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El moderno Prometeo o

la fantasmagoría de la electricidad

 

Martha Riva Palacio Obón

 

La idea para esta columna surgió de un sueño. Lo cual tiene sentido porque, después de todo, la electricidad es también un arquetipo. Tesla contra Edison, Galvani contra Volta, electricidad animal contra conductividad, el relámpago y la criatura que resucita, Will Byers manifestándose a través de una bombilla y Tales de Mileto asombrado con los prodigios del ámbar… Podremos encontrarnos en plena era de la espintrónica y los qubits pero en nuestro imaginario colectivo, la electricidad continúa siendo una manifestación más de estas fuerzas ocultas que rigen al mundo y que lo vinculan con lo sobrenatural. Hasta parecería que en nuestro inconsciente hemos dotado a los fantasmas con su propia carga eléctrica.

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Vuelvo al relámpago y a la criatura. Siempre hemos buscado la manera de engañar a la muerte. Prometeos, transgresores, ladrones del fuego y del rayo, nuestra imaginación se rebela. Buscamos cruzar a toda costa esta línea intangible que separa a los vivos de los muertos. Para eso, hay que ir a la luz: A fines del siglo XVIII y principios del XIX, las fantasmagorías causaban furor en los teatros de Europa. Precursora del cine y de los hologramas, la linterna mágica había evolucionado hasta llegar al fantascopio de Robertson, cuyos espectáculos incluían proyecciones en humo y efectos de sonido.

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Y justo en medio de este goce con lo macabro, surge el maestro de las ranas: Luigi Galvani. El prodigio de hacer “bailar” cadáveres de ranas mediante una descarga eléctrica, captura la imaginación de los científicos del Romanticismo. El proceso galvánico: El fuego ha sido descubierto de nuevo. La electricidad, y no el llamado divino, será la que de ahora en adelante haga que Lázaro se levante de su tumba.

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Inspirado por los experimentos de Galvani, Giovanni Aldini decide cambiar a los batracios por el cadáver de George Foster, ejecutado en la prisión de Newgate en 1803 por el asesinato de su esposa e hijo:

“En la primera aplicación del proceso, la mandíbula del criminal fallecido comenzó a temblar y los músculos adyacentes se contrajeron horriblemente e incluso se abrió uno de sus ojos. En la parte subsiguiente del proceso, la mano derecha se alzó y se cerró en un puño, y las piernas y muslos comenzaron a moverse. Mr Pass, el sacristán de la Compañía de Cirujanos que estuvo presente como oficial en este experimento, estaba tan alarmado que murió del susto apenas volvió a su casa.”[1]

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El monstruo cobra a su primera víctima pero no consigue levantarse. Mientras tanto, en otro lugar de Londres, una niña de cinco años llamada Mary Wollstonecraft Godwin se ve obligada a lidiar con una madrastra a la que terminará odiando. Tendrán que pasar treinta y un años más para que finalmente la criatura consiga resucitar en un sueño.

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Con Frankenstein, esta cualidad fantasmagórica de la electricidad cobra tintes aún más siniestros. El que podamos hacer danzar a los muertos no quiere decir que debamos hacerlo. La criatura, obsesionada con su creador, termina destruyéndolo. Ya no son los dioses los que arrancan el hígado a Prometeo todas las mañanas, sino él mismo. Los nuevos bestiarios serán de ahora en adelante alimentados por los monstruos de la ciencia; hasta llegar a Hiroshima, la Guerra Fría y su zoológico nuclear cuando nuestra fascinación por la electricidad ceda ante el asombro de sabernos capaces de partir un átomo. Aún así la criatura de Shelley volverá a levantarse de entre los muertos, pero esta vez será bajo el microscopio. Meiosis y mitosis, los primeros clones humanos vendrán de una tormenta eléctrica en miniatura.

 

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[1] George Foster: Executed at Newgate, 18th of January 1803 for the Murder of his Wife and Child, by drowning them in the Paddington Canal; with a Curious Account of Galvanic Experiments on his Body. The Newgate Calendar. http://www.exclassics.com/newgate/ng464.htm (Traducción de la autora.)

 

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martha-rpMartha Riva Palacio Obón

Escritora y artista sonora mexicana. Estudió la Licenciatura en Psicología en la Universidad Iberoamericana y la Maestría en Artes Visuales en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Ha recibido varios premios y reconocimientos como el Premio Hispanoamericano de poesía para niños (2014), el XVIII Premio de Literatura Juvenil Gran Angular (2013), el XVI Premio de Literatura Infantil Barco de Vapor (2011) y el Premio Fundación Cuatrogatos (2016).   Entre los libros que ha publicado se encuentran Ella trae la Lluvia (2016), Lunática (2015), Las sardinas vuelan de noche (2015), Buenas noches, Laika (2014), Beso (2014), Frecuencia Júpiter (2013), Pequeño elefante transneptuniano (2013) y Las sirenas sueñan con trilobites (2011).