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EL HORROR DISCRETO DE MARGARET OLIPHANT

Y SU LEGADO

 

Aglaia Berlutti

 

Margaret Oliphant es una de las representantes más destacadas del cuento de terror inglés y una considerable influencia en el terror norteamericano. Sus novelas son profundamente melancólicas, por momentos duras y siempre poéticas, que crean atmósferas sorprendentes. De hecho, “La puerta abierta”, publicado en 1882 y uno de sus cuentos más conocidos, es el punto fundamental para comprender la forma en que la magia y la concepción sobre lo tenebroso se analiza en el ámbito de la narrativa de los últimos años. Sorprende por su aparente suavidad que envuelve algo más poderoso y duro de lo que podría sospecharse. El enigma de la historia gira alrededor de una enorme puerta ruinosa de una antigua mansión que el tiempo ha despojado de todo significado y que ya no conduce a ninguna parte. Una angustiada voz que gime y suplica ante esa puerta abierta y vacía es el único indicio de una tragedia que se renueva a lo largo del tiempo y que tal vez ha quedado grabada en el oculto corazón de la naturaleza.

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Su influencia (en especial el análisis sobre lo sobrenatural) extiende una alargada sombra en todo tipo de versiones de terror. Uno de los más evidentes es el argumento retorcido y duro de Apagadas están las luces (1982) de Richard Laymon. De la misma forma que en la historia de Oliphant, la de Laymon transcurre en un pueblo sin nombre, donde una vieja sala de cine transmite cada semana películas morbosas y sádicas, desconcertantes para el público que asiste por su realismo. Las escenas, cada vez más crudas y sangrientas, muestran decapitaciones, cuerpos desmembrados y vísceras arrancadas que los espectadores contemplan entre el asombro, el horror y una cierta atracción mórbida. No obstante, la gran mayoría se consuela pensando que se tratan de trucos cinematográficos, hasta que, durante la última función del misterioso cine, comprueban que no es así. De nuevo, la magia y lo sobrenatural se convierten en una percepción surreal sobre la naturaleza humana. Pero también de las condiciones del bien y el mal moral en terrenos incómodos y cuestionamientos siniestros sobre lo esencial de la identidad colectiva.

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Por otro lado, se encuentra La casa en el confín de la Tierra (1906) de William Hope Hodgson, uno de los más destacados escritores del subgénero “cuento materialista de terror”. Sus atmósferas son angustiosas y, más allá de la mera idea claustrofóbica, son duras por la penetración psicológica de sus personajes e historias. La casa… es, seguramente, la conclusión a la mitología de horrores que el escritor desarrolló en todas sus obras. La novela, que guarda semejanzas con ese terror punzante, insoportable y casi onírico que popularizó más tarde H.P. Lovecraft (que claramente se encontraba influenciado por el escritor), resulta agobiante a ratos, cuando no francamente repugnante, y aun así el lector queda atrapado por la historia del espíritu del narrador, quien vagabundea por una caserón solitario y temido de Irlanda, rodeado de criaturas innombrables que parecen ascender del mismo infierno que Hodgson parece anunciar a cada capítulo.

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Otra novela que analiza el terror y lo sobrenatural desde la connotación de lo mágico inexplicable es El agujero del infierno (1914) de Adrian Ross. La obra conserva las atmósferas opresivas y duras de toda novela gótica, pero además hay un profundo ingrediente humano, de lo enfermizo de la mente humana y lo salvaje de la naturaleza primitiva del hombre, que desconcierta por su dureza y crueldad. Ambientada en la Inglaterra que luchaba contra la división religiosa del siglo XVII, la historia nos lleva hasta el siniestro castillo del señor de Deeping Hold —situado en una zona de marismas donde se abre un agujero que la superstición popular conecta con el infierno—, en cuyo interior los protagonistas de este drama tenebroso quedan aislados por el avance de un ente indefinido y abominable.

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AQUÍ puedes saber más de Richard Laymon.

«La puerta abierta» la puedes encontrar en la antología Damas oscuras: cuentos de fantasmas de escritoras victoriana eminentes.

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Aglaia Berlutti

Bruja por nacimiento. Escritora por obsesión. Fotógrafa por pasión.

Desobediente por afición. Ácrata por necesidad.

@Aglaia_Berlutti

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