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EN UNA GALAXIA MUY, MUY LEJANA

Bernardo Monroy

 

Dedicado a Eduardo Torres, Paola López y a su pequeña recién nacida.

Gracias a Lalo por  mostrarme ese fascinante universo de wookies, hutts y caballeros Jedi.

 

The church of my choice is the free, open world.

Philip K. Dick, “Flow my tears, the policeman said”

 

EPISODIO II

El sobrino de Marco decidió dejar de ser católico para convertirse a la religión Jedi.

Por supuesto, no fue algo que la familia tomó a la ligera. Su madre, una mujer de cabello rubio y entrada en los cuarenta llamada Rocío, recientemente divorciada porque su esposo no toleraba el bullying matrimonial, salió corriendo con una mujer más joven y menos manipulable, dejando a David, en aquel entonces de seis años, con una mujer que pensaba que Jesucristo y la Iglesia eran los únicos salvadores de la humanidad y no pecadores y sus brebajes… como por ejemplo Alexander Fleming y la Penicilina. También cortó toda relación con su hermano Marco, pues hacía mucho que se declaró abiertamente gay. Se convirtieron en los dos hermanos antagónicos que se odian.

El muchacho no encontró cobijo en la Iglesia Católica, quizá porque su madre creía que la mejor disciplina era el uso del cinturón o seguramente porque no creía que el Padre Rogelio le gustaban los niños de la edad de David. Lo cierto fue que a los diez años vio la hexalogía de Star Wars y al igual que a tantos niños, le encantó. Cuando descubrió que existía la religión de los Jedi más allá de la pantalla grande y chica, optó por convertirse. Además, durante la segunda mitad del siglo XXI, cualquier familia conservadora hubiera terminado la discusión con una bofetada al niño, pero no sucedió en este caso.

Marco era el más importante Ministro de la Orden Jedi en México.

Marco reunió a David y Rocío para platicar al respecto en el restaurante “La Luna Alfana”, que era temático de ciencia ficción… supuso que el ambiente ayudaría a aligerar las cosas, pero cambió de parecer cuando vio llegar a Rocío con el rostro enrojecido y arrojando su bolso directo a la mesa, tirando los cubiertos y el servilletero. Marco se limitó a levantar las cosas telepáticamente.

—¡A ver, pendejito! —exclamó, jalando la silla para sentarse y provocando un rechinido que hizo soltar quejidos de incomodidad de otros comensales—. Has de estar bien contento arruinando a mi familia. ¿No te bastó con decirle a papá y mamá que eres maricón? ¡Nooooo! Tenías que volver a mi hijo a tu pinche culto mediocre.

—Rocío, cálmate. No hagas un escándalo —dijo Marco, dejándose envolver por la tranquilidad de La Fuerza—. Somos personas adultas.

—¡Ese es tu puto problema! ¡Nosotros somos personas adultas, pero David no! ¿Por cierto, dónde está?

—Llegará en un rato. Debe estar haciendo su hora diaria de meditación que le encargué para estar en equilibrio con La Fuerza. Digo, si quiere cambiar de religión tiene que empezar por eso. Es una de las primeras enseñanzas de un Jedi. Mientras llega, te puedo platicar sobre los fundamentos de mi religión —La miró fijamente y agitó su mano derecha en su cara. De súbito, Rocío no dijo una palabra. Se sintió calmada… casi como petrificada—. Y tú no dirás ni una palabra hasta que termine de hablar.

Marco comenzó a hablar: La religión Jedi, mejor conocida como “Jediismo” o TOTJO (Temple Of The Jedi Order), está inspirada en el Universo de Star Wars, creado por George Lucas… pero eso ya lo sabemos todos. Lo que seguramente ignoras es que originalmente empezó como una afición de freaks que se convirtió en subcultura, después en culto y finalmente en religión. A principios del siglo XXI hubo una crisis que tambaleó los cimientos de todas las religiones organizadas, de modo que la gente buscó otras cosas en qué creer. Cobró auge el culto a la Santa Muerte, la Santería, la devoción a Elvis Presley y, por supuesto, la Religión Jedi. Hasta finales del 2013 había 1,461,000 integrantes, muchos congregados en Reino Unido. Actualmente somos más de cinco millones en todo el mundo. Los Jedi nos basamos en muchos conceptos del hinduismo, budismo y taoísmo, somos, a final de cuentas, producto del sincretismo religioso, del mismo modo que la Santería toma conceptos de los Yoruba africanos y los santos católicos, o la Virgen de Guadalupe de los cristianos europeos y los mexicas… sí, así es, no me mires feo, Rocío. Los Jedi nos basamos en conceptos como la Paz, el valor inherente de cada ser humano, la empatía, que los valores morales no son absolutos, y tenemos nuestro código, así como ustedes tienen el Padrenuestro: “No hay emoción, hay paz. No hay ignorancia, hay conocimiento. No hay pasión, hay serenidad. No hay caos, hay armonía. No hay muerte, hay la Fuerza”. Como ves, no tiene nada de malo eso.

