veamos transcurrir la vida en espera de un vuelco que nos revire, como esos insectos tumbados sobre sí mismos haciéndose los muertos, aferrados a la vida.

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