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EL DIABLO EN PANTALONES ACAMPANADOS

el horror en los años 70

 

Mariana Esquivel

 

A través de la historia, el miedo ha sido un elemento determinante en el desarrollo de la humanidad. Mucho del avance tecnológico logrado proviene precisamente de la necesidad de encontrar respuestas y soluciones a aquello que nos parece temible e infranqueable. Pensemos por ejemplo en el fuego, si bien ayudó a los primeros hombres a cocinar y a desarrollar nuevas herramientas, fue también una solución a la siempre amenazante y misteriosa oscuridad.

Sin duda alguna, la tecnología y los cambios sociales resuelven algunos de nuestros temores, pero también hacen que aparezcan nuevos demonios y nuevas interrogantes. Partiendo de esta idea, las películas de horror de una década determinada nos dicen mucho sobre el contexto social, histórico y económico en el que surgieron. Por ejemplo, en la actualidad, los zombis que nos aterran no tienen nada que ver con los zombis de películas como White Zombie (1932) o I Walked with a Zombie (1943). Los zombis actuales son “infectados” que representan el miedo a la guerra bacteriológica, a epidemias como el AH1N1 e incluso -a un nivel más psicológico- el miedo a la sociedad de consumo, siempre insaciable y predatoria (capaz de acabar con todo lo que se encuentra a su paso con tal de ver sus necesidades satisfechas).

En contraste, los zombis de la década de los 30 e inicio de los 40 eran cadáveres que revivían a causa del vudú. El houngan (sacerdote vudú) era la mente maestra detrás de estos muertos de lento caminar. En dicha época, el miedo residía más bien en lo exótico e inexplorado: el colonialismo seguía vigente, la Segunda Guerra Mundial y la Gran Depresión hicieron que de algún modo el mundo occidental reconociera todas aquellas tradiciones distintas y ajenas a él y capaces de arrebatarle su “inocencia”.

Así, pensemos ahora en la década de los años 70. Cargando aún con el flower power de los 60, las rebeliones estudiantiles, el surgimiento de la contracultura, el feminismo y el libertinaje, los años 70 respondieron con mano dura y paranoia (y LSD). Es aquí en dónde entra el temor hacia las sectas satánicas.

En 1969, miembros de la familia Manson cometieron el trágicamente célebre asesinato de Sharon Tate, quien fuera esposa de Roman Polanski. Mucho se especuló sobre la razón de este crimen: una teoría incluso habla sobre venganza, debido a que en la película Rosemary’s Baby (1968) Polanski había revelado secretos sobre la manera de actuar de las sectas satánicas. Probablemente, los crímenes de la familia Manson hicieron despertar a la sociedad estadounidense del ensueño hippie del amor y paz y trajeron a flor de piel el miedo a todas estas ideas nuevas, revolucionarias, desconocidas y destructoras de lo que hasta entonces era aceptado socialmente. Dichas ideas se identificaron con los cultos secretos, rituales satánicos y posesiones demoniacas. De modo que en esta década vendrían: The Exorcist, The Wicker Man, The Omen, The Devil’s Rain, The Mephisto Waltz, Suspiria y un muy largo etc.

Es cierto, muchas veces, cuando una película logra un gran éxito entre los espectadores, viene acompañada de un montón de imitaciones. Sin embargo, el simple hecho de que algo logre impresionar de tal manera a una sociedad en un tiempo determinado es un indicador de que la mentalidad colectiva se encontraba justo en el momento preciso de recibir dicho golpe.  ¿Cuántas veces no decimos: “ésta fue una gran película en su tiempo”? Haciendo referencia a que, aunque ahora ya nuestros temores son otros, entendemos que ese tema en particular o la manera de abordarlo fue impactante para su época.

La paranoia setentera no sólo se manifestó en el cine, también en la música y en la literatura; por ejemplo: la búsqueda de mensajes ocultos y satánicos en las canciones de los grupos de rock de moda y el éxito de libros como The Satan Seller y Michelle Remembers, que hablan sobre las experiencias de los autores con los cultos satánicos (aunque finalmente resultaron ser un fraude). A pesar de que son pocos los asesinatos que se han descrito como abiertamente rituales o satánicos, existe una arraigada creencia entre nuestros vecinos estadounidenses de que un enorme número de cultos adoradores de Satán operan en su territorio.

Los años 70 se convirtieron en el caldo de cultivo de este “pánico satánico” que empezaría a generar leyendas urbanas, como la idea de que las mascotas perdidas son secuestradas para realizar rituales de sangre, que todos los niños extraviados son víctimas de sacrificios humanos, o que el Halloween es una celebración demoniaca en la que extraños enmascarados reparten dulces envenenados a los niños, entre bastantes otras. Llegó a tal grado la paranoia y la cantidad de reportes que la policía recibía sobre prácticas satánicas, que la Unidad de Análisis de Comportamiento del FBI realizó varios comunicados públicos sobre sectas satánicas y dedicó a numerosos agentes a su investigación. Hay muy poca evidencia tangible y muchas teorías de conspiración sobre el tema, apoyadas principalmente por grupos evangélicos fundamentalistas.

Lo cierto es que en esta década, el Señor de las Tinieblas hizo quedar en claro que la tecnología no lo había vencido y que mantiene su título como uno de los más grandes miedos vigentes. ¿Por qué los años 70? Tal vez le gustó el LSD, se divirtió en la Guerra de Vietnam o decidió que los pantalones acampanados, las plataformas y las patillas le iban bien. Algo que no podemos negar es que desde el vómito verde de Regan y la mirada de Damien Thorn hasta Sympathy for the Devil de los Rolling Stones, la reaparición del miedo al diablo en esta época nos dejó un grande legado.

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Mariana Esquivel (Vikinga)

Tesista de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Perito técnico en Criminalística. Estudio ruso, alemán y francés. Historiadora frustrada. Apasionada del cine y la literatura de horror. El folk metal es lo mío. Valkyria que lleva a los guerreros caídos al Valhalla.

http://valkyrjainvelvet.blogspot.mx/

 @Marian890

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