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PERDER LA CABEZA

Bernardo Monroy

 

 

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Los primeros días de octubre llegaron con la caída de las hojas y un clima cálido. Las tardes en Sleepy Hollow eran de tonos igual de cálidos. El cielo se llenaba de un anaranjado, un rojo y un negro intenso. Las casas fueron adornadas con calabazas, brujas arquetípicas, fantasmitas de papel, vampiros y monstruos de Frankenstein. Constante era la frase “TRICK OR TREAT”. Por las tardes vagaba en mi patineta escuchando “October Nights” mientras veía a los niños ir al Van Tassel Mall.

Después de esta trillada y patética descripción de un pequeño pueblo estadounidense en la víspera de Halloween, cliché que no es más que un mal intento de Ray Bradbury, podemos proseguir.

Pude entrar a la high school gracias a que el padre de Tyler era director. Los Crane habían sido maestros desde hacía siglos, y no les fue difícil admitir al nuevo mejor amigo (y el único, porque Tyler era demasiado excéntrico para que alguien lo tolerara salvo un latino oriundo de Los Ángeles). Por las tardes esperaba a mi amigo a que terminara su turno en la librería para que saliéramos a practicar skateboarding y BMX. Ver a la lagartija humana que era él en bicicleta era tan cómico que nunca me he acostumbrado.

Me adapté fácilmente a Sleepy Hollow. Tenía un amigo, un enemigo, escuela y hasta un pueblo embrujado. Afortunadamente, los fenómenos paranormales nunca mataban gente. Los espíritus sólo querían divertirse. A lo sumo, rompían un cristal o te quitaban la toalla cuando salías de las duchas después de pasar un rato en el gimnasio… el verdadero espíritu asesino aún nos esperaba a Tyler y a mí.

Una tarde de domingo cenábamos pizza cuando la conocí.

Era una muchacha rubia y de ojos azules. Tenía el cabello largo y un cuerpo que nada le pedía a una modelo. Al igual que Van Brunt, tendría nuestra edad. En cuanto Tyler la vio comenzó a sudar y sin darse cuenta, tembló tanto que tiró su Cherry Coke. Le pregunté a qué se debía su reacción, y me dijo que aquella chica era Mary Van Tassel. Era hija de uno de los hombres más ricos del pueblo, dueños del centro comercial, entre otras cosas.

—Y estás locamente enamorado de ella.

Tyler me preguntó, muy nervioso, cómo lo sabía, jalando violentamente mi playera. Le respondí que sus reacciones lo evidenciaban, y que algo me había comentado sobre que los Van Tassel y los Crane nunca habían concretado su relación.

—Y ya sabes: es imposible romper una tradición familiar.

Le dije a Tyler que mi vida parecía una serie de televisión para adolescentes. El mejor amigo extremadamente freak, el protagonista latino californiano, la chica guapa inalcanzable y el bully infaltable, todos en un pequeño pueblo no muy lejos de la ciudad de Nueva York. Sólo faltaba una escena digna de “Glee”, The OC o Beverly Hills 90210.

En ese momento se acercó Howard Van Brunt, saludándonos como el Illegal Alien y “snout”, término usado despectivamente para referirse a personas con gran nariz.

—Me imagino que debe ser terrible para Tyler tener esa nariz. Sobre todo para hacerle un dine at the “Y” a tu madre —comenté.

Van Brunt fue a comprar un refresco de uva y regresó para arrojarme el contenido a la cara. Después hizo lo mismo con el vaso. Como si nada, se sentó al lado de Mary, quien le sonrió.

—“Una escena digna de Glee”. Be carefull what you wish for…  —dijo Tyler.

…Continuará mañana

AQUÍ para ver imágenes y videos del tema.

BERNARDO MONROY

Bernardo Monroy nació en 1982 en México D.F. y actualmente vive en León, Guanajuato. Es periodista y ha publicado el libro de cuentos “El Gato con Converse” y la novela “La Liga Latinoamericana”, así como la novela electrónica “Slasher”, disponible gratuitamente en el portal Zona Literatura. Es aficionado a los videojuegos, los cómics y los géneros de terror, fantasía y ciencia ficción, y escribe porque está frustrado, ya que nunca pudo ingresar a la Escuela de Jóvenes Dotados del Profesor Xavier. Sus textos han sido traducidos al klingon y al élfico.