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PERDER LA CABEZA

Bernardo Monroy

 

 

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Creía que Tyler era un poco excéntrico… pero me equivoqué. Era todo un fenómeno. Sin su uniforme del trabajo, vestía una playera con un estampado de Megaman de ocho bits y la leyenda “I BEAT THE 8 ROBOT MASTERS”, usaba tenis anaranjados con agujetas negras y pantalón de mezclilla. Al igual que yo, le apasionaban los deportes urbanos, sólo que él montaba una flamante bicicleta negra en vez de una patineta. Tenía un talento nato para el BMX. Lo vi hacer saltos mortales en el estacionamiento del centro comercial con una habilidad impresionante. Me invitó un café en el único Starbucks que había en Sleepy Hollow, era sabor “Pumpkin Spice”, que la cadena sólo ofrecía durante la temporada de Halloween. Me contó su vida: desde 1799 su familia había sido perseguida por fantasmas y seres sobrenaturales. Incluso un vampiro mató a su madre. Cuando miró mi expresión asombrada dijo:

—En realidad la mató la diabetes… pero bueno, no dejan de ser males de la sangre —y después simuló un redoblé de batería en nuestra mesa.

Los dos teníamos mucho en común: ambos éramos hijos únicos y vivíamos con nuestro padre, aunque Tyler creyera que Yellowcard y sus canciones con temas californianos (surf, sol, sexo, amor y playa) era una porquería. Y era un auténtico devorador de libros. Por eso me juzgó de ignorante cuando le dije que no conocía La Leyenda de Sleepy Hollow.

—No puedo creer que no la conozcas. La historia fue publicada por Washington Irving en 1849 e ilustrada por Felix Octavius Carr Darley. Hubo una versión de Walt Disney y otra de Tim Burton. La historia tiene por protagonista a mi tatarabuelo, Ichabod Crane. Cuenta que llega a Sleepy Hollow a dar clases. Los Crane tenemos un talento natural para el baile, el canto, el aprendizaje y la enseñanza. Ichabod quería enamorar a Katrina Van Tassel, quien además de hermosa era muy buen partido, pero se las tuvo que ver con Abraham Van Brunt, apodado como “Brom Bones”. Bones se dio cuenta que perdía la contienda, y por eso hizo un plan: le contó a Ichabod durante una fiesta la leyenda de Sleepy Hollow: se dice que había un jinete de las tropas del Duque Hesse que perdió la cabeza durante una batalla, y a partir de ese entonces su fantasma se aparece por los caminos, sobre todo rumbo a la Iglesia, donde se dice que su cuerpo fue enterrado. Cabalga en busca de una cabeza que pueda suplir a la suya, esperando decapitar a alguien, y se conoce como La Leyenda del Jinete sin Cabeza. La noche que Ichabod regresaba de la fiesta, se topó con el Jinete, quien lo persiguió por todo el camino. Se dice que para que el jinete no te decapite tienes que cruzar el puente, porque ese fue el sitio donde el cañonazo lo mató, así que Ichabod cabalgó y cabalgó en su caballo llamado “Pólvora”, pero se cuenta mucho al respecto: dicen que nunca se apareció el Jinete, sino que era Brom Bones disfrazado. Ichabod se casó con una viuda rica y sus hijos regresaron a Sleepy Hollow para demostrar que no tenían miedo, ya que mi tatarabuelo era extremadamente supersticioso. Hasta el día de hoy las familias hemos estado en conflicto: los Crane nos enamoramos de las Van Tassel y somos acosados por los Van Brunt. A veces las tradiciones familiares no se pueden eliminar.

—¡Ya sé qué leyenda es! ¡La que la voz en inglés del cartoon la hace Bing Crosby y en español Tin Tan!

En ese momento, un vaso de café expresso flotó hasta la ventana, donde se estrelló, derramando el contenido. La mesa en la que reposábamos nuestros brazos ascendió y descendió unos centímetros, y de nuevo Tyler maldijo los fenómenos paranormales.

