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UN MONSTRUO DE DOS CABEZAS

No Hilda

“El llamado buen gusto no tiene nada que ver con el arte,

sino con la confección de sombreros”,

Edgar Ende

 

Michael Ende, La historia interminable, Momo y El ponche de los deseos son palabras que se han agrupado entre sí, unas más juntas que otras, unas más histriónicas que otras. Ellas han hecho un hogar en alguna parte de nuestra memoria desde que, cuando pequeños, las dejamos entrar inocentemente.

Lo que no sabemos (pero lo saben ellas) es que detrás de la imaginación de Michael está su padre. Edgar Ende nació en Alemania en 1901; el primer pintor surrealista del país. Sin darse cuenta, Edgar hacía dos cosas a la vez: pintaba sus cuadros y alimentaba la bestial imaginación de Michael.

Michael y Edgar.

En su libro El espejo en el espejo, Michael hace un homenaje literal a las pinturas de su padre. Hizo en cuentos, con palabras, lo que su padre hacía en lienzos, con colores. Como un mismo ser con dos reflejos distintos, Michael y Edgar se complementan el uno al otro y, a su vez, completan la rota realidad.

“Entre más viejo me vuelvo, más me doy cuenta cuánto le debo a mi padre, en cuanto a mi visión y acercamiento al arte. Y también con respecto a cómo me presentó al mundo”. Michael Ende

En ese mismo libro se encuentra el cuento que sugeriré esta vez. El título es un secreto que el lector/observador tiene que descubrir; no tiene uno (aparentemente). A primera impresión, salta a la vista un edificio gigantesco de paredes desnudas y amarillentas; no hay muebles, no hay nada. Dentro del edificio vive un personaje silencioso y temeroso, le teme a sus palabras. Ellas rebotan en los muros para llegar de nuevo a él y recordarle el pasado. Y surgen las interrogantes, ¿Cómo se dibujan las palabras dichas? ¿Con arrugas en la cara? ¿Con atuendos significativos? Nada de eso está esbozado, no hay nada. Aparentemente.

Las ventanas del edificio dan a otra parte del edificio. No tiene caso mirar a través de ellas, pues encontraremos más de lo mismo. La cara del personaje está oculta y tampoco tiene caso querer imaginarla: encontraremos más de nosotros. En la imagen predominan los colores secos (no hay lágrimas que los humecten) y las formas geométricas del interior. El cuadro ha sido dibujado magistralmente.

Las palabras de Michael y las imágenes de Edgar son más fuertes que el atrevimiento de olvidarlas y es por eso que, a voluntad de ellas, hacen su hogar dentro de nosotros y viven allí por siempre.

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AQUÍ puedes leer el cuento.

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ACÁ puedes ver la pinturas.

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El libro en físico sólo lo pueden conseguir aquellas personas que fueron bendecidas por el azar con una medida de suerte, espero seas uno de ellos.

Aunque recientemente fue reeditado por Cátedra, en su colección Letras populares.

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Un agradecimiento a Mario Gasca.

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No Hilda

Psicóloga para ganarse la vida, escritora y lectora para vivirla.

https://wordpress.com/stats/insights/lyrictoblood.wordpress.com

https://medium.com/@nohilda

¡LLÉVATELO!

Sólo no lucres con él y no olvides citar al autor y a la revista.