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ANTES Y DESPUÉS DE TOLKIEN

Juan Albor

 

Algunas personas hacen historia, pero de ese grupo particular unas pocas son tan significativas para el mundo que dividen el tiempo en antes y después de su vida. Tal es el caso de John Ronald Reuel Tolkien y su influencia en la literatura fantástica.

J. R. R. Tolkien

Antes de que escribiera El Hobbit y El señor de los anillos, la fantasía tenía algunas constantes que no han desaparecido, sino que se han transformado; pero sus textos sirvieron para marcar una era de la cual aún no salimos en la fantasía.

Como sucede con cualquier persona que pasa a la historia, es importante remarcar que Tolkien no existió dentro de un vacío. Su obra tuvo muchas influencias, tanto de autores cercanos a su época como de historias tan antiguas como la literatura arturiana o las Eddas nórdicas.

Sin caer en trivializar su legado, una de las consecuencias más importantes de la obra de Tolkien fue desde el punto de vista comercial. Las obras de E. R. Eddison, de George MacDonald o de Mervyn Peake son algunos de los ejemplos de pioneros en el género. Con ello el mercado comenzó a aparecer y Tolkien publicó en un momento en el cual el mundo apenas se recuperaba del peor conflicto bélico hasta entonces, para adentrarse en otro tipo de tensiones sociales y políticas.

Tolkien fue popular y famoso y eso es bueno. Los elementos de su obra que lo llevaron a tal éxito fueron sus pasiones personales y la manera en la cual las incluyó en El señor de los anillos. Gracias a El Hobbit le pidieron una secuela, y gracias a su amor por las lenguas hoy existe un género como lo conocemos.

Como filólogo de profesión (y amor), Tolkien dedicó su vida entera al estudio de las lenguas, su estética y su evolución, así como a la relación que sostienen con la sociedad y la historia. Desde la adolescencia hasta la muerte, el británico desarrolló su famoso lenguaje de los elfos, además de inventar algunos otros. De hecho, en sus cartas menciona que cuando le preguntaban de qué trataba El señor de los anillos, él respondía que era un ensayo sobre la estética lingüística y eso… eso es parte de la belleza de Tolkien.

A diferencia de muchos (o casi todos) los autores de fantasía, para quienes las lenguas son una herramienta para nutrir sus historias y mundos, este autor lo veía al revés. Decía que la invención o construcción de lenguas necesita también tener una historia que le acompañe: la de su evolución y la de aquellas gentes que lo hablan, en especial la mitología que les acompaña.

Quienes se hayan adentrado en El Silmarillion, sabrán la enorme cantidad de mitos que Tolkien escribió sobre la Tierra Media, desde la creación y durante sus eras. Y eso es algo más que le debemos a Tolkien: además de popularizar la fantasía como género con un mercado definido, que las historias sucedan en sus propios mundos.

La influencia de las mitologías germana, nórdica, celta y finlandesa (sin ser las únicas), junto con la del catolicismo, son evidentes y reconocidas por el autor. Sin embargo su mundo fue único y propició que hoy en día podamos ir al imperio de Malazan, a Westeros y a un sinfín más que ni siquiera comparten nuestro universo. Lo irónico es que la Tierra Media no era completamente independiente de la nuestra.

Antes de Tolkien la mayoría de la fantasía era literatura épica, con mitos y folklore que no terminaba de separarse de nuestro mundo. Después de él, es un género propio, del cual queremos más ficción, por favor.

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Juan Albor es editor de tiempo completo y un escritor muy incompleto. Adora aprender cosas nuevas y es tan curioso que si fuera gato ya habría muerto más de 7 veces. Transhumanista, amante del Earl Grey y la fotografía.

@lector.urbano

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