—¿Y qué me dices de sus chingados poderes satánicos?

Marco suspiró. De seguro que hasta Yoda y Job perderían la paciencia con su hermana… él ya lo estaba haciendo. Siguió hablando: Sí y no. Tienes razón a medias. Efectivamente, los profesantes de la Religión Jedi tenemos poderes. Pero no son satánicos. Permíteme explicarte: cuando el culto fue creciendo hasta convertirse en religión, éramos tantos integrantes que descubrimos que la Fuerza no era un invento de George Lucas. Efectivamente, como dice Obi Wan Kenobi a Luke en el Episodio IV, “La Fuerza es lo que le da al Jedi su poder. Es un campo de energía creado por todas las cosas vivientes. Nos rodea, nos penetra y mantiene unida la Galaxia”… El día que descubrimos que podíamos usar La Fuerza es histórico para nuestra religión: 25 de mayo del 2041. Curiosamente, justo el día del estreno de Star Wars. Sí, podíamos hacer levitar cosas, empujar objetos, controlar mentes débiles… era como si al existir tantos devotos a la religión la Fuerza nos escuchara y nos ayudara. Hasta el día de hoy los físicos han desarrollados teorías, algunas relacionadas con la espuma cuántica, pero no existe nada comprobado. Precisamente por eso Yoda señala que “Un misterio infinito la Fuerza es. Mucho por aprender aún queda”.

—¿Y la gente mala?

—Rocío, hay gente mala en los Jedi. Los que se pasan al Lado Oscuro. Pero eso es en todas las religiones. Como los rabinos que hacen golems, o Juan Pablo II, ese asqueroso defensor de pedófilos, o la hipócrita perra de Teresa de Calcuta… y también hay buenos, como el padrecito ese que sale en “El Exorcista” y le saca el diablo a la niña.

—¡No te quieras poner sarcástico conmigo, pinche sodomita!

—Oh, pues. Aquí nadie está usando el sarcasmo.

David llegó en ese momento. Llevaba una playera con un estampado de Darth Vadder extendiendo su mano derecha. En cuanto lo vio llegar, Rocío se puso de pie… pero antes de que hiciera cualquier acción, salió flotando al fondo del restaurante, estampándose contra un muro donde colgaba un póster de la primera edición de “El Juego de Ender”.

—Yo no fui —se excusó el muchacho de dieciséis años.

—¿Tons quien chingados fue? ¿Un Ewok? —lo reprendió el tío.

Rocío volvió a sentarse, más avergonzada por las risitas de toda la gente del Restaurante que adolorida por el golpe. El mesero llegó a entregarles las cartas y lo primero que dijo hizo que los tres lo odiaran:

—Hola. He estado escuchando su discusión. Antes que nada les digo que soy ateo y me gusta Star Trek.

Hubo un silencio incómodo. Demasiado incómodo.

—Te quedaste sin propina —dijo Rocío—, y juro que mi hermano está de acuerdo conmigo por primera vez en su maricona vida.

—A ver, tú, pinche polizonte del Enterprise —dijo Marco—. Yo voy a pedir el Filete de Insector. Termino medio, por favor. Y una naranjada “2001: Odisea del Espacio”.

—A mí una ensalada de trífido —ordenó Rocío—. Y un agua natural de Arrakis.

—Yo quiero una hamburguesa de morlock con papas eloi y un agua de blueberry azul Neuromante de William Gibson —concluyó David.

El mesero tomó la orden y pensó en decirle a aquella familia que quizá la afición a Star Trek y el ateísmo eran la mejor opción… pero optó mejor por callarse.

