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PERDER LA CABEZA

Bernardo Monroy

 

 

7

 

Llegamos a la fiesta en nuestras respectivas bicicleta y patineta. La primera canción que escuchamos fue Heads Will Roll, en el cover de A-Trak.

—Muy ad hoc para lo que nos espera —auguró Tyler.

—Una nueva versión de La Leyenda de Sleepy Hollow es, en estos momentos, más trillado que los sermones del Papa.

Había que aceptarlo: el decorado del granero era fenomenal. Una calabaza de plástico gigante colgaba de lo alto del granero y despedía rayos laser verdes, colores de neón anaranjados y violetas iluminaban hasta el último rincón. Un mesero ofrecía bebidas teñidas de rojo, fantasmas fosforescentes pendían del techo, una telaraña compuesta por cables amarillo neón colgaba de las ventanas y una pantalla inflable proyectaba escenas de la saga “Saw”. Escuchábamos: Off with your head dance dance ‘til you’re dead heads will roll on the floor…

Muchachos de Sleepy Hollow y condados cercanos bailaban liquid dance, stomp y shuffle. Minutos después de nuestra llegada el Dee Jay, vestido como un vampiro, comenzó a tocar. Nos dimos cuenta que todos los invitados, salvo nosotros, estaban disfrazados. Jamás nos sentimos tan excluidos… bueno, yo como chicano sí, pero creo que Tyler no… esperen un segundo, Tyler es un nerd así que… bueno, nos sentimos excluidos y punto. Como resultaba predecible, nos topamos con Van Brunt. Su disfraz era simple, pero destacaba por el maquillaje: las únicas prendas que llevaba eran unos tenis y unos bóxers. Todo su cuerpo estaba cubierto por cicatrices y cortadas por todo su cuerpo. Sostenía un cuchillo de plástico y usaba lentes oscuros de forma triangular. Claro: era Mr. Zsasz, el villano de Batman que cada que asesina a alguien se hace una cortada en su cuerpo. Aquel personaje era la excusa perfecta para que ese vil fanfarrón presumiera su musculatura. Sin disimular su burla nos preguntó cuál era nuestro disfraz. Esta vez Tyler tomó la palabra.

—Yo vengo disfrazado de poseído por el diablo y Richie de agente secreto.

Fue tan buena respuesta que dejamos al idiota pensando. A lo lejos distinguimos a Mary Van Tassel disfrazada como la Señora Lovett de “Sweeney Todd”. Se veía verdaderamente radiante, pese a lo oscuro del atuendo y el personaje. Nos saludó condescendientemente. En cuanto Tyler la vio desvió la mirada. Le recomendé a Tyler que demostrara su talento, que era el momento ideal para que el objeto de su deseo admirara sus talentos. Tyler susurró a mi oído que no sabía cómo. En poco tiempo llegó su oportunidad: el dee jay comenzó a tocar un remix techno de “This is Halloween”, de la película “Nightmare Before Christmas”.

—Dos referencias a Tim Burton en una noche. Tres, si contamos al Jinete. Creo que es una señal divina —dije.

En ese momento descubrí el auténtico talento de Tyler: no era su capacidad de retención, no era su habilidad para el BMX, ni tampoco capacidad para la enseñanza… era el baile. Comenzó a moverse entre saltos mortales, agitando su cuerpo, doblándolo como si fuera el maleable bulldog de algún dibujo animado. Cada vez lo hacía más rápido y con mayor fluidez. No pasó mucho tiempo para que todos los invitados lo voltearan a ver. Carajo. Mi amigo era verdaderamente sensacional. Todos estábamos hipnotizados mirándolo. De verdad que los Crane tenían un talento nato para el baile. No importaba si fuera música del siglo XVIII, de las grandes bandas, fox trot, rap o música electrónica. Los Crane estaban genéticamente diseñados para el baile. Al ritmo de This is Halloween, this is Halloween, Pumpkins scream in the dead of night, Trick or treat till the neighbours gonna die of… Tyler parecía hecho de goma, como si un niño jugara con una figura de plastilina. En cuanto terminó la canción todo mundo le aplaudió. Mary sólo le dedicó una sonrisita amable. Tyler se dirigió hacia mí mientras se secaba el sudor de la frente con su playera.

