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LA MITAD OSCURA DEL CALENDARIO

Macarena Muñoz Ramos

 

Tom Skelton se estremeció. Cualquiera podía saber que el viento

de esa noche era un viento especial, y que en las sombras había algo

especial, pues era la Víspera de Todos los Santos, la Noche de Brujas.

Todo parecía ser de suave terciopelo negro, o terciopelo

anaranjado o dorado.

El árbol de las brujas, Ray Bradbury (1972)

 

Quiero imaginar que esta es una temporada especial para muchos. Que les llena de una emoción mucho más profunda que las Navidades, por ejemplo. Pero también es una de las más controvertidas, pues se le acusa de ser una festividad “invasora”, extranjera y que nada tiene que ver con el mexicanísimo Día de Muertos. Permitan que les demuestre que se trata de una postura equivocada, aunque también tiene algo de cierto: Halloween, como lo conocemos y celebramos actualmente, sí proviene de Estados Unidos.

 

Todo tiene un inicio. Antiguamente, las comunidades en realidad sólo observaban dos estaciones: invierno y verano. Los calendarios agrícolas y ganaderos iban a la par. Entre mediados de abril y principios de mayo, la tierra despertaba de su letargo y se alistaba para ser fecundada. Al fin el sol resplandecía y tibiaba los campos. Las crías iban naciendo y se fortalecían. Este era el momento de celebrar Beltane, aunque no se le llamase igual en todas las antiguas comunidades. Mayo se convertía en el mes de las bodas y uniones simbólicas para propiciar la fertilidad de la tierra. Pero también en el de las doncellas en edad de casarse. Los ciclos de la humanidad estaban fuertemente entrelazados con los de la naturaleza.

«Beltane Reunion», por Emily Balivet (2011).

 

En los próximos meses, los campos se sembraban y los ganados se llevaban a las zonas altas, donde abundaban los pastos. Se disfrutaba del buen tiempo para labrar y cosechar. Para la vendimia de las uvas. La última fecha del calendario agrícola correspondía a los meses de septiembre y octubre.

 

Entre los celtas de las Islas Británicas, esta época conocida como el fin del verano se le llamaba Samhain (se pronuncia sow-in). Las celebraciones celtas siempre se realizaban en la víspera, a partir del atardecer del día anterior, por así decirlo. En realidad, Samhain no corresponde estrictamente al 31 de octubre sino al 1 de noviembre. Pero a lo largo del tiempo, ha habido demasiados ajustes entre el calendario juliano (implantado por Julio César en el año 46 a.C. basándose en el egipcio y conformado de tal manera que las fiestas y celebraciones romanas coincidían con momentos astronómicos) y el gregoriano, que es el que actualmente manejamos en la mayor parte del mundo. Se dice que en el momento del cambio (en octubre de 1582, promulgado por el Papa Gregorio XIII) se “reajustaron” diez días. De esta forma, el día más o menos original de la festividad correspondía entre el 7 y el 8 de noviembre.

 

Hay que tomar en cuenta algo más: Samhain es conocido como un cross-quarter day. Esto proviene de una antigua tradición inglesa que se remonta más allá de la Edad Media, donde había días señalados entre los equinoccios y los solsticios. Según ese calendario, esos días eran 2 de febrero, 1 de mayo, 1 de agosto y 1 de noviembre (festividades muy marcadas del calendario pagano). Así pues, Samhain era el punto aproximado entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno. Otro detalle que debemos considerar es que había una costumbre celta de meses de veintiocho días, porque eran lunares. Consecuentemente, las fechas importantes del año celta, como el 1 de noviembre, 1 de febrero, 1 de mayo y 1 de agosto, son meramente convenientes porque en realidad estas festividades necesitaban celebrarse la noche más cercana a la luna llena (tomen nota de esto y dense cuenta que este año la luna llena de noviembre ocurrirá el día 3).

