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LA MONJA

No Hilda

¿A qué rezarle en el fondo de este universo marchito?

E. M. Cioran

 

Al Dr. Atl le apasionaban los volcanes, le gustaba escalarlos y después pintar sus seductoras prominencias. Sus cuadros bien podrían ser proyecciones inconscientes de su ser; apreciables en lo lejano, con fases de calma pero con gran furia en su interior.

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Gerardo Murillo escondía su agresividad dentro de sí, pero llegaba el momento en que no podía más y tenía que dejarlo salir en una violenta erupción de palabras e ideas discordantes a sus imágenes. Sus cuentos, si fueran pinturas, seguramente serían grotescas. Ahorcados, destripados, sangre, muerte, misterio y fantasmas son algunos de los temas que en su faceta de escritor le gustaba plasmar en caracteres blancos y negros.

"Vista del Popocatépetl", Dr. Atl (1934)

«Vista del Popocatépetl», Dr. Atl (1934)

Sus libros Cuentos de todos los colores volumen l, ll y lll y Cuentos bárbaros son tan difíciles de encontrar como buscar la lava ardiente de cualquier volcán. A continuación, dos imágenes humeantes de sus historias.

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En “La monja” Murillo nos muestra una mujer de intensos ojos verdes, cubierta de negro, como si su vestido fuera túnica transparente, tratando de ocultar, inútilmente, cualquier derroche de belleza. Detrás de ella, dos hombres; uno la mira condescendiente y el otro, con prepotencia y un desdén tan grande que pudiera ocultar cualquier dolor. Los tres comparten una habitación de paredes grandes y en ellas, varios crucifijos vacíos. La bella monja sin hábito sabe que la miran, sin embargo no huye; para ella hay cosas más importantes. Una lágrima casi roja acompaña su deseo de escapar para alcanzar lo anhelado. El Dr. Atl conoce los motivos detrás de la mirada de ella y los esconde, para que los observadores, aunque sea por morbo, nos quedemos un rato más haciéndole compañía.

Dos hombres protagonizan “La rueda del carro”; el primero no esconde sus manos que, extendidas con fuerza, demuestran indudable sorpresa, desesperación y esas ganas de arrancarle una explicación a aquel círculo de perfección demoníaca. Su rostro es común, es cualquiera de nosotros. El otro, con la mirada clavada en él, espera su reacción como quien anhela el alumbramiento de un hijo. Una imagen ambientada en las tinieblas, que bien son de la noche como de la confusión, nos deja ver un carruaje. Sin nada fuera de lo común, es cualquier carreta, y nos preguntamos: ¿Será tan simple como para estar en esta imagen? De pronto notamos la rueda. Es la que hace girar todo, la que esconde el sentido en el que gira. Nos detenemos un momento para verificar qué tiene de raro. Nada. Una simple rueda llena de costras que hacen brillar las pupilas de quien la mira. ¿Qué está pasando? Tal vez sólo ellos conozcan el radiante secreto.

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AQUÍ puedes escucharlos.

 

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Imagen de cabecera: “Woman walking through tunnels”, por Alan Horsager.

 

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yolentesNo Hilda

Psicóloga para ganarse la vida, escritora y lectora para vivirla.

https://wordpress.com/stats/insights/lyrictoblood.wordpress.com

 https://medium.com/@nohilda