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EL CINE DE TERROR COMO  TRANSGRESOR DEL TABÚ

EL CANIBALISMO

 

Israel Yerena

 

La antropofagia, mejor conocida como canibalismo, desde el inicio del mundo “civilizado” siempre ha sido vista por la mayoría no sólo como algo grotesco, sino como uno de los mayores crímenes que un ser humano puede cometer. El acto de consumir carne humana por el simple hecho alimenticio -ya sea a manera de supervivencia, por un trastorno mental o por mero gusto por la carne- no suele ser más aceptado que cuando se comete por motivos espirituales, pues la sola idea de alimentarse de la carne de un semejante provoca un gran rechazo en casi todas las culturas.

Mientras en sociedades primitivas, cuando el fuego ni siquiera había sido descubierto, tal vez era más probable que el hecho de asesinar a un hombre y comerlo fuera visto como algo natural con tal de sobrevivir -pues el ser humano aún era más cercano a su lado animal-, conforme la sociedad y la cultura han avanzado, el canibalismo se ha convertido en una acción por demás deplorable, el cual incluso en ocasiones hace que el hecho del asesinato pase a segundo término cuando se sabe que el cadáver fue devorado. Para no remontarnos a la época de las cavernas, han existido ocasiones en que la ingesta de carne humana suele ser más comprensible dependiendo los hechos, tal es el caso de hambrunas como consecuencia de guerras o de situaciones económicas, en las que la ingesta de carne humana era viable como un recurso para no morir de hambre.

Quizás el caso más conocido y hasta comprensible de antropofagia sea el accidente de los Andes de 1972, donde un grupo de 16 sobrevivientes del choque de un avión tuvo que alimentarse de los cadáveres de sus amigos para sobrevivir en un clima hostil. Sin embargo, existen otros casos donde el canibalizar a un ser humano no se mira con la misma comprensión que cuando se realiza por supervivencia.

Existen ciertas tribus que sacrifican a algunos de sus miembros para ingerir su carne a manera de ritos ceremoniales; sin embargo, y como lamentablemente el mundo suele creer que las únicas fronteras entre lo aceptable y lo inaceptable son las de su propia cultura y su propio país, estas tribus suelen ser calificadas de salvajes e incluso detestables, aun cuando estos grupos han recalcado que el ingerir carne humana es aceptable sólo cuando esta acción tiene fines religiosos e incluso los consideran honorables, pero no el canibalizar a alguien por el simple gusto de hacerlo, lo cual encuentran como algo irrespetuoso, carente de sentido y hasta prohibido.

En el otro extremo se encuentran los asesinos seriales, quienes suelen ingerir carne humana por el puro gusto de consumir a sus víctimas o por ciertos trastornos psicológicos, algo que está completamente fuera de los límites de lo tolerable en prácticamente cualquier cultura. Y aunque se ha descubierto que la carne humana contiene ciertas sustancias que la hacen un tanto adictiva para quien la consume frecuentemente, esto no suele ser motivo de expiación para devorar a otro ser humano.

Un ejemplo son los casos de Albert Fish, quien violó a una niña y mandó una carta a los padres de ésta para que supieran cómo la había matado y comido.

Armin Meiwes fue otro de los antropófagos más notorios, pues publicó un anuncio en internet para encontrar a alguien que quisiera ser canibalizado y, por supuesto, lo encontró, siendo que concertó una cita con Bernd Jürgen Brandes, a quien le cortó el pene e intentaron comerlo entre los dos; en los días posteriores, Meiwes consumió el resto del cadáver de Brandes.

Brandes (izq) y Meiwes (der).

Jeffrey Dhamer es, quizás, el caníbal más celebre, pues no sólo asesinó a casi una veintena de hombres, sino que practicaba la necrofilia y después consumía ciertas partes de los cadáveres.

México no está exento de estos casos, ya que en 2007 se dio a conocer la historia de José Luis Calva, quien devoró el cadáver de quien fuera su novia.

De esta manera, actos y personajes que son considerados por demás aberrantes han sido llevados a la pantalla grande no sólo con motivo de mostrar sus vidas, sino como una muestra de que el ser humano “civilizado” no está a salvo de cometer antropofagia o de ser comido. Como muestra de esto, y sólo por mencionar algunos, tenemos filmes como Holocausto caníbal (1980) y Cannibal Ferox (1981), que si bien fueron criticadas por dar una mala imagen de las tribus de las amazonas, también describen muy bien el canibalismo que estas tribus sufren por parte del mundo civilizado, acabando con sus hábitats y sus recursos naturales, demostrando que el verdadero salvaje se encuentra en las ciudades.

 

La masacre de Texas (1974) y la mexicana Somos lo que hay (2010) son el excelente ejemplo de la familia no sólo como célula social, sino económica, pues tanto en la primera como en la segunda, se muestra a una familia que ha encontrado en el canibalismo el único medio de supervivencia, ya sea devorando o vendiendo la carne de sus víctimas.

 

Asimismo, tenemos los filmes de Hannibal Lecter, el caníbal fílmico por excelencia, quien demuestra que hasta el hombre más culto y educado cuenta con un menú donde la carne humana es el plato fuerte.

El cine de terror funge así como medio de proyección de los miedos y aberraciones que hombres y civilizaciones pueden llegar a cometer y que tanto se esfuerzan por negar, pues si bien la antropofagia quizá nunca será aceptada como un recurso económico, no se puede negar que el canibalismo ha estado presente desde que el hombre comenzó a existir y continuará practicándose el día de mañana, pues nunca se sabe cuándo ni dónde nuestra vida dependerá de un bocado de carne humana… o quizás, y sólo quizás, algún día seamos nosotros el platillo principal de una familia con demasiada hambre.

Por supuesto, esto siempre será mejor experimentarlo a través de la pantalla de cine y no ya sintiendo el tenedor sobre nuestra carne. Buen provecho.

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Imagen de cabeceras: «An Open Mind», por Dan Halen.

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Carlos Israel Yerena Cruz, 24 años.

Egresado de la carrera de Comunicación de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán. 

Contribuyente de la revista electrónica “Encuadres”, escribiendo reseñas y noticias acerca del género de terror.

Titulado mediante la tesis “La masacre de Texas: del asesino histórico al fílmico”.

Amante de los temas tabúes, lo retorcido y lo bizarro, desde muy temprana edad -cuando apenas era un pequeño Ghoul– encontró en el género de terror un refugió en el cual depositar y liberar todos aquellos deseos perversos que crecen hasta en la mente más pura. Sin importar la vertiente, ya sea literaria o cinematográfica, el horror es un género que lo ha sumergido en un mundo que le ha enseñado que, a veces, la belleza más extrema se encuentra en las obras más grotescas.

De estómago curtido principalmente por los filmes slashersel género de horror también le ha demostrado que la mente y la naturaleza del ser humano son, quizá, las fronteras más lejanas y oscuras que nunca terminarán de ser exploradas, pero que piden a gritos que alguien se adentre en ellas. En la literatura, gracias a Lovecraft, ha aprendido que, aunque sea en unas cuantas páginas y en breves oraciones –escritas a veces por las mentes más solitarias e incomprendidas se alberga el horror más profundo de todos, aquel para el que ni siquiera se han creado las palabras ni ojos que sean dignos de describirlo.

¡! ¡Cthulhu fhtagn!

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