 

Algunas investigaciones, al cabo del tiempo, han intentado demostrar que los sacerdotes celtas, conocidos como druidas, realizaban sacrificios animales durante el festival de Samhain.  La energía de la vida en la sangre que se hundía en la tierra representaba la ofrenda a los espíritus de la tierra como pago por su cooperación durante el periodo de cosecha y como propiciación para asegurar el crecimiento de los cultivos del próximo año. El hecho es que los celtas no dejaron vestigios escritos. Sus leyendas y sus creencias fueron recopiladas siglos después por monjes cristianos y no siempre con estricta fidelidad.

 

Lo cierto es que en todas las antiguas comunidades (y en las que siguen siendo rurales alrededor del mundo) los primeros días de noviembre son temporada de matanza. Esto es como previsión ante la inminente llegada del invierno: se sacrifica ganado vacuno y porcino, principalmente, para conservar su carne y los productos que se obtengan, ya sea en forma ahumada o embutida. Esta actividad a partir de la Edad Media se conoció como Martinmas, el día de San Martin, que en el santoral cristiano corresponde al 11 de noviembre. Y se celebraba por toda Inglaterra y el oeste de Europa.

 

«St. Martin», por Rolf Dieter

Aquí ya vamos uniendo elementos culturales que demuestran que Samhain es una celebración con raíces más profundas de lo que muchos creen.

Históricamente, los celtas, tanto del continente como de las Islas Británicas, tenían un profundo respeto por sus ancestros y creían que en ciertos momentos del año las fronteras entre el mundo de los vivos y el de los muertos desaparecían. Uno de estos momentos era justamente Samhain, el festival de la última cosecha. La abundancia debía ser compartida no sólo entre los habitantes de las comunidades sino también con el Más Allá. Diversas fuentes demuestran que desde los tiempos más antiguos los celtas creían que los difuntos custodiaban los campos de labranza y ayudaban en el éxito de las cosechas. Así que había que ofrendarles una parte como retribución y agradecimiento.

Pronto se transformó en una costumbre generalizada dejar lugares vacíos en las mesas familiares y comunales a la espera de las almas que por una noche vendrían a disfrutar de los placeres terrenales. También se dejaba bebida y comida fuera de las casas, para esas ánimas solas que nadie recordaba ya. Y una luz, una vela, para señalar el camino de regreso a casa.

Sin embargo, del mismo modo que las fronteras se abrían y permitían el paso de las almas de los difuntos queridos, los celtas creían que los espíritus malvados también cruzaban hacia este lado. Y lo mismo podían ser retorcidos, rencorosos y sedientos de venganza, que espíritus de la naturaleza mágicos que sólo querían molestar a los humanos con travesuras inocentes.

«The Merry Wives of Windsor», por George Cruikshank.

A pesar de un trasfondo serio, Samhain era una celebración vitalista llena de grandes fogatas, comilonas, bailes, risas, litros de bebida y adivinación. Al tratarse del último festival del año agrícola, también se le consideraba como el fin del calendario de la comunidad debido a que a partir de ese momento comenzaba la mitad oscura, el invierno. Entonces venía el tiempo de resguardo, de discernir las semillas y de albergar la esperanza que llegaría de nuevo la luz y el calor del sol y el ciclo de la vida comenzaría de nuevo.

Una vieja rima escocesa de Halloween decía:

This is Hallovan.

He Morn is Halladay;

Nine free Nights till Martinmass,

An’ sure they’ll wear away…

Esto nos demuestra que todas las actividades relacionadas con Samhain -bajar al ganado de los pastizales para mantenerlo a salvo en los establos, pero al mismo tiempo cumplir con la matanza y proveer de carne para el invierno, sin olvidar la venta de pieles y cueros, beber, comer, luchar, adivinaciones y otras actividades rituales- debían durar varios días.

La celebración de Samhain sobrevivió casi sin alteraciones más allá de la invasión romana que sufrió Inglaterra, pues nunca alcanzó a Irlanda. Y no fue sino hasta principios del siglo VI, cuando el cristianismo finalmente desembarcó en la Isla Verde, que el festival de la última cosecha llamó la atención de las autoridades eclesiásticas.

