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WHAT ABOUT THE OLD SCHOOL?

Manuel Barroso

 

Hay una canción de Nas que me encanta. Está en su disco Hip hop is death. Se llama “Can’t forget about you” y habla de los veteranos que no pueden ser omitidos, los que abrieron las puertas.

Si Nas lo hace, yo no tengo derecho a no hacerlo. Por eso tengo que escribir de los pioneros en esto de la literatura de imaginación fantástica.

Uno de esos es Gerardo Porcayo y su novela La primera calle de la soledad.

La1aCalleSoledad

 

Ese libro, publicado por primera vez en Tierra Adentro en 1993 y reeditada por editorial VID en 1997, fue único en su tipo cuando salió. Es, literalmente, la primera vez que Latinoamérica ve en su territorio una historia cyberpunk. Y si sólo se tratara de eso, del primer texto en español en su tipo, la verdad ni le dedicaría tres líneas de mi tiempo. Por suerte, no es el caso aquí.

La novela narra la historia de Zorro, un hacker que recuerda mucho a los detectives de Chandler y Hammett, quien es contratado (o bueno, “contratado”) para violar la seguridad de un sitio… acción que termina siendo una trampa para atraparlo y llevarlo a la Luna (que no es más que una colonia/prisión/ghetto). Ahí es donde se está gestando la mayor rebelión…

… ok, puede que eso no sea 100% cierto. Es ahí donde se refugia el cristorrecepcionismo, religión dirigida por una inteligencia artificial que ha tomado consciencia de sí misma y está lista para ponerlo todo de cabeza.

Con estos elementos –a los que se les suman traición, hermandades extrañas, una femme fatal, un maldito ojete, un compañero, un conector drogadicto y otra sarta de personajes extraños–, Porcayo construye un texto que está lleno de elementos conocidos en la tradición cyberpunk; sin embargo, dicha utilización no se convierte en un refrito mal hecho. Y es que aceptémoslo, habría sido muy fácil hacer algo idéntico a lo que William Gibson o Bruce Sterling ya habían hecho para esas fechas, pero por suerte no fue así. La primera calle de la soledad respeta una tradición, toma sus elementos y los utiliza a su favor para crear algo original.

Más en una zona que, como dijo Mauricio José-Shwartz, “no genera tecnología pero la padece”.

Y es que ahí es donde radica la gran importancia de esta novela (que no es, todo hay que decirlo, una joya literaria ni nada por el estilo): rompió la inercia de una ciencia ficción latinoamericana que parecía no atreverse a dar el salto. Si bien el Premio Puebla ya existía y había otorgado grandes cuentos (“La pequeña guerra” de José-Schwartz es de mis cuentos favoritos de todos los tiempos), la novela no había sido un género que corriera con mucha suerte en la ciencia ficción mexicana (Eugenia o Mejicanos en el espacio eran los grandes exponentes, con eso digo todo). La primera calle de la soledad llegó para cambiar esa racha, para demostrar que la ciencia ficción mexicana podía aventarse retos grandes y salir airosa. Gerardo Porcayo lo demostró hace veintiún años con este libro (me encantaría que volviera a mostrarlo ahora. Me encantaría).

(Dato cultural: este libro es prácticamente inconseguible. Es literal. Vid ya no existe y encontrar sus libros es como encontrar la virginidad de Lindsey Lohan. ¿Qué, que la otra edición? No mames, es de Tierra Adentro y tiene 21 años de antigüedad. Ojalá hubiera editores con visión de arqueólogo en el mundo y rescataran esta novela.)

 

LaPrimeraCalle

 

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IMG00330-20120517-2113-1Manuel Barroso nació, creció y murió antes de enterarse de ello. Por eso reseteó la consola y sigue aquí.

Lee como poseso, escucha rap y jazz de forma adictiva, escribe porque le duelen las historias. Odia las verduras.

Mañana comprará un rifle.