SUBURBIOS DE NEON CITY
(narraciones filocortantes)
I
Emiliano González
En la valiosa antología La ciudad de los bosques y la niebla, que incluye textos recuperados, hay unas erratas, algunas de ellas no tan graves al no ocultar el sentido del texto. He aquí las principales: en “¿Quién dem…?” dice “uva” y debe decir “uva pasa”; dice “primeras” y debe decir “primera”. En la “La cita” dice “viajes” y debe decir “virajes”. En “Los rituales de la Danna” dice “tiempo” y debe decir “templo” (la errata es heredada de El libro de lo insólito). En “Sorpresa” dice “cadavérico” y debe decir “calavérico” (neologismo). En “Los hombres de América vienen de Venus” dice “venusianos” y debe decir “venusinos”, dice TIERRA y debe decir TERRA. Al final de “El rey (trova-love)” dice “Esperaremos” y debe decir “Esperemos”, y antes dice “mamá” y debe decir “mami”. En “Caminos desiertos” dice “saben” y debe decir “salen”. En el poema en prosa “Tablada” dice “ese” y debe decir “este”. En otro poema en prosa, sin título y en cursiva, dice “hombres” y debe decir “nombres”. En “Erotismos a Tania” dice “tus sexos” y debe decir “tu sexo”. En “Minificciones” dice “lumbradas” y debe decir “lumbraradas”; dice “cruzan» y debe decir “cruzaban”; dice “salvajes” y debe decir “follajes» (la errata es vieja). También dice “Velo» y debe decir “Vuelo”, dice “planteamiento” y debe decir “planeamiento”. En el prólogo hay una inexactitud heredadas de Almas visionarias: no fue a los quince años sino a los catorce que conocí a Machen (cuando cometí la inexactitud no leía ni fechaba mis escritos de 1969).
Desgraciadamente, el represivo doctor Fernando, ya fallecido, me hizo eliminar la mitad de mi novela Neon City blues y debido a eso transcribo los fragmentos faltantes (publicados en las revistas Escandalar de Nueva York y Vuelta de México).
Bajo el título de “Suburbios de Neon City (narraciones filocortantes)” presento el mundo siniestro de fantasía que surge a partir de los punks, basados en futuristas y vorticistas y dedicados a desprestigiar a la paz, a amor, a la decadencia, al simbolismo, a los Beatles, a los Rolling Stones y a sus discípulos subterráneos. Yo he sido el único que ha señalado la similitud entre punks, futuristas y vorticistas: ningún crítico lo ha hecho. La novela sobre Neon City es el diario de un joven que se suicida, horrorizado y asqueado por el fin de milenio. Como en Los sueños de la bella durmiente, hay datos de falsa erudición, para indicar irrealidad. Es un mundo alternativo, parecido al nuestro pero a la vez distinto, y distópico. Surge música agresiva para imposibilitar estados de ánimo paradisiacos como los de las canciones populares “Downtown”, “Sugar Town” y “Neon Rainbow”. El amigo se muestra mezclado caóticamente con el enemigo, el aliado con el nazi, en un absurdo de significados contradictorios. Las drogas buenas se confunden con las malas. La heroína es muy apreciada. Los personajes van del séptimo cielo al quinto infierno. A pesar de los fragmentos desconectados, podemos discernir el argumento: en una ciudad encantada por un sortilegio de neón, una secta de bellas y peligrosas adolescentes celebra rituales de semen y de sangre, para honrar a cierta divinidad andrógina de ónix verde, o tal vez al mismo Diablo, compartiendo sus juegos mortíferos con bandas de esqueletos en moto y siniestros grupos de música pop escoltados por nazis, todo bajo los efectos de una extraña droga ideal (el Stardust, rey de los narcóticos, poderoso veneno) y ante la impotencia de los Defensores de la Ley. El olor a gasolina y las emanaciones pútridas de los pantanos indonesios se confunden en este libro subterráneo de sexo, de horror, de paranoia y de muerte, que destruye el papel de las ideas con el fuego de las imágenes.
Lejos de la época de El rey (en que se decía “conjunto” en vez de “grupo musical”, y “venusino” en vez de “venusiano”), el narrador de Neon City describe latitudes de odio. Son deformados los versos de Joni Mitchell:
We are stardust
We are Golden
And we’ve got to get ourselves
Back to the garden.
(“Somos polvo de estrellas / Somos dorados / Y debemos ir / De regreso al jardín”)
Hay relación entre el renacimiento y el movimiento subterráneo.