Pagano significa simplemente “gente del campo”, y cuando el cristianismo comenzó a diseminarse por todo el continente europeo, los representantes de esta nueva religión pronto se dieron cuenta de las festividades arraigadas desde la antigüedad. Así que, sagazmente, impusieron sus celebraciones en las mismas fechas para intentar convertir a los paganos. Samhain no fue la excepción.

Celebrando Parentalia.

El Papa Bonifacio IV decidió unir dos celebraciones romanas que estaban dedicadas a los difuntos: Parentalia, el 21 de febrero, y Lemuralia, entre el 9 y el 13 de mayo, para dedicar una fecha a los mártires del cristianismo. Y el 13 de mayo de 610 se celebró el primer Día de Difuntos como tal, o Día de Todos Santos. Sin embargo, se cuenta que el Papa Gregorio IV se sorprendió ante el auge del festival de la última cosecha y su relación con los difuntos y en el año 837 decidió reubicar la celebración cristiana precisamente al 1 de noviembre. Su intención, por supuesto, era erradicar el paganismo del festival de Samhain.

Lemuralia

Se cuenta también que Gregorio IV percibió que los celtas iniciaban sus celebraciones en la víspera, así que decretó al 31 de octubre como All Hallows Eve, que significa Víspera de Todos Santos, y que eventualmente derivó en Hallow’een. Antiguamente, la palabra hallow se usaba para referirse a una persona santa. Así que All Saint’s Day fue tomando otros nombres, como All Hallows, Feast of All Saints y Hallowmas.

Poco a poco, el nombre de Samhain fue desapareciendo en favor de All Hallows. Pero no dejó de celebrarse el festival de la última cosecha, ni siquiera en la Irlanda ya cristiana. No fue sino hasta la Reforma de Lutero que Inglaterra se sacudió la celebración católica del día dedicado a todos los santos y mártires. Y esto nos lleva directo a la celebración de Halloween tal como hoy, en pleno siglo XXI, la conocemos.

Cuando los puritanos ingleses llegaron al Nuevo Continente mantuvieron su rechazo a todas las celebraciones eclesiásticas, incluyendo la Navidad. Sin embargo, conservaron la esencia del festival de la última cosecha. No debería extrañarnos que el famoso y gringuísimo Día de Acción de Gracias, que se celebra el último jueves de noviembre, no sea otra cosa que una derivación de este festival que originalmente era conocido como Samhain.

No fue sino hasta la llegada de los inmigrantes irlandeses, debido a la hambruna de 1846, que Halloween empezó a celebrarse en Norteamérica. Ellos trajeron sus creencias y las adaptaron en la medida que pudieron celebrarlas en recuerdo de sus raíces (no olvidemos que la creencia católica en Irlanda es muy grande y ha sido su bastión frente a las invasiones inglesas y protestantes). Los primeros intentos fueron pequeñas fiestas dedicadas a la última cosecha del año, y entonces los irlandeses invitaban a sus vecinos para compartir no sólo la mesa, sino también historias sobre fantasmas (los espíritus chocarreros que también cruzan la frontera durante esta celebración), adivinar sobre su futuro, bailar y cantar.

No hay un dato exacto que nos diga cuándo comenzó a celebrarse en Irlanda la Punkie Night, pero podría ser el referente del Halloween actual. Durante esta noche se ve desfilar a los niños por las calles de los pueblos, pidiendo dulce o trato y llevando linternas punkie, que están hechas con remolachas grandes. De hecho, los primeros indicios de la palabra punkie podrían ser una derivación infantil de la palabra pumpkin. Se cuenta que la Punkie Night comenzó mucho tiempo atrás, cuando los hombres del pueblo acudían a la feria anual (relacionada con el festival de la última cosecha) y volvían tarde -o demasiado borrachos para encontrar el camino a casa-, así que sus mujeres los iban a buscar con linternas improvisadas hechas con colinabos (parecidos a los nabos o a los rábanos).

