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HARDWARE

ciencia ficción lisérgica para amantes de lo weird

 

Rodrigo Ayala

 

Me incluyo entre los que conocieron la obra del cineasta sudafricano Richard Stanley gracias a la adaptación en 2019 de “El color que cayó del espacio”, uno de los relatos más célebres de H.P. Lovecraft (figura que necesita escasa presentación entre los amantes del mundo del horror en la literatura y el cine).

Debo confesar que la producción de Stanley me cautivó por completo, pues fue capaz de darle una relectura al clásico de Lovecraft, respetando la esencia del relato original. El resultado fue una obra fantástica en toda la extensión del término que resultó entre lo mejor de 2019 que el género de horror nos dejó.

Sin embargo, antes de Color Out of Space, Richard Stanley ya había cruzado largas océanos fílmicos como director y guionista de una gran cantidad de producciones que yo desconocía por completo. En la búsqueda de algo más para ver de este cineasta con apariencia de explorador y cazador de tesoros, me topé con una cinta que resultó todo un hallazgo y una revelación de que el género fantástico tiene joyas perdidas en las arenas del tiempo que merecen ser revisitadas y difundidas.

Apocalipsis, arte y una máquina psicópata

Hablo de Hardware, una producción de 1990 hoy olvidada y que se erige como una pieza de culto entre los seguidores no solo de Stanley sino del cine más experimental, lisérgico y underground que pueda existir. Hardware es un producto de ciencia ficción pura, pero también un relato de absoluto horror, que nos sitúa en un arenoso y destrozado mundo postapocalíptico donde el peligro late a cada instante.

La historia va de lo siguiente: una tarde, Moses Baxter (Dylan McDermott), quien se dedica a rescatar y vender chatarra al mejor postor, compra la cabeza de un robot a un misterioso y escalofriante hombre que se dedica a lo mismo que él. Baxter decide regalar su nueva adquisición a su novia Jill (Stacey Travis), una artista plástica que se dedica a hacer estatuas con los desperdicios y la chatarra. La artista logra hacer una pieza finamente acabada y decorada con la bandera de los Estados Unidos.

Lo que Moses y Jill no saben es que la cabeza del androide se trata de los restos de MARK 13, un tipo de robot con instintos asesinos creado por la milicia. Cuando Jill termina de darle forma a su creación, el robot despierta, se reconstruye y comienza a acosar a la pareja, como si de una máquina psicópata se tratara. Tanto Jill y Moses, como los espectadores, se darán cuenta de que puede haber algo peor que un mundo derruido: una tecnología macabra y fría creada por el hombre con el único propósito de destruir lo que se le cruce por enfrente.

El aspecto de la máquina es aterrador: una especie de calavera andante con movimientos de arácnido que nos revuelve el estómago y nos lleva a sentir un desprecio hacia ese monstruo de metal.

Richard Stanley y su mágica visión

Hardware brilla con inusitada intensidad por diversos elementos. A pesar de que se trata de una producción de bajo presupuesto, la atmósfera claustrofóbica que Stanley le confiere a su obra de tintes cyberpunk es sublime y oscura. Tal vez la carencia de grandes efectos juegue justo a su favor para lograr esa vena neblinosa, a veces casi gótica, y temible.

Tal y como lo hizo en Color Out of Space, la coloración que Stanley le da a su producción está llena de una alta esteticidad. Mientras en la producción basada en el cuento de HPL destaca una intensa coloración rosada y magenta, en Hardware los tonos amarillentos, rojizos, verdosos y azules adornan la cinta para darle un sello inolvidable. Y a nosotros, una experiencia caleidoscópica.

Además del claro atractivo visual, Hardware tiene interesantes reflexiones y referencias bíblicas, espirituales y sociales. Ello la convierte no sólo en un producto de entretenimiento, sino también en un discurso de nuestra propia fragilidad dentro de un mundo desolado y sin esperanza.

Richard Stanley

No puedo dejar de mencionar la aparición de grandes músicos en distintas escenas de la película: Iggy Pop como un locutor de radio, la banda GWAR en un concierto asfixiante y decadente, además del ya desaparecido Lemmy Kilmister de Motörhead en el papel de un sucio y malhablado taxista. En general, la banda sonora creada por Simon Boswell es otra experiencia por la que vale la pena perderse entre las imágenes de Hardware.

Hay un detalle misterioso e inexplicable en torno a la cinta de Stanley: está basada en un comic llamado SHOK!, escrito por Steve MacManus y dibujado por Kevin O’Neill, y publicado en la revista 2000AD. A pesar de que esto es bien sabido, ni el comic ni sus autores aparecen mencionados en los créditos del filme. Puedes leer SHOK! en inglés AQUÍ.

Si bien no podemos afirmar que Hardware pasó inadvertida en el momento de su estreno y que ni la crítica ni la audiencia repararon demasiado en el primer largometraje de Richard Stanley, el paso de los años la ha llevado a ser descubierta por un pequeño grupo de amantes del cine raro. Hoy debemos recordarla y admirarla como un perfecto ejemplo de sci-fi combinada con terror.

Para darle un contexto al lector sobre lo que encontrará al admirar Hardware, diría que es una mezcla entre Terminator, Mad Max, Tetsuo: The Iron Man, Blade Runner y muchas cintas más que ahora mismo se me escapan.

Pero la realidad es que se trata de una producción única a la cual hay que echarle un ojo por lo menos una vez en la vida.

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Rodrigo Ayala Cárdenas

Humano con el deseo de ser extraterrestre.

El rock, el heavy metal, los libros, el cine de horror, lo extraño, la noche, los bosques,

lo sobrenatural, el café y las carreras de larga distancia son sus amadas obsesiones.

Ilse es el amor de su vida.

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