—Esa misma. De hecho es muy famosa, incluso hay un pueblo no muy lejos de aquí que se llama Tarrytown, que cambió su nombre a Sleepy Hollow sólo por la popularidad de la historia, pero no es más que una trampa para turistas (lo han bautizado como The Home of Headless Horseman… como si fuera muy divertida una leyenda tan espeluznante), y no es la primera vez que el nombre de un pueblo se cambia por su fama literaria. En Colombia, por ejemplo, se pensó en cambiar el nombre de Aracataca por Macondo. Ya sabes, el pueblo de Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez, pero nunca se aprobó la propuesta. Pareciera como si los pueblos imaginarios tuvieran vida propia, como si llamaran a las personas para que vivieran en ellos. Estoy casi seguro que así fue como llegaste a vivir aquí. Sé que mi idea suena absurda, pero creo que así es, y no se me ocurre otra forma de explicarlo. Pareciera como si Sleepy Hollow y su leyenda tuviera vida propia. La historia que narró Washington Irving ha tenido varios remakes, que van desde una versión muda de 1922 hasta una adaptación de Tim Burton. Ha habido audiolibros, musicales, parodias, dibujos animados… de todo. El Jinete sin Cabeza es uno de los grandes villanos de la literatura de terror, como Drácula o Mr. Hyde… y sucede con él lo opuesto que con Sherlock Holmes. Hasta el día de hoy muchos lectores piensan que Holmes existe. Y hasta el día de hoy, muchos piensan que el Hessiano, como también se le llama, es un personaje de ficción. Créeme, ha seguido a mi familia durante generaciones. Nunca me he enfrentado a él, pero lo he visto cabalgar en estas fechas.

Terminamos nuestros cafés y salimos del Starbucks rumbo al estacionamiento del centro comercial, donde habíamos dejado la bicicleta de Tyler y mi patineta. Me di cuenta que Sleepy Hollow sería un excelente lugar para vivir: tenía un nuevo amigo, la gente era agradable y lo único malo eran los fenómenos paranormales que de cuando en cuando buscaban espantarnos.

Justo en el lugar donde habíamos aparcado nuestros vehículos se encontraba un muchacho un tanto musculoso, aproximadamente de nuestra edad. Tenía el cabello negro y una mueca de burla y autocomplacencia. En cuanto Tyler lo vio, sus flacas piernas con forma de tubo del drenaje comenzaron a temblar.

—Hola, grulla. Veo que ya hiciste nuevos amigos. En verdad que eres patético —hablaba  en inglés y siempre que nos lo toparíamos lo haría, afortunadamente no me costaba trabajo entenderle. Se acercó a Tyler y lo arrojó al suelo de un simple empujón, no fue difícil, el pobre era un espantapájaros humano—. Ya cumplí mi cuota diaria de joderte la vida —me volteó a ver con notorio asco—. Hola, brownie. ¿O prefieres wetback?

(En fin… definitivamente mi vida en Sleepy Hollow estaba perfecta. ¡Ya tenía al que me administraría crímenes de odio! ¡Genial!)

Sin más, el muchacho se retiró. Me resultó asombroso que Tyler no le hubiera hecho nada, pues pese a ser delgado, era exageradamente alto. Le ayudé a ponerse en pie, mientras me explicaba que acababa de conocer a Howard Van Brunt, el tataranieto de Brom Bones. Era una persona despreciable, o al menos a esa conclusión llegué por la información que Tyler me proporcionó. Mujeriego, golpeador, y todo un experto en el acoso escolar… al igual que toda su familia. Tyler repitió que hay tradiciones familiares que nunca cambian.

Viajamos en mi patineta y su bicicleta por el estacionamiento del centro comercial hasta llegar al cine. Vimos un cartel publicitario de “Iron Man 3”, al que Tyler le dedicó el mismo gesto de repugnancia que Van Brunt me había dedicado a mí.

—Odio las fucking secuelas. ¿Te imaginas si esta historia que estamos viviendo fuera una secuela? ¡Qué porquería!

Le di toda la razón.

…Continuará mañana

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BERNARDO MONROY

Bernardo Monroy nació en 1982 en México D.F. y actualmente vive en León, Guanajuato. Es periodista y ha publicado el libro de cuentos “El Gato con Converse” y la novela “La Liga Latinoamericana”, así como la novela electrónica “Slasher”, disponible gratuitamente en el portal Zona Literatura. Es aficionado a los videojuegos, los cómics y los géneros de terror, fantasía y ciencia ficción, y escribe porque está frustrado, ya que nunca pudo ingresar a la Escuela de Jóvenes Dotados del Profesor Xavier. Sus textos han sido traducidos al klingon y al élfico.