—David, he estado hablando con tu madre. Le expliqué los fundamentos de mi religión. Abogué por ti, y creo que es justo escuchar sus puntos de vista y los tuyos para crear una sólida sinergia.

—¿Una qué?

—Hazte de cuenta como el diálogo en el senado galáctico antes del ascenso del Imperio.

—Ah, ya.

—Creo que está por demás decir que odio su Guerra de las Galaxias, por si no se habían dado cuenta. De hecho, fuiste tú quien lo pervirtió. David era un niño bueno, que iba a misa y me respetaba, pero tú lo sonsacaste, llevándolo a ese Cineclub donde vio a lo largo de un día toda esa saga de mierda. Luego ya no fue el mismo. No era como yo: creía en la diversidad de todo tipo, en la tolerancia…

—¡Puta madre, como si eso fuera malo! —Esta vez Marco perdió la paciencia, propinando un puñetazo a la mesa.

—Déjame hablar a mí ahora, ¿quieres, Marco? Tú te convertiste en el tío chistoso que sólo lo veía para comprarle sables de luz y no comprendías lo que era ser una madre divorciada que nunca terminó más allá de la secundaria porque nuestros padres decían que la mujer no tenía que estudiar… en plena mitad del siglo XXI. Y tú, en cuanto cumpliste dieciocho, te largaste con tu novio a esa comuna de hippies intergalácticos. Qué religión ni que la chingada. En lugar de apoyar a tu hermana. ¿Y luego te asombra por qué soy así? No mames, pero cuáaaaaaanta puta bondad te da La Fuerza.

—En aquel entonces era un niño. No me puedes pedir ser como Obi Wan, del mismo modo que a ti no te puedo pedir ser como la Virgen María.

—¿Sabes lo que odio de tus pinches películas de ciencia ficción? Lo predecibles que son. Desde el primer momento sabes de qué van a tratar. Pero aun así, hay filas enteras de gordos ñoños formados para ver lo que ya saben. No entiendo nada de su mundo, y no me parece justo que arrastres a mi hijo a ese mundo de mierda.

—A ver, hermana: no abarates los niveles si eres pendeja, mocha, malcogida y no me llegas, obtusa ignorante —Ahora sí estaba furioso. Le importaba un comino la paz y la tolerancia—. No es que Star Wars sea predecible, sino que toma como base el concepto del Mito del Camino del Héroe de Joseph Campbell. Y te lo explico rápido y sencillo porque eres una estúpida. Siempre lo fuiste. Nunca te he querido y tú a mí menos, sólo nos toleramos. No sé a quién salió David, siendo tan inteligente. ¿Estás seguro que José no te puso el cuerno? Pero a lo que vamos: El Viaje del Héroe es un patrón narrativo que descubrió el mitógrafo Campbell, y está presente en todas las culturas de la humanidad. Trata sobre el muchachito tímido que conoce a un anciano que lo orienta, tiene muchas aventuras, crece como ser humano, madura y evoluciona hasta derrotar todos sus miedos. El mito lo tomó George Lucas como base, y está en El Conde de Montecristo, Harry Potter, Superman y, sí, tu querido Jesucristo. Aunque no te guste. Aprende la diferencia entre patrón narrativo e historia predecible. ¿Va?

—Veo que nadie me ha preguntado mi punto de vista. A final de cuentas organizaron esta reunión por mí. ¿O no? —dijo David, y los dos hermanos voltearon a verlo.

—Tiene razón

—Dejémoslo hablar, pues —acordó Marco.

—Ya sabes por qué, mamá, pero te autoengañas. Es por el padre Rogelio. ¿O ya se te olvidó que no me creíste cuando me violó en el retiro a los seis años? ¿Quién puede tener amor a tu Iglesia después de eso?

—¡Sabes que eso es mentira! ¡Te lo inventaste todo! ¡Incluso la policía telequinética lo libró de cargos y dijo que mentías!

—A la policía telequinética se le puede sobornar, hermana. El caso del pobre chicano que ejecutaron en Texas por un crimen que no cometió en mayo del 2054 fue muy sonado. Yo no dudo que la Iglesia católica pague millones de astrodólares para que no digan nada. Por otro lado, yo apoyaré a tu hijo para que se convierta a la Religión Jedi. Mi autoridad como ministro más importante de México me lo permite. Acuérdate que ya no somos un culto de fans, sino que somos una religión. Te guste o no, voy a convertir a David en mi padawan… es decir, mi aprendiz… en cuanto a David, siento mucho odio en ti, Joven Skywalker —Marco le guiñó el ojo, y el muchacho sonrió con picardía.

