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EL BOSQUE ENCANTADO DE EMILIANO GONZÁLEZ

II

 

Gilda Revueltas  

Primera parte

 

Una noche que me quedé en su casa, lo encontré de especial buen humor e intuí, emocionada, algún hallazgo.

Después de nuestro alegre ritual y luego de platicar un rato, se levantó del sillón, fue a la sección donde estaban los libros raros, sacó lentamente un libro, lo miró un rato y lo empezó a acariciar como a un ser vivo. Yo lo observaba expectante.

“¡Encontré una rareza!”, dijo.

Puso un libro rojo desgastado entre mis manos y me lo entregó como una joya. Acaricié su pasta dura con cuidado, sintiendo sus relieves desgastados, admirando su sobria belleza. Intuí algo muy raro y recordé el cuento “El tren de medianoche” de Alfred Noyes —de la antología de Emiliano y Beatriz El libro de lo insólito— donde había un antiguo libro de pasta roja. Pero no, no era ese libro.

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El título decía Sintram and his Companions. No me sonaba para nada, pero cuando empezaron a aparecer las ilustraciones me deslumbré. Con sesgado orgullo advirtió:

“Es el primer libro publicado con ilustraciones art nouveau. Está escrito por La Motte Fouqué”.

¡Sentí cómo mi cuerpo se empezaba a paralizar!

“Fueron dibujadas por el artista Heywood Summer, del movimiento “Arts and Crafts” del prerrafaelismo inglés, editado en Inglaterra en 1883”. 

Y como si nada, agregó:

“Es la primera edición”.  

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Me estremecí intensamente sorprendida. ¡Jamás pensé tener un diamante así en mis manos, era un libro mágico, visionario! Sentía todo el potencial, el big bang, el óvulo, el semen, la semilla de lo que sería un movimiento artístico muy importante del siglo XX y XXI que, por supuesto, ¡venía de los griegos! Era bellísimo, una excelencia artística, una joya mágica. Cada ilustración era una impresionante obra de arte.

Entré en éxtasis y en el terror de imaginar todo lo que había tenido que suceder después de siglos para que ese libro llegara a mis manos. ¿Qué tejido, qué conflagración planetaria para que Emiliano lo encontrara, para entregármelo, para que lo pudiera sentir y pudiera sumergirme en él en ese momento, en ese lugar y en ese día de mi vida?  Emiliano observaba especialmente satisfecho mi espanto ante lo magnífico. Lo disfrutaba encantado.

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Empecé a dudar de lo que me estaba pasando. ¡Era tanta Belleza!  Era algo terriblemente abrumador, era víctima del síndrome de Stendahl.  ¿Cómo reaccionar ante lo sagrado?

Todo se volvió irreal y ese viejo libro de pasta roja con sus ilustraciones maravillosas me transportaron al esplendor del año 1883 en Inglaterra. Cómplice del ambiente, sonaba poética música subterránea.

Emiliano construyó una colección única y magnífica con los libros antiguos más finos, primeras ediciones, algunos autografiados por los autores, bellos libros ilustrados, muchos bellamente empastados, libros de arte. Siempre defendimos que hubiera ilustraciones en los libros, creíamos que la hermandad entre la ilustración y las letras no debería desaparecer.

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Provengo de una familia de artistas, de escritores, editores y libreros, por eso pude compartir con Emiliano el amor esotérico por los libros.

Para nosotros los libros estaban vivos, eso lo fuimos descubriendo poco a poco.

Continuará…

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AQUÍ puedes leer «El tren de medianoche»

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Gilda Cruz Revueltas es poeta, pintora, escultora y cineasta. Ha realizado  32 exposiciones individuales y ha participado en más de 46 exposiciones colectivas en importantes  museos y galerías de México, Europa y Estados Unidos.

También  ha participado en instalaciones, ha pintado murales, ha proyectado escenografías y  ha ilustrado libros.

gildarevueltas.wixsite.com/gildacruzrevueltas

@gildarevueltas

 

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