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Bitácora de navegación del Nautilus 13

QUE LA MANO SE ALCE PARA ACARICIAR Y NO PARA GOLPEAR

Marina Ortiz

 

En la columna pasada mencioné a la novela Loba (2015) de Verónica Murguía. Hoy continúo con mi reflexión. Es una obra de “fantasía medieval”, un género que recrea algunas de las condiciones del medioevo y con elementos sobrenaturales. Dos cosmovisiones, realista y mítica, diversificándose. Las obras pueden apoyarse más en una u otra: con la realista tendremos un mundo muy semejante al nuestro, incluso puede presentar eventos de nuestra Historia, con aspectos fantásticos que no trastocan la lógica lineal, material y rígida del realismo (por ejemplo, Juego de tronos); por otro lado, con la mítica tendremos ficciones con pocas ataduras a la Historia y a la experiencia corporal humana (pienso en la gran diversidad de folclores de todo el mundo). Se puede re-imaginar el pasado o bien crear un mundo nuevo por completo. Loba parece balancearse justo en medio.

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En otras columnas[1] he hablado sobre la concepción mítica del mundo: una realidad dividida en dos, siendo el plano sobrenatural el que gobierna, rodea y determina al natural[2]. Una relación jerárquica en la que el poder fluye desde el origen inaccesible de lo divino o mágico y así se detonan los sucesos de la trama. En nuestra época moderna-contemporánea dicha cosmovisión se ha revalorado y transformado: la realidad es “híbrida”, la dualidad se desdibuja y sus contradicciones se vuelven complementos. Así, los géneros de la imaginación se acomodan en una especie de gradiente con dos extremos, con una bella y divertida pluralidad adentro. Entonces, la fantasía medieval nos reta como lectores o creadores a imaginar una época distinta a la nuestra, previa a los procesos de la Modernidad, con aspectos fantásticos para así decir algo significativo sobre nuestra condición humana.

Todo mito, actual o de antaño, es un esfuerzo por encontrar o hacer sentido de nuestra vida, en especial frente a lo que es desconocido o incomprensible. Sea un fenómeno climatológico o un proceso emocional, nuestras historias elucidan en sus causas, procesos o cambios. Esto incluye el tema de los “héroes”.

Por brevedad, resumiré dos lecturas —El héroe de las mil caras[3] y From Girl to Goddess[4] — en una idea general: toda historia de héroes/heroínas trata sobre el equilibrio/la convivencia/la pertenencia de la persona en el “cosmos”. Sucede una ruptura, una inestabilidad o una disonancia en la realidad y es trabajo de esa persona “indicada” lidiar con ello. El cosmos puede ser una casa, un bosque, un pueblo, un reino o el mundo entero; la persona puede ser una princesa, un guerrero, alguien exiliado, un aprendiz de mago, una campesina o un pastor o una princesa guerrera exiliada o un mago fracasado devenido pastor. El equilibrio-convivencia-pertenencia puede ser la restitución de una corona, el descubrimiento de un elemento mágico, la derrota de un enemigo, la aceptación de la muerte, la burla del diablo en un juego, etc.

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En Loba, la protagonista, la princesa Soledad, se enfrenta al mundo hostil y dividido que su padre, el rey Lobo, contribuyó a formar. Debe salir de su castillo para involucrarse en los conflictos políticos-mágicos y adentrarse a espacios desconocidos (entiéndase míticos, sobrenaturales) con la intensión de demostrar su valor. Su género femenino es un estigma con dimensiones místicas, pues su padre ha sido incapaz de procrear varones y se piensa que es por la maldición de un mago. Soledad, como heroína, debe enfrentarse a lo que no comprende o cree para hacerse un lugar en el mundo, pero su pertenencia no es la que ella cree.

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Su “viaje del héroe” me hace pensar en “The Carrier Bag Theory of Fiction” de Ursula K. Le Guin, donde cuestiona las narrativas “tradicionales” del héroe que mata, golpea y conquista con su lanza, su espada o su vara: hay otras historias, como la de Soledad y el resto de los personajes, que tratan de la recolección de objetos, conocimientos y experiencias con el objetivo de alimentar, cuidar, curar o entretener. Y esto es consonante con una cosmovisión donde las jerarquías se cuestionan y desdibujan, porque el plano de lo sobrenatural no es ajeno o superior al de lo natural, sólo se encuentra distante, oculto o velado por la ignorancia, el miedo o el resentimiento de la cultura y sus costumbres.

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La sociedad había alienado a Soledad junto a la magia y la naturaleza y a aquellos cuyas vidas estuvieran más en sintonía con cualquiera de ambas; así se erigen algunas culturas, con un dualismo que significan con rivalidad y amenaza y, por lo tanto, una parte debe imperar sobre la otra. Lo sobrenatural sobre lo natural, lo masculino sobre lo femenino, el hombre sobre la naturaleza, el adulto sobre el niño, el amo sobre el esclavo: esto sólo es posible a través de la violencia física o emocional o mágica. Soledad, y otros personajes, demuestran que tal orden es artificial, innecesario y cruel. Cuando el conflicto es inevitable, se puede amar a la espada pero no por su filo, a la flecha no por su celeridad o al guerrero por su gloria, sino por aquello que defienden[5]; pero lo que realmente sostiene al mundo es la suma de sus partes, es decir las relaciones de armonía y diálogo. Si con nuestros actos nos hemos dividido y enemistado, también con ellos podemos crear otro modo de vida, expandiendo nuestro conocimiento, respetando lo que es momentáneamente incomprensible y cuidando unos de otros. Soledad es una heroína justo porque no perpetúa la violencia ni las jerarquías, tanto sociales como cósmicas. Su “viaje” consiste en su transformación interior, y el equilibro-convivencia-pertenencia se manifiesta en el establecimiento de la compasión como el medio para sanar el mundo: el heroísmo no de la espada, sino de la mano y la palabra amorosa.

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Mask of a Warrior Princess / Lee Bul (1996)

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[1] La de El laberinto del fauno y la de “Shanté” y la fantasía urbana.

[2] Los teóricos con los que he argumentado sobre esto son Joseph Campbell y Lubomir Dolezel.

[3] Una vez más, Joseph Campbell.

[4] De Valerie Estelle Frankel.

[5] Paráfrasis de una cita del personaje Faramir en Las dos torres de J.R.R. Tolkien.

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AQUÌ puedes leer «La teoría de la bolsa de la ficción».

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Ana Marina Ortiz Baker

Soy de Monterrey, Nuevo León, México.

Desde la licenciatura estudio la ciencia ficción y la fantasía, y estoy por terminar una maestría en Literatura Hispanoamericana.

Mi tesis de investigación fue sobre el cyberpunk mexicano, en específico el tema del espacio y su relación recíproca con los personajes.

Me gustan los temas del cuerpo, la mujer, la ciudad, los mitos, la magia y la naturaleza.

Los conocimientos que tengo, que son un tesoro para mí, aún tienen mucho que crecer.

Twitter: @maro_baker

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