Punkie Night

Era tradicional tallar este tipo de hortalizas para utilizarlas a modo de linternas, pues conservan bien la textura de las velas o mechas y reflejan la luz. Hay una creencia que parece provenir desde los celtas donde se cuenta que a las punkie se les tallaba una cara grotesca y se las colocaba a la entrada de las casas para así mantener alejados a los malos espíritus durante la noche de Samhain. Debió de ser una acostumbre muy arraigada porque, en cuanto los primeros irlandeses llegaron a Estados Unidos, decidieron echar mano de las calabazas para utilizarlas de la misma forma. De hecho, las calabazas no sólo son más grandes que los nabos, sino que cuesta menos tallarlas.

El mumming es una tradición que comenzó en Alemania. Se trata de grupos de hombres que, bajo disfraces que los hagan irreconocibles para sus vecinos, canturrean de puerta en puerta, y a cambio piden una moneda o algo de comida y bebida. Esta tradición está muy unida al invierno de varios países del norte de Europa, incluyendo Inglaterra, Alemania y algunas regiones del centro del continente. Sin embargo, este también es el inicio del trick-or-treat de Halloween.

Mummers

Las comunidades irlandesas que se formaron al emigrar a Estados Unidos mantuvieron la tradición conocida como souling, que en tiempos medievales era llevada a cabo por niños pequeños y gente muy pobre. Estos se reunían en grupos y llamaban de puerta en puerta, no sólo para pedir caridad sino para asegurar que, si les ayudaban, rezarían por las almas de los difuntos de cada casa. Entonces a cambio se les entregaban unos panes conocidos como los “soul cake”. Pronto comenzó a ser tradicional agregarles un elemento de fortuna o mala suerte: como una moneda (buena suerte), un botón (soltería), un anillo (matrimonio), un chícharo (pobreza) o un wishbone (horquilla de la pechuga del pollo, para los deseos del corazón). Posteriormente, esta tradición se trasladó a diciembre y así fue como nacieron los coros tradicionales que entonan villancicos, por ejemplo.

Como ya indiqué más arriba, los celtas sabían que al abrirse las fronteras entre el mundo de los vivos y de los muertos también podían colarse espíritus malvados. Así que fueron tomando la costumbre de utilizar caretas grotescas y ropajes que les hicieran parecer aún más malvados que esos espíritus. Era como una protección que, siglos después, los niños irlandeses en Estados Unidos utilizaron como una forma más de diversión en Halloween.

«Snap-Apple Night» (1832), por Daniel Maclise

Para finales del siglo XIX, la celebración de Halloween, aun en las grandes ciudades de Estados Unidos (lejos ya de su connotación agrícola), ya había sido adoptada y aderezada con espíritus y creencias mágicas. Debido a la explosión de la generación Baby Boomer, que en los años 50 estaba en su etapa infantil, la celebración de Halloween también se masificó y se orientó como una festividad enfocada a los niños. Decoración, golosinas, juguetes, disfraces. Así comenzó la comercialización, que sólo ha sido superada por esa pasión casi malsana por la Navidad.

Es curioso que regrese a Europa una festividad tradicional reconvertida en un símbolo del consumismo. Es curioso que hayan sido los propios irlandeses fuera de su tierra natal los que lograron dar a conocer un festival tan pagano como el de la última cosecha del año. Y más curioso es aún que Halloween sea una fiesta nacional en Irlanda, donde se suspenden las clases y las labores oficiales.

Al final, creo que podemos reconocer que, a pesar de no ser neopaganos y ni siquiera cristianos (o católicos, o protestantes, o cualquiera otra de las variantes), celebramos festividades que tienen un significado muy profundo que proviene desde el mismo inicio de la humanidad. No importa que nuestro mexicano Día de Muertos tal vez no sea tan místico ni tan originario de la época precolombina. No importa que Halloween lo tachen de satánico y nada espiritual. Lo importante es que, en días como estos, honramos a nuestros muertos, que son los que velan por nuestro bienestar y nosotros les retribuimos con amor y veneración.

 

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Macarena Muñoz

Vampira estudiosa de su especie. Cazadora de los alientos de la noche para construir

historias de un mundo distinto al que habita.

macvamp.blogspot.com

@MacVampMM

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