THE LEGEND OF ZELDA: MAJORA´S MASK

la ciudad del tiempo

 

Uriel Velázquez Bañuelos

 

Existen historias que recordamos con mucho cariño. Los asociamos como esos recuerdos que son bañados con piscas de nostalgia y júbilo, y que suelen seguirnos en breves suspiros de la vida diaria. Luego existen las otras historias, las que se llegan a compartir por millares y millares de personas y que con sentimiento mutuo llegan a resonar a lo largo del tiempo. Esas historias nos invitan a recordar que no estamos solos. Esas son las verdaderas leyendas. Y es momento de compartir una que hizo mucho eco.

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Pero antes, vayamos un poco atrás en el tiempo. La más sonada y la que se recuerda con mayor cariño es The Legend of Zelda: Ocarina of Time. ¿Y cómo no iba a serlo? Salió para la Nintendo 64 en 1998 y registró ventas de hasta 7.6 millones (si contamos las ventas de la versión para la Nintendo 3DS en 2011, sumaríamos unos 6.02 millones). Encantó al público y críticos por igual gracias a su innovación tecnológica, su música, la historia y personajes principales. Todo encajaba a la perfección, por lo que sería un desagradable destino dejar que todo terminara ahí, ¿no?

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El director Eiji Aonuma y su equipo tuvieron que atravesar por muchas presiones a lo largo del desarrollo de la secuela. Y parte de ello se ve reflejada en el juego final; sentir cada día de trabajo y ver el peso de las horas. Ocarina of Time tomó cuatros año de desarrollo. Y buscando replicar el éxito, dieron 14 meses para su secuela. The Legend of Zelda: Majora’s Mask salió para la Nintendo 64 en el año 2000. Y mucho más tarde para la Nintendo 3DS en 2014. Su primera versión no consiguió las ventanas de su predecesora, pero su posterior versión recuperó del pasado un cariño que haría eco a lo largo de nuestro futuro. Hay muchas cosas que se pueden abordar de este juego, pero en esta ocasión daremos un recorrido por este lugar fantástico que es Termina.

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La forma en la que llegamos a Termina nos remonta a un libro clásico de la literatura inglesa. Iniciamos vagando por los Bosques Perdido en busca de un amigo. En el camino sufrimos un problema que nos obliga a cambiar nuestra dirección. Una criatura nos ha robado nuestra ocarina y debemos recuperarla. Tras seguirla, caemos por una madriguera. Bajamos por este Nadir, este lugar nombrando donde se haya el inframundo y también el mundo de los sueños. Y que, al igual que Alicia en el país de las maravillas, buscamos de nuevo ese ascenso, volver al Cenit.

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Siguiendo nuestro camino. Llegamos a la Ciudad Reloj, ubicada en el centro de Termina. La ciudad esta formada por varias secciones. Al Sur se construyen los arreglos para el festival del Carnaval del Tiempo. Al Norte tenemos un parque de juegos. Al Este hay distintos centros de entretenimiento, la posada y la residencia oficial del alcalde. Y en la parte Oeste tenemos distintos mercados.

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Algo que Majora’s Mask hace mejor que su predecesor es la forma de presentar sus locaciones. Dándonos lugares acogedores y con personajes entrañables, por sus detalles e historias que seguimos a lo largo de estos tres días. Además, Ciudad Reloj es la capital para otras criaturas mágicas. La raza Deku tiene un puesto de mercado y un parque de juegos. Los Goron comparten su mercancía en la tienda de bombas y también otros servicios. Y los Zoras harán un concierto en el bar lácteo para dar cierre al festival. Cada una de las cuatro naciones viviría en paz de no ser porque en tres días la luna caería sobre nosotros. Una vez recuperada nuestra ocarina, es nuestro deber viajar por este loop y reunir la fuerza necesaria para cambiar el destino de Termina.

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Para ello, debemos viajar a las otras localidades, sumando cinco en total. Y estos episodios no son casualidades ante la relación que tiene con «las cinco etapas del duelo». Eiji Aonuma lo declaró en Game Informer Magazine (2015): “Es cierto que cada uno de estos diferentes episodios que hablaron tiene un elenco emocional diferente…”.

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Así podemos ver cómo el espacio cobra mayor sentido ante el manejo de la pérdida. A donde vayamos veremos esa variedad. En el centro tenemos La ciudad del reloj representando la etapa de la negación; los trabajadores niegan que la luna vaya a caer y piden retomar el carnaval. Siguiendo el Sur, llegaremos a los pantanos donde se encuentra el dominio de los Deku. Aquí veremos la ira; un rey Deku furioso por que su hija desapareció investigando la contaminación del agua. Al norte tenemos las montañas, donde vemos a los Goron en su villa congelada. Este episodio se asocia con la negociación; el líder de la tribu Goron busca otras alternativas para que su tribu no muera de frío y hambre. Al Oeste tenemos la bahía, donde podemos encontrar los Zora. Aquí yace la depresión; la vocalista de una banda de Zora está inmóvil y sin voz ante la perdida de sus hijos. Y al Este tenemos el Valle Ikana, un lugar repleto de fantasmas y muertos vivientes. Aquí avanzamos una vez que hemos superado los episodios previos, pues tenemos que construir imágenes propias que a seguir avanzando. Es la aceptación. En cada aventura nos colocamos una máscara que nos transforma a un Deku, Goron y Zora para estar más en contacto con su gente y su idioma. Esta mecánica nos invita a tener nuevas perspectivas ante un mismo problema: la pérdida.

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The Legend of Zelda: Majora’s Mask tiene un mundo encantador que se nutre gracias a los detalles psicológicos y simbólicos. Además, la aceptación del tiempo para contar una historia que ocurre en distintos lugares y a la misma hora nos invita a estar atentos para buscar nuevas historias y formas de contar sucesos. Hay una magia, una canción de curación que hace eco a través de esta leyenda que seguirá resonando e inspirando a todos los que la escuchen.

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Uriel Velázquez Bañuelos (Guadalajara, 1998)

Nerd y amante de los gatos.  Se ha juntado con muchos grupos literarios de géneros especulativos, pero nunca a una party de calabozos y dragones para tirar los dados. Y en verdad se muere por interpretar un bardo. Estudia la licenciatura en Escritura Creativa de la Universidad de Guadalajara y también El arte del discurso del maestro Cantinflas.

Cuando no lee ni escribe, le dedica un montón de horas a los videojuegos. Lo puedes ver por ahí de repente en el Lol, en Instagram posteando historias o ya de plano en una que otra revista/antología literaria.

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