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CIUDADES

Ricardo Bernal

 

1)

El panteón se fundó hace un siglo, en las afueras de la entonces muy pequeña ciudad. Estaba al pie de una montaña, rodeado por un bosque rojo o verde, ocre o naranja, según la época del año: no muy lejos de la entrada brincoteaba un río jorobado de aguas enmarañadas. No había mucho en aquel tiempo: flores presuntuosas, hojas lloviendo adrede, ardillas saltimbanquis en las ramas más altas. Por las noches, los primeros muertos podíamos dormir tranquilos escuchando los grillos, los búhos, el chirriar lejano de los engranajes celestes. Cuando llovía, el júbilo se atragantaba en nuestras gargantas y nuestras vértebras se convertían en esponjas sedientas.

2)

A los pocos años, algunas chozas empezaron a aparecer en los alrededores del panteón: bardas de nopales, perros, cubetas, señoras con escobas de bruja barriendo el polvo hacia la choza de junto. Cuatro veredas chuecas y un viejito sombrerudo que pasaba en su bicicleta vendiendo pan y fruta. Cuando el viejito murió fue enterrado en el panteón, y su bicicleta, destartalándose, quedó arrumbada en un cobertizo hinchado de polillas. Nadie se dio cuenta entonces, pero los restos del viejito nos incomodaban. Sus huesos eran fosforescentes, ardían los ojos, los tufos de su podredumbre eran hongos, pesadillas leves.

3)

Los hijos del viejito tuvieron hijos que se iban de la ciudad y luego regresaban con más hijos. Los alrededores del panteón se fueron llenando de casas cada vez más grandes; casas llenas de cosas, verdes camionetones de la guerra con las llantas chuecas, postes como zancos, cables que se perdían en el horizonte y que traían la luz eléctrica, ese invento. Hombretones barbudos empezaron a talar los pinos más viejos, chac chac chac, sonaban las hachas y nosotros nos despertábamos temblando: la arena de nuestros cráneos se balanceaba al compás del derrumbe vegetal, las ardillas se alejaban aterradas, los búhos dejaron de cantar. Luego fue el zumbar de sierras, el humo apestoso, el aceite filtrándose en gruesas gotas que corroían las tapas de los ataúdes. Pasaron los años y entonces fuimos muertos viejos, secos, malheridos por el ruido: la pequeña astilla del rencor cobró vida en nuestras frentes como una chispa.

4)

En la ciudad ya no cabemos, dice un vivo; la vida es difícil para tantos y tantos, dice otro. Los edificios no dicen nada, pero sus sombras, cada vez más largas, hilvanan una cuadrícula, un nuevo mapa que empieza a llenar de telarañas los sueños de los habitantes. En el panteón ya no se puede dormir: primero fueron los nuevos muertos, los advenedizos que lloraban toda la noche sin entender qué pasaba; luego los vivos insomnes que recorren la superficie con sus zapatos modernos, con su incertidumbre a cuestas, con su afán de permanecer en el mundo hasta que el mundo explote.

5)

Un buen día desaparecieron los bosques, sólo quedó un puñado de árboles raquíticos que poca sombra le daban a nuestras tumbas: todo el día el solazo, los aviones, el humo gris de las fábricas que ya para entonces pululaban por doquier. El río se convirtió en la cáscara seca de una oruga boca arriba, y con el insomnio, el rencor creció inconmensurable: por las noches los muertos viejos hablábamos en voz baja, hacíamos planes, tomábamos decisiones de enorme trascendencia, firmábamos pergaminos con nuestras falanges desgastadas.

6)

El acuerdo es tácito. La ciudad nos rodea y, viendo un mapa, el panteón es ahora el centro de la ciudad, el corazón de donde salen todas las arterias, secas ya de bosques, ausentes de cielo y buenos recuerdos. Los muertos viejos somos minoría pero tenemos las uñas largas, los huesos poderosos: podemos controlar a los esqueletos más recientes, ponerlos a danzar la danza del sardo, afilarles los colmillos y hacer que broten ruedas metálicas de sus talones, lanzallamas en las cuencas de sus calaveras. El aire huele a guerra pero los vivos no lo saben, continúan con sus asuntos, construyendo fábricas, armando artefactos, comiendo sopas instantáneas. Por las noches, en cada ventana hay un rumor de pantallas: televisores, computadoras, teléfonos celulares llenándoles de verdes luces azules los ojos extintos.

7)

Somos letras. Palabras. Párrafos enteros escritos desde antes de que apareciera el mundo. Marchamos devorándolo todo, machacando las astillas choc choc choc, ahogando los gritos con lodos eternos. Un colibrí revolotea en la tumba más vieja del panteón: debajo, en su trono, el rey de los muertos lanza órdenes telepáticas y todos obedecemos.

8)

FIN.

9)

El panteón se fundó hace unas horas, abarca la ciudad entera. Cada casa es una tumba y el silencio es casi absoluto. Todavía brota el humo, los tufos impostores de la sangre. Arriba la luna y unas nubes, el cielo, el chirriar lejano de los engranajes celestes. Mañana, los alfileres del sol trazarán las rutas que recorrerán los topos, las ratas, los visitantes de las ciudades cercanas con sus cámaras y sus micrófonos. Mañana.

 

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Imagen de cabecera: Zdzislaw Beksinski

 

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bernal2Ricardo Bernal

Además de escribir poemas y cuentos, es uno de los más importantes profesores de la literatura de géneros en México; desde 1992, sus cursos y diplomados de cine y literatura fantástica, horror y ciencia ficción han sido impartidos en la Universidad del Claustro de Sor Juana, la UNAM, Casa Lamm, La Universidad Iberoamericana, el Film Club Café, Circo 2.12 y en diversos centros culturales por parte del Centro Nacional de Información y Promoción de la Literatura del INBA. Es socio fundador de la Escuela Mexicana de Escritores, donde imparte las materias Introducción a los géneros narrativos Narrativas del inconsciente: astrología y tarot para escritores. Desde hace algunos años se ha dedicado a la investigación y a la enseñanza de la historia de las animaciones. En 2011 presentó e hizo la selección del Festival deAnimaciones del Mundo en Guadalajara, y en 2014 participó con una serie de ponencias sobre anime en el Festival Internacional de Cine de Aguascalientes. En 2015 impartió los cursos Análisis narrativo de animaciones y Animaciones selectas de Japón en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.