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BERNI

Antonio Malpica

 

Berni era un sádico sin alma.

Un sádico al que, sobre todas las demás cosas, le gustaba hacer daño a los animales, a los que habitualmente torturaba todo lo que estos podían soportar y después, cuando ya aburrido o hastiado llegaba a cansarse, solía descuartizarlos, o bien despellejarlos o simplemente los quemaba vivos, siempre según le apeteciera en el momento.

Estos enfermizos instintos, que tanto le satisfacían en su interior, lo poseían casi desde el mismo momento de nacer.

Ya con dos años le sacó los ojos a un gatito que sus padres le habían regalado para que fuera su compañero de juegos y al que tardó en cegar apenas lo que le costó agarrar un pequeño palo del patio con sus manitas ya nada inocentes.

Con siete se hizo más creativo y metió en un barril de alquitrán hirviendo, con el que su padre embreaba el tejado, a una pareja de hámsteres de un primo suyo del que se quería vengar, ya que éste tuvo la temeridad de quitarle un cromo de su idolatrado Joe di Maggio. Los metió, con jaula y todo, dentro del barril burbujeante, sacándolos repetidamente y comprobando con una curiosidad malsana cómo los animalitos iban convirtiéndose poco a poco en una pulpa informe y sanguinolenta. Sus chillidos de pánico sólo consiguieron hacerle reír con una risita infantil, casi un gorjeo de satisfacción, que cuando llegó a oídos de sus padres los hizo encanecer de terror.

El monstruo interior de Berni seguía creciendo sin pausa.

El fracaso en su graduación de la escuela primaria lo pagó con una perra callejera, preñada y a punto de parir, a la que diseccionó viva y a la que sacó las crías, también vivas, de su interior.

Tras esto, deshuesó a madre e hijos y pasándolos por la picadora preparó un exquisito pastel de carne con ciruelas y arándanos de su propia cosecha, y con él invitó a comer a sus ex compañeros de colegio. En señal de buena voluntad, les dijo. Aquel fue para Berni uno de los momentos más felices que podía recordar.

En el fondo Berni no dejaba de ser un sentimental.

Se casó con 22 años y justo a los tres días su mujer no aguantó más, abandonándolo. El posterior divorcio, cruento, amargo, humillante para él, se tradujo en una de las épocas más sangrientas de su vida. Su crueldad fue en aumento con los animales, pero, lo que aún era peor, empezaba a tener ideas más que inquietantes con los humanos.

El monstruo que lo carcomía por dentro seguía creciendo sin control.

Pero un día todo cambió. Un viejo y mugriento perro callejero de raza bastarda tuvo la culpa. Éste iba a ser simplemente una más de sus víctimas. La enésima. Incluso llegó a cortarle la lengua y a castrarlo. Pero cuando iba a acabar con el viejo perro estrangulándolo, lo miró a los ojos y por primera vez en su vida notó una corriente de entendimiento con un ser aparentemente irracional. Se dio cuenta de que, aun con la extrema tortura que le había estado infligiendo, el perro estaba disfrutando, ya que su mirada era una mezcla de placer y dolor. Descubrió en el perro un alma gemela a la suya. Un espíritu afín. Lo curó, lo adiestró y desde entonces fueron inseparables.

Concluirá el 18 de septiembre…

Mi nombre es Antonio Malpica. Que es mucha casualidad, ya lo sé. Pero no, no soy el famoso escritor mexicano. Soy español y escribo sólo por y para mí desde hace ya bastantes años. Suelo escribir relatos cortos de cualquier tema que me apetezca. Desde Ciencia Ficción, Fantasía, Terror, Erotismo… etc. Creo que he escrito de todos los temas conocidos y por conocer.

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