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SOLARY

EL CIRCO DE LAS PESADILLAS

 

Valerie Vetra

 

El circo está muerto (pero más vivo que nunca). La experiencia Solary: el circo de las pesadillas.

Afirmar que un espectáculo es el mejor que se ha presenciado es un acto peligroso. Entenderá, estimado lector, que el hablar desde la opinión expone al autor a la crítica malintencionada y a los juicios de valor. Por ello, pensé largo y tendido sobre mis palabras, cuando no era necesario -por esta ocasión al menos- pensar sino sentir. Verá usted: el otro día por la noche (lunes 13, de clima templado en la siempre abandonada Mexicali) decidí acudir a un espectáculo circense que se había instalado convenientemente en el terreno baldío frente a una de las plazas más icónicas de la ciudad y por donde tengo que pasar todos los días de regreso del trabajo.

Este espectáculo, Solary: el circo de las pesadillas, es un show que ha estado en tour por varias ciudades de México desde hace algunos meses. Ésta, sin embargo, era la primera vez que venían a Mexicali y enganchaban con la promesa de un espectáculo diferente a lo antes visto. Desde que me enteré de la existencia del circo y de las fechas programadas en Mexicali, le auguré un éxito bajo-moderado, no por pesimista sino por ser objetiva. Aquí mis motivos:

Primero: Si bien el miedo y los recursos del terror son universales y casi inherentes a la humanidad como lo es el oxígeno, no hay duda de que Mexicali no es una ciudad que se asuste fácilmente. Vivimos en un infierno de casi medio año que definitivamente nos cura de espantos.

Segundo: Pese a que su objetivo es llegar a un público familiar, el tema no es atractivo para todos los integrantes de la misma. Los niños pequeños no tienen intenciones de ir y mi abuelita casi me lanza una chancla cuando le mencioné la existencia del espectáculo. En la función a la que fui había muchos más adultos que niños, y varios de los pequeños presentes aún no podían caminar.

Tercero: A diferencia de otras ciudades de México, como Guanajuato, Puebla, Ciudad de México y Monterrey, Mexicali es un lugar bastante tradicionalista en cuanto a movimientos contraculturales o underground. La tendencia general apunta a seguir dos modas: la sinaloense-buchona y la estadounidense. Los darks, góticos, emos, rockers, punks, anarquistas y demás movimientos están medio dormidos en esta ciudad de la franja fronteriza (probablemente por el calor del verano).

Cuarto: Los espectáculos teatrales tienen un público limitado en Mexicali. Las personas están acostumbradas a las obras de teatro gratuitas (o de precios simbólicos) de instituciones culturales y a  los espectáculos infantiles musicales de mediana producción que infringen el copyright de la serie de televisión o juego de moda. Un espectáculo como Solary: El circo de las pesadillas se enfrentaba a precios relativamente altos para los circos o espectáculos que han llegado a la ciudad. El costo del boleto del último circo de renombre, el circo Rolex, podía conseguirse hasta por 30 pesos, mientras que la localidad más económica de Solary rondaba los 280.

Y, por último: Mexicali no tiene buena historia con los circos. Rememorando varios años atrás, el único circo de (relativo) prestigio que ha llegado fue el Rolex, que se ha tenido que establecer en la ciudad por periodos de hasta medio año debido a demandas y denuncias; el ataque de un tigre a una niña, la violación de algunas jovencitas por el cirquero Apolo y los polémicos afterpartys con menores de edad liderados por el nuevo cirquero titular que sustituyó a Apolo tras el escándalo: Franccesco.

Yo no había asistido a un circo desde la época en la que aún se permitían animales.  Nunca entendí la magia de los circos, el motivo de su popularidad ni por qué era un referente en las películas infantiles. Me parece, fui parte de esos niños desencantados que a los doce comenzamos a tener acceso al internet y ya nada nos sorprendía. Ese hueco cultural que prevalecía desde la infancia fue satisfecho con Solary: el circo de las pesadillas.