—¡Pues qué bien! —Rocío agarró su bolso y se puso en pie—. Pues aquí termina todo: cuídalo tú y edúcalo tú. Vuélveo Jedi y puto, como tú. Si David así lo quiere me importa madres. Nomás te aclaro que te voy a meter una demanda.

Rocío salió del restaurante, y antes de hacerlo, una imagen de Marvin, el robot de “Guía del autoestopista intergaláctico”, se movió por sí sola y le golpeó la cintura.

—Esta vez sí fui yo —confesó David.

—Pues la primera vez sí fui yo —aclaró Marco—. ¡Que la fuerza te acompañe, hermanita!

El mesero llegó con la orden y sirvió los platos.

—¿Nadie se va a comer la ensalada? —preguntó, pero no se había dado cuenta que en la mesa sólo estaba sentado David.

Marco corrió hasta el estacionamiento. Otro de los poderes de la Fuerza era la velocidad sobrehumana, de modo que no le fue difícil alcanzar el coche y sentarse en el asiento del copiloto. Rocío gritó y estuvo a punto de chocar.

—Aguas, hermanita. No te asustes. Te puede dar un infarto. Yo puedo provocarlos. ¿Sabías? La técnica se llama morichro. Sólo te quiero advertir que pobre de ti si me pones una demanda. Y no tengo que usar mis poderes para convencerte. Esto es una amenaza.

Después, regresó a comer junto con su sobrino.

EPISODIO I

Marco y David llegaron al Templo del Sagrado Corazón a las nueve de la noche. La puerta estaba abierta, pero por el simple deseo de hacer daño, Marco la tiró gracias a unos rayos violeta que surgieron de sus dedos.

David lanzó una onda que destruyó todo el templo, o al menos lo hizo en un radio de diez metros. La iglesia estaba sola. Pero vitrales, imágenes y crucifijos salieron volando.

El Padre Rogelio estaba en el altar, visiblemente sorprendido. Era un hombre de setenta y dos años, uno de los pocos curas ejemplares que aún quedaban. Respetuoso, buen católico y en ocasiones tenía sexo con prostitutas a escondidas de sus superiores para calmar el deseo sexual. Jamás había tocado a un niño. En una ocasión fue acusado, pero gracias a Dios, salió libre de cargo.

El tío y el sobrino miraron al sacerdote. Marco lo hizo flotar hasta donde estaban ellos, teniéndolo a sus pies. Le dio la orden a sus sobrino, quien extendió la mano y curvó los dedos. El sacerdote sintió que se asfixiaba poco a poco. Sacó la lengua y sus ojos se desorbitaron. Su cuerpo quedó inerte al lado de una imagen de la Virgen María.

Los fanáticos de Star Wars suelen comunicarse mediante diálogos de la saga, a manera de bromas locales. “Prefiero besar a un wookie”, por ejemplo, para referirse a un objeto del deseo que no les gusta, homenajeando el diálogo entre Han Solo y la Princesa Leia. En ese instante, David y Marco hicieron uso de dichos diálogos:

Lord Vadder…

Yes, Master?

Rise!

Efectivamente, Marco quería convertir a su sobrino a la religión Jedi. Y efectivamente la profesaba.

Lo que nadie sabía era que desde hacía mucho se pasó al Lado Oscuro.

Caminaron rumbo a casa tarareando “La Marcha Imperial”, pensando que, después de todo, Star Wars no era tan predecible.

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MonroyBernardo Monroy nació en 1982 en México D.F. y actualmente vive en León, Guanajuato. Es periodista y ha publicado el libro de cuentos “El Gato con Converse” y la novela “La Liga Latinoamericana”, así como la novela electrónica “Slasher”, disponible gratuitamente en el portal Zona Literatura. Es aficionado a los videojuegos, los cómics y los géneros de terror, fantasía y ciencia ficción, y escribe porque está frustrado, ya que nunca pudo ingresar a la Escuela de Jóvenes Dotados del Profesor Xavier. Sus textos han sido traducidos al klingon y al élfico.