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NO ESTÁS SOLA

los libros de mi infancia

Edna Montes

 

La fuerte y joven mente de Matilda siguió creciendo,
nutrida por las voces de todos aquellos autores
que habían enviado sus libros al mundo como barcos en el mar.
Esos libros le dieron un mensaje
consolador y lleno de esperanza: No estás sola.

― Roald Dahl, Matilda

 

 

El otro día entré a la librería con una misión, un reto enorme en mis manos: elegir un libro para regalarle a uno de mis sobrinos. Cualquiera que haya estado en mi situación sabe que no es sencillo. Va mucho más allá de comprar un montón de hojas encuadernadas o asegurarse de que tiene muchos o pocos “dibujitos”. A decir verdad, se trata sobre elegir una experiencia, estás regalando una historia que puede marcarlo de por vida. Pueden creer que exagero, pero, para llegar al meollo del asunto, les voy a contar mis propias vivencias al respecto.

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Todavía recuerdo aquel verano lluvioso en la ciudad de México. Yo tenía 10 años, una varicela terrible y una buena pila de libros en mi mesita de noche. A decir verdad, el encierro no me pesaba tanto, me daba el derecho de limitarme a comer, dormir y leer (¡eso es vida!). Mientras el torrencial aguacero caía acompañado de truenos, yo temblaba entre las cobijas. El texto que me producía tal desasosiego era “La llamada de Cthulhu”. Me pregunté si la sola idea de R’lyeh emergiendo me arruinaría las ganas de navegar el Pacífico de por vida. Si un día “las estrellas eran propicias”, ¿saldría en los noticieros? Como el ratón de biblioteca que soy, una buena parte de mis recuerdos infantiles están ligados a libros.

"The Enigma of R'lyeh", por JasonMcKittrick

«The Enigma of R’lyeh», por Jason McKittrick

Rememoro con emoción las tardes en las que mi madre me llevaba a la biblioteca cercana a nuestra casa. Ahí podía darme una vuelta por el área infantil y decidir cual libro quería pedir en préstamo para llevármelo a casa. Uno a la vez. En ocasiones la elección era sencilla; otras, una tortura. Siempre había más de alguno que prometía hacerme muy feliz. Incluso llegué a hacer listas de los que quería llevarme después. La promesa de llevarme una nueva aventura a casa era la constante. Si alguno era tan maravilloso que quería releerlo hasta el hartazgo, cabía la posibilidad de convencer a mis papás de comprármelo (si mis calificaciones eran buenas).

Las aventuras de Heidi en los Alpes y los planetas de adultos que no entienden nada de El Principito me enseñaron que ser un niño también es importante, una forma de ver el mundo. La historia interminable imprimió en mí la necesidad de nunca dejar de imaginar, de crear como único modo de transformar mi realidad.

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Matilda me ayudó a lidiar con el acoso escolar y mi adopción. Edgar Allan Poe y H.P. Lovecraft me introdujeron en las delicias de asustarse, por placer, sólo porque nuestra mente es tan poderosa que podemos hacerlo mientras disfrutamos las pulsaciones aceleradas de nuestro corazón.

Matilda

Creo que me enamoré de los libros por las posibilidades que entrañaban. Todo podía pasar, las historias podían llevarme a cualquier época, cualquier lugar. Nada era imposible ni estaba demasiado lejos. Nunca dejé de leer y amar los libros para niños, todavía releo mis favoritos. También compro nuevos, los disfruto muchísimo. Los escritores a menudo dicen que escribir libros infantiles es más difícil que hacerlos para adultos. Los pequeños son lectores ávidos, críticos, perfeccionistas. Sus mentes son agudas, críticas y no perdonan. Ellos no tienen reparos en abandonar un libro si no les complace. Sinceramente creo que todos los adultos deberíamos seguir en contacto con la literatura infantil, la mera idea de que “la superamos” da peso al punto de Antoine de Saint-Exupéry: olvidamos una importantísima forma de ver el mundo.

Al final, entre recuerdos, nostalgia, ilustraciones hermosas y más consideraciones, elegí El galáctico, pirático y alienígena viaje de mi padre de Neil Gaiman (con ilustraciones de Skottie Young). Sí, es uno de mis autores favoritos, se veía venir. Lo cierto es que cuando haces un regalo de corazón tratas de dar lo mejor de ti mismo. Si me volví lectora es por mi familia: nadie me obligó a leer, todos compartieron sus pasiones conmigo, sus libros favoritos, las historias que los marcaron. Ahora espero poder hacer eso mismo por todos mis sobrinos biológicos y adoptivos por igual, regalarles experiencias para que puedan hacerlas suyas, crear su propia visión del mundo con sus probabilidades infinitas. Sobre todo, mostrarles que no están solos.

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Imagen de cabecera: «Children reading books», por Karen Greenaway

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puerta2Edna “Scarlett” Montes
Lectora, escritora y friki irredenta. Egresada de Miskatonic con tarjeta de cliente frecuente en Arkham. Tiene tantos fandoms que ya hasta perdió la cuenta. Divaga mientras espera que Cthulhu despierte de su sueño en R’lyeh o al fin le entreguen su TARDIS; lo que ocurra primero.

@Edna_Montes