La experiencia misma comienza desde la fila. Debes esperar afuera de una carpa negra, ante una reja de cuyas puntas cuelgan lamparas “de aceite”. La ambientación es perfecta para comenzar. Una vez adentro, dependiendo de tu área, debes cruzar en una especie de túnel bajo las gradas donde no todos los maniquíes enmascarados están muertos: algunos de ellos esperan el momento preciso para asustarte antes de que puedas llegar a tu asiento.

Ahora bien, el interior es también excepcional. Hay un excelente cuidado del acomodo de los asientos, del juego de luces y los pilares que sostienen la carpa. Las gradas son acertadamente utilizadas como medio de escondite para los “entes” que pueden jalarte los pies en cualquier momento de la función. La selección musical a lo largo de todos los actos es en la mayoría de los casos apropiada para establecer el ambiente, la tensión y mantenerte cautivo en la historia.

Esencialmente, los actos giran en torno a las pesadillas de una niña llamada Isabella, quien ha sido seducida por Perséfone para cruzar al umbral del mundo de las pesadillas, donde todos sus pensamientos pueden materializarse en objetos y seres horribles. La intención de la niña es superar todos los retos para salir de este mundo y, si ella lo logra, le han prometido que los seres del umbral no volverán a molestarla más. Suceden cosas muy interesantes en cuanto a la narrativa del circo: se han tomado el tiempo de desarrollar la caracterización de los personajes, de forma que empatizamos con ellos cuando suceden cosas terroríficas y estamos contentos cuando hay algún momento de relajación o parecen triunfar.

Hay un par de personajes que están ahí para mantener un balance entre el terror y la comedia, sin desentonar y sin romper la ficcionalidad que se ha construido entre el público y los personajes. Esto, precisamente esto, es una de las mayores fortalezas del circo: llega un momento en que no hay diferencia, se es activamente parte del show, se interactúa, no hay momento muerto y los fragmentos de historia realmente ayudan a proseguir el acto.

Adicionalmente, las acrobacias van de la más sencilla a la más compleja. La segunda mitad del espectáculo tiene un inicio y cierre impactante. Estoy convencida que ir a Solary: el circo de las pesadillas fue la mejor inversión de mi tiempo y dinero. Al final, cuando llega el momento de dejar el asiento y volver a la realidad, queda una sensación de vacío, una sutil nostalgia por abandonar el circo, por dejar en el asiento la sorpresa y la euforia. Este circo me hizo sentir y entender, por fin, en dónde radicaba la magia que no había encontrado en mi niñez.

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Valerie Vetra nació en Irapuato, Guanajuato, el 5 de diciembre de 1994. A los pocos meses se trasladó a Mexicali, Baja California, donde ha vivido casi toda su vida. Formó parte del taller de creación literaria del programa Talentos Artísticos de Baja California del 2010 al 2013, en cuyo periodo se publicó una antología con los trabajos del grupo. Obtuvo mención honorífica en el certamen de cuento Intercobach 2011. Cursó satisfactoriamente el seminario de formación de novelistas impartido por el académico de la lengua, el profesor Élmer Mendoza. En el 2012 contribuyó a la publicación de dos antologías de cuento (Voz en Silencio II y Frutos del árbol muerto). Publicó un cuento en la revista electrónica Letras Raras de julio del 2012, así como en Círculo de Poesía a mediados del 2015. En 2014 formó parte del taller de cuento del Centro de Apreciación Literaria de la Universidad Autónoma de Baja California. En agosto del mismo año fue invitada como escritora a participar en el VI encuentro de escritores Tiempo de literatura, celebrado en Mexicali. Fue becaria de Signos en rotación, de la Caravana Cultural del ISSSTE a principios del 2015.  Actualmente cursa la licenciatura de docencia de la lengua y la literatura en la UABC e imparte un taller de escritura creativa en un plantel de COBACH en Baja California.  Prefiere la narración, enfocándose principalmente en la ficción.

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