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1983

el año de la invasión:

Strange Invaders

Matías Carnevale

 

Extraños invasores[1] (Strange Invaders) comienza con una bella secuencia de nostalgia respecto de los años cincuenta[2], período para los estadounidenses de desarrollo industrial, prosperidad económica, colores pasteles y paranoia nuclear. En los títulos de apertura se menciona explícitamente a la era Eisenhower como una de paz: “excepto a los comunistas y al rock and roll, no había nada qué temer.”

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Pareciera que sobre un cuadro de Norman Rockwell se posa uno de los OVNIs de Plan 9 (Wood, 1959).

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Desde la tipografía del título, pasando por la música (“You’re my special angel”, por Bobby Helms) y el tópico de una parejita de adolescentes besándose en una camioneta cuando la invasión tiene lugar, el film parodia las producciones clase B de los cincuenta.

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Extraños invasores satiriza la era Reagan, con su remembranza de los años del conservadurismo floreciente: aquellos ciudadanos que viven en los cincuenta pero su mentalidad quedó estancada tres décadas atrás. Como en La invasión de los usurpadores de cuerpos[3] (1956), los invasores se comportan de forma cruel, sin emociones. Emiten rayos de gran poder, capaces de incinerar un auto, y tienen una capacidad sobrenatural: son capaces de convertir la materia en energía; en una escena que puede remitir a “Los globos de fuego” de Bradbury, vemos cómo algunas personas son transmutadas por los extraterrestres en esferas brillantes, pero el propósito de esto no queda del todo claro. Además, tienen la apariencia con la que tal vez estemos más familiarizados: una especie de rana bípeda con ojos saltones.

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El monstruo con ojos de bicho, presencia ubicua de la ficción especulativa de los cincuenta, es otra extrapolación a una época contemporánea al film que representa un elemento paródico, pero que no causa risa. Lo terrorífico en este caso no es sólo su apariencia, sino que la moralidad humana no es aplicable a su conducta. Como los dioses, están más allá del alcance de nuestros juicios sobre el bien y el mal.

Charles Bigelow (Paul Le Mat), un entomólogo y profesor universitario, es el protagonista. En un intercambio con Mrs. Benjamin (Louis Fletcher), funcionaria del gobierno, ella lo interpela: “Si hubiera algo allí afuera, ¿no crees que estaríamos al tanto?” En su periplo, Bigelow se encuentra con el típico escepticismo que este tipo de historias genera. Recurre a Betty Walker (Nancy Allen), una periodista que publicó una nota titulada como el film, en un tabloide sensacionalista al estilo National Enquirer, para ser recibido con sorna. No obstante, hacia la mitad de la película, al recibir una visita extraña en su departamento, la periodista se plantea si la ficción que escribió no se ha vuelto realidad. Lo terrible del asunto es que el gobierno estadounidense tenía un acuerdo con los extraterrestres que debía permanecer en secreto. El pacto, en resumen, implica que los gobernantes se benefician con la tecnología y los conocimientos de los extraterrestres, y a estos se les provee un lugar donde vivir. Al igual que en otras tantas películas de décadas previas (El mundo del futuro; Heffron, 1976, o Capricornio uno; Hyams, 1977, por ejemplo), es un miembro del tercer poder el encargado de revelar la conspiración al gran público, pero esta vez acompañado de un científico e informado por un hombre común: Willy, que ha perdido a su familia en manos de los invasores.

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Teniendo en cuenta el uso de la parodia —que según Linda Hutcheon es característico de la representación en la posmodernidad— y los elementos satíricos respecto a la sociedad contemporánea al film, Extraños invasores es una película digna, por el homenaje que realiza a sus predecesoras. Si se omitieran estos factores, pasaría como una más, y una bastante mala.

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[1] Dirigido por Michael Laughlin (1938-), el film ganó el premio Saturno al mejor guión en 1984. Fue rodado en sólo cinco semanas, y formaba parte de un plan para una trilogía que finalmente no se concretó. 1983 también es el año de estreno de la magnífica serie y de la muy clase B The Deadly Spawn (Criaturas asesinas, McKeown).

[2] Pleasantville (Amores en colores; Ross, 1998) es un ejemplo de este sentir colectivo.

[3] Conocida en Argentina con el revelador título de Los muertos vivos.

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Foto CarnevaleMatías Carnevale (Tandil, Argentina; 1980) es Licenciado en lengua inglesa, con especialización en literatura y cine, por parte de la Universidad de San Martín. Ha cursado estudios de guión y publicado textos y traducciones en diversos medios nacionales como Haciendo cine , Axxon y Revista Evaristo Cultural. Entre sus proyectos se hallan la preparación de una antología personal de cuentos fantásticos y de una ponencia sobre El día de los trífidos de John Wyndham.