En mi cuento adolescente “¿Quién dem…”, el fin de la edad media está simbolizado por medio de un cañonazo desde el castillo, y el inicio de la era de Acuario, por medio de miradas diabólicas desde el castillo. En la novela César (1903) de Nonce Casanova, la vestal Asteria (enamorada, nacida bajo el signo de Acuario) y su amante son castigados por Calígula, episodio que anticipa la noticia del grupo teatral de la obra Hair, a favor de la era de Acuario, detenido en el club nocturno Tiberio’s de Acapulco, y luego expulsado del país.
Mi obra El rey (trova-love) surge como protesta contra la represión de Hair (tribal love-popera).
Mi novela El discípulo y los cuentos de horror, de nostalgia y de anticipación facilitan el trayecto de Penumbria a Neon City, es decir, de la Ciudad del Otoño Perpetuo a la Ciudad de la Primavera Eterna, donde el neón sustituye a la luz del sol. Mi cuento “El infierno” es una meditación sobre la posibilidad de un infierno húmedo, no fogoso. En “La Mantis” ofrezco una variante sadomasoquista del mito de la mujer que se convierte en bestia para devorar a los hombres. “La Mantis” se distingue de los relatos tradicionales en el hecho de que la infinita crueldad de la mujer no es un secreto sino un señuelo: Gioia nunca la ha ocultado, al contrario: la exhibe, y esa exhibición le sirve de carnada. El tema de los autómatas ―la Máscara― sigue siendo interesante para mí, como lo muestra “La extraña aventura de Bruisov”. La licantropía femenina, el vampirismo, la zoofilia y, en general, las identificaciones del ser humano con la bestia juegan un papel esencial en Neon City blues, así como el humor negro… y la carcajada negra. El onanismo sadiano de Neon City se opone a la masturbación sana y anti-conceptiva, erótica, usada para estimular el acto sexual o controlar la natalidad.
Mis novelas se desarrollan en ese universo textual en que las cosas difieren, ligeramente, de las cosas de nuestro mundo: universo paralelo lleno de grietas por las que otra realidad se cuela y se mezcla con la nuestra. En ese mundo Iwan Gilkin es y no es el poeta belga (pues nunca publicó poemas obscenos con el seudónimo de Mitrophane Crapoussin). Entre ese mundo y el nuestro hay muchas similitudes y también muchas diferencias.
En la actualidad, Amsterdam no sugiere ya fantasías siniestras: el ambiente es más psiquedélico. En otros países, algunas cosas han cambiado. Sin embargo, es bueno recordar las fantasías siniestras para prevenir las situaciones que las sugieren.
En Neon City las drogas psiquedélicas pierden sus significados sagrados y adoptan otros, profanos. El cáñamo se vuelve mariguana.
La deshumanización de lo amoroso ha adoptado diversas formas en la literatura. El autómata baudeleriano anticipa a la Eva futura, a la Venus mecánica y a las amantes robóticas del vanguardismo, a la «Plastic Fantastic Lover» del grupo musical de The Jefferson Airplane:
Her neon mouth with a blinkers-off smile
Is nothing but electric sign
You could say she has an individual style
She’s part of a colorful time
(“Su boca de neón con su suave sonrisa destellante / Es sólo una señal eléctrica / Puedes decir que tiene un estilo individual / Ella es parte de un tiempo lleno de color”)
En la novela de Villiers, un alma escolástica arruina a la andreida humanista. Los males invaden el jardín paradisiaco.
Neon City Blues es premonición de mi lectura de “La piedra de los mendigos”, cuento de Gerald Kersh incluido en un libro de 1958, Sobre una nota rara (On an Odd Note). El cuento nos recuerda el fragmento de Valle Inclán sobre los mendigos (pobres de pedir) en que dice que son “como una piedra que rueda” al ignorar el odio entre las familias (El embrujado, 1913). Los mendigos creen que no hay asesinos ni ladrones al estar a salvo de asesinatos y robos. El cuento de Kersh trata de una piedra situada en un espacio que alguna vez fue recorrido por los tártaros, dirigidos por Atila, “el azote de Dios”. En el cuento, unos mendigos gozan de un banquete junto a la piedra, anticipación del disco de los Rolling Stones, Banquete de mendigos (1968), basado en el fragmento de Valle Inclán, un fragmento que también anticipa a Dylan.
Viridiana es filme raro cuando el cristianismo se ve modernizado y regresa la Última Cena.
La hierba quemada por Atila ha crecido alrededor de la piedra, en el cuento de Kersh, que nos conduce al fragmento de Neon City blues acerca de Big Daddy Joe, jefe de una pandilla de motociclistas, comparado con Atila: Big Daddy “hace arder la hierba con su caballo de acero. Y nadie, ni la policía, ha logrado nunca profanar su santuario secreto”.