—Lo sé —me dijo, sonriendo y guiñando el ojo—. Soy jodidamente genial.

Cualquiera hubiera detestado ese gesto de antipatía, pero me sentí feliz porque mi amigo por fin demostrara seguridad en sí mismo… que por cierto no le duró mucho, porque pasó el resto de la noche sentado, sosteniendo una Budweiser que le duró dos horas. Cuando me senté a su lado, me dijo:

—¿Sabes por qué decidí venir a esta fiesta? Ni siquiera fue por Mary Van Tassel… bueno, sí, pero no fue únicamente por ella. En realidad ya estoy harto de que mi familia sea el hazmerreir del pueblo, ya estoy cansado de que los Crane seamos los acosados por el Jinete sin Cabeza, al que nunca hemos atrevido a enfrentarnos. Quiero ver al maldito jinete de una buena vez. Quiero huir como hizo Ichabod hace siglos, y quiero ser yo mismo, no lo que mi familia dice que debo ser. Ichabod era sumamente miedoso, cosa que yo no quiero hacer.

A lo largo de los dos meses que vivía en el pueblo, Tyler me explicó varios aspectos sobre su enemigo y sobre el escritor del pueblo donde ahora yo residía: la Leyenda del Jinete sin Cabeza no es original de Washington Irving sino del folclor medieval. En Irlanda, por ejemplo, se le conoce como el “Dullahan”, que se traduce literalmente a “El Sin Cabeza”. En realidad, lo que Irving hizo fue adaptar una historia de la cultura popular, y vaya que si Washington Irving sabía adaptar la cultura popular a sus historias, pues fue una constante en su trabajo. Él tenía muy en cuenta que la literatura debía referir a los mitos, a las costumbres, a lo que hacía y decía la gente de su tiempo, olvidando las referencias cultas y rebuscadas. Justo por eso los críticos de su país nunca lo respetaron, y lo tildaron de plagiario. Vaya… incluso Lord Byron se refería a Irving en términos elogiosos, pero nadie es profeta en su tierra. Es por eso que su obra se ha incorporado al background de la literatura estadounidense, sirviendo de influencia a Mark Twain, Gertrude Stein, T.S. Elliot, Ezra Pound o Henry Miller. De hecho, fue el primer escritor admirado y apreciado fuera de este país. Quizá por eso me empecé a interesar en su obra más allá de lo que Tyler me explicaba:  admiraba a Irving en el sentido de que yo quería ser admirado en un país que ni siquiera era mío pese a tener la ciudadanía.

Tyler se asomó a la ventana del granero. A lo lejos se veía el camino boscoso, la iglesia como un punto muy lejano, el cementerio y como una inalcanzable meta de los cien metros planos: el puente. Después de contemplarla durante minutos, como si estuviera hipnotizado, Tyler dijo que era hora de irse, no sin antes decir:

—Richie… no me tienes que acompañar si no lo deseas. Esto es asunto de la familia Crane.

Lo que hice fue apoyar mi mano sobre el hombro de mi amigo y apretarlo tan fuerte como pude. Incluso tuve que pararme de puntillas para alcanzarlo. Él entendió el gesto y no hacía falta expresarlo con palabras: yo era su amigo y lo iba a acompañar pasara lo que pasara, así que salimos del cálido granero de decorado halloweenesco y de música electrónica y salimos al bosque.

…Continuará mañana

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BERNARDO MONROY

Bernardo Monroy nació en 1982 en México D.F. y actualmente vive en León, Guanajuato. Es periodista y ha publicado el libro de cuentos “El Gato con Converse” y la novela “La Liga Latinoamericana”, así como la novela electrónica “Slasher”, disponible gratuitamente en el portal Zona Literatura. Es aficionado a los videojuegos, los cómics y los géneros de terror, fantasía y ciencia ficción, y escribe porque está frustrado, ya que nunca pudo ingresar a la Escuela de Jóvenes Dotados del Profesor Xavier. Sus textos han sido traducidos al klingon y al élfico.