Seleccionar página

CUANDO LOS LIBROS SE VUELVEN CONTRA SU AUTOR

Concepción Figueroa

 

La imagen del escritor suele configurarse en torno a un ser solitario, a veces, hasta un poco neurótico. De esta imagen se han desprendido varios relatos, muchos de ellos fantásticos. Divagando por ahí tuve la suerte de encontrar a Francisco Tario, autor mexicano que desde muy temprano intuyó la dirección que tomaría este subgénero. ¿La mayor sorpresa? “La noche de los cincuenta libros”. Intrigante, ¿cierto?

Francisco Tario

Tario construye un personaje completamente fuera de sí, Robertito, que a pesar de ser un niño no es común sino un completo desquiciado al que todos rehúyen incluyendo su propia madre:

Entre mi parentela y yo interponíase una especie de muro que detenía en seco cualquier explosión afectiva. Me sonreían a veces por compasión; me dirigían la palabra por necesidad; me escuchaban por no irritarme. Pero me rehuían; escapaban de mí con un furor inconcebible. (…) Bastaba que cualquier arrebato sentimental me empujara en brazos de la madrecita, para que ésta protestara al instante:

—Quita, Roberto, no seas brusco… Además, mira, tengo mucho quehacer…

Ya en su adolescencia y ante el mal trato que los otros le profesan toma una decisión: alejarse definitivamente de la humanidad y volverse ermitaño. En su destierro se dedicará a escribir libros. Esta clase de libros:

Libros que paralizarán de terror a los hombres que tanto me odian; que les menguarán el apetito; que les espantarán el sueño; que trastornarán sus facultades y les emponzoñarán la sangre. Libros que expondrán con precisión inigualable lo grotesco de la muerte, lo execrable de la enfermedad, lo risible de la religión, lo mugroso de la familia y lo nauseabundo del amor, de la piedad, del patriotismo y de cualquiera otra fe o mito. Libros, en fin, que estrangulen las conciencias, que aniquilen la salud, que sepulten los principios y trituren las virtudes.

Ya en la senectud comenta que así lo hizo durante cincuenta años hasta ese día en que, sintiéndose viejo y cansado, decidió dejar de escribir y retirarse a morir… y todo hubiera salido como lo había planeado si aquella noche sus libros, esos mismos a los que les dedicó su vida no hubieran decidió rebelarse atentando contra él. De aquel Robertito siniestro no quedaba mucho, sin embargo, sí lo suficiente como para dar pelea.

Dicen por ahí que lo fantástico se alimenta de miedos y deseos inconscientes. Tario entre otras cosas nos ejemplifica, de manera magistral, la rabia del que se siente abandonado incluyendo en esta categoría a los libros.

**

Aquí puedes leer el cuento.

****

Concepción Figueroa, mujer, literata y profe.

 

 

 

¡LLÉVATELO!

Sólo no lucres con él y no olvides citar al autor y a la revista.