Mi novela se basa en la realidad pero admite imaginación y horror fantástico.
En el cuento de Julieta Campos “Celina o los gatos”, Celina abandona el amor humano para animalizarse y los gatos dejan de ser domésticos y se vuelven salvajes. La realidad se ve deteriorada hasta volverse comparable con la imaginación más macabra.
En mi cuento sobre el suicida Garret MacKintosh hay un Eric Stenbock imaginario (autor de Night Studies), en un mundo peor que el mundo real. En mi ensayo “Narciso” de Historia mágica de la literatura (I) digo que el libro de Stenbock, Studies of Death, incluye al vampiro y al hombre-lobo. Este último en realidad proviene de la revista The Spirit Lamp, no del libro de Stenbock. Dije que era parte del libro debido a un crítico, Brian J. Frost, que dio ese dato erróneo en un ensayo sobre licantropía y literatura.
“Gabriel-Ernest” de Saki alude en el título a la doble personalidad, y el hombre-lobo de ojos amarillos, al ser comparado con un antiguo fauno, nos lleva al ritual dionisiaco, en que se mezclan el hombre-cabra y el hombre-lobo. Este último, al ser una mezcla de enfermedad y vejez, de locura violenta y ancianidad, es sacrificado en invierno por las ménades y renace como dios de amor y armonía. Es recordado por Hawthorne, Pater, Marriat y Meredith, autores que ofrecen variaciones originales del antiguo ritual.
La licantropía del viejo fauno es símbolo de locura. De ahí el interés del novelista Miguel de Cervantes por locura y licantropía.
El universo cósmico de la novela elimina el caos de la locura, como una flor del mal brotada de la sangre de los efebos ambiguos como Venus surgida de la sangre de Urano y el Pegaso nacido de la sangre de Medusa. Lo tosco es refinado por la serpiente emplumada, la materia prima es convertida en materia radiante por la alquimia, lo animal es humanizado por el cuento de la bella y la bestia.
Mi novela licántropa Neon City blues ha sido censurada.
Los libros injustamente inconclusos, que han sido censurados por razones puritanas, son comparables con libros llenos de erratas, al ser defectuosos, pero son peores, ya que en vez de decir algo no dicen nada. Restituir las partes censuradas de un libro es una necesaria fe de erratas.
El ensayo que precede a Neon City blues en la edición de Alfaguara se titula “Pensamientos y males” y debe titularse “Deformaciones de obras artísticas”, pues se refiere sobre todo a las obras que durante la segunda guerra mundial fueron deformadas y llevadas a la realidad por los nazis, que convirtieron a los villanos en héroes y a los héroes en villanos. Esa deformación deliberada se vio precedida a veces por premoniciones críticas de autores como Fitz James O’Brien y M. P. Shiel. Uno se pregunta si las premoniciones han sido conocidas y deformadas deliberadamente, ya que la falta de difusión cultural ha propiciado, en muchas ocasiones, el desconocimiento de las obras literarias. Ese desconocimiento también propicia la deformación de la obra, cuyas críticas y advertencias caen en el vacío. El cuento “La tortura por la esperanza” de Villiers de l’Isle-Adam ―como “El lente de diamante” de O’Brien― es deformado durante la segunda guerra mundial y lo individual se vuelve colectivo al ser llevado a la realidad. Lo mismo podemos decir de unos fragmentos de Gautier y de Flaubert.
En la edición de Alfaguara de Neon City Blues el título del ensayo es de los editores, y el mío es el que se refiere a las deformaciones.
En vez de colocar el ensayo al principio del libro, como prólogo, los editores lo pusieron al final, como epílogo, ahuyentando a muchos lectores, que se alarmaron al encontrarse con un libro violento sin la introducción apropiada. Por otro lado, en la portada, los editores presentaron a la bestia sin presentar a la bella, suponiéndola meramente pornográfica, no satírica. La intención paródica del narrador fue hecha a un lado y el narrador fue tomado demasiado en serio. Esto quiere decir que la palabra “pornografía” fue sacada de su contexto satírico y metida en otro, más profano y menos trascendente.
Es más apropiada la portada ―basada en Neon City blues― para el grupo musical foráneo Tito & Tarantula, en que hay una mujer con una araña gigante.
Continuará…
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Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007), Ensayos (2009) y La ciudad de los bosques y la niebla (2019).
¡LLÉVATELO!
Sólo no lucres con él y no olvides citar al autor y a la revista.