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CIGARETTE BURNS DE JOHN CARPENTER

El cine de serie b como estado mental

Rodolfo JM

 

Film is magic, and in the right hands, a weapon

Kirby Sweetman

 

 

En el programa de mano del Festival de Cine Fantástico Sitges de 1971 se anuncia la exhibición de La fin absolue du monde, la última película del enfant terrible del cine bosnio, Hans Backovick. Poco se sabe de aquella función, salvo que hubo un incendio y que la histeria desatada dejó sólo un sobreviviente: un crítico de cine que vive recluido y se niega a decir palabra sobre la película[1]. La cinta que se proyectó, única copia de un proyecto en marcha, fue confiscada y destruida luego de la función. Sin embargo, y contrario a la opinión de los especialistas, unos pocos iniciados insisten en que aún existe una copia, de hecho, uno de ellos ha contratado a un sabueso cuya misión es encontrar dicha bestia. El sabueso es Kirby Sweetman, un cinéfilo atormentado por el suicidio de su novia, dueño de un cine que sólo proyecta películas como Profondo rosso (Dario Argento, 1975) o Funny games (Michael Haneke, 1997) y que dedica su tiempo libre a encontrar filmes raros para coleccionistas adinerados.

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Esa es la premisa de Cigarette burns (John Carpenter, 2006), y si bien es verdad que el parecido con The Ninth Gate (Roman Polanski, 1999) salta a primera vista, con su infame libro maldito y su investigador antihéroe, cosa de la que deberíamos culpar a los guionistas[2], Cigarette burns es más que una reflexión sobre el cine de género y sus leyendas negras, del mondo al snuff, pero sobre todo es continuación del trabajo anterior de Carpenter, muy en particular de su película de 1995 In the mouth of madness.

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In the mouth… es una de esas películas que hoy son consideradas de culto por sus referencias lovecraftianas, y porque es una película de Carpenter, admitámoslo, pero en su momento no tuvo éxito de taquilla ni buen recibimiento de crítica. Por el contrario, fue vista como la confirmación del declive creativo de uno de los mejores directores que ha dado el cine de género, un declive que se hizo visible por primera vez con Prince of darkness (1987) y que, salvo Vampires (1998), fue irreversible.

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En una especie de parodia/homenaje a Stephen King, In the mouth of madness juega con una idea que no termina de cuajar: un afamado escritor de terror desaparece en la víspera del lanzamiento de su nueva novela, pero si la desaparición del escritor es grave lo es más aún el que no haya entregado el final de la novela. Los lectores, atacados por alguna especie de fiebre psicótica, como si fuesen believers o usuarios de Apple en espera del nuevo iPhone, destruyen las librerías en represalia por la ausencia del nuevo libro, y la editorial se ve en necesidad de contratar a un agente de seguros especializado en fraudes para que encuentre al escritor perdido. Dicha búsqueda lleva al agente de seguros, un Sam Neil bastante regular, a lo que pareciera un idílico pueblo en el sur de USA, mezcla de Castle rock e Insmouth, infestado por los mismísimos dioses primigenios; por si todo eso fuera poco, John Carpenter nos reserva una última vuelta de tuerca: ¿Es In the mouth… la película que estamos viendo, la película maldita que se menciona en la película que estamos viendo?

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Así, platicado, la cosa no suena mal, se trata de un argumento bastante ambicioso, es cierto, pero ante el resultado es imposible no preguntarse: ¿y si Carpenter hubiera sido la mitad de disciplinado que de ambicioso? Es de particular interés que un año antes de In the mouth… se haya estrenado Wes Craven´s New Nightmare (1994), séptima y última entrega de la saga de Nightmare on Elm Street, con la que Wes Craven pone un digno y necesario punto final a un personaje tan entrañable como Freddy Krueger, quien para entonces ya se había convertido en un chiste con cara de pizza.

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Wes Craven’s New Nightmare supera con creces a In the mouth…, pero también a la tan celebrada Scream (1996) del mismo Wes Craven, es decir que funciona como metaficción, pero sobre todo como una celebración del cine slasher de los 70’s y 80’s. Más que un signo de madurez del género, como muchos han querido ver, ambas películas fueron un guiño cómplice para los fans, como bien demuestra el resto de la filmografía de Craven. En el caso de In the mouth… uno podría pensar incluso que Carpenter quiso ir más allá, lo cierto es que se quedó en las intenciones. Es lo que pasa con casi todas sus películas posteriores a Christine (1983) –incluyendo la disparatada Big trouble in Little China (1986)-, se quedan en unas intenciones que, claramente, no siempre son las mejores. Como si el reconocimiento de Hollywood y el gran público le hubieran caído de peso a su estatus de provocador y artista del bajo presupuesto. Pareciera que, a diferencia de David Cronenberg e incluso de Wes Craven, John Carpenter se sintiera más cómodo siendo un cineasta de serie b, y nos lo quisiera recordar a cada oportunidad.

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Cigarette burns, a pesar de ser una producción para TV[3] con apenas 56 minutos, tiene ese aire de cine serie b en el que tan a gusto se mueve Carpenter, pero en ella se advierte además una cercanía con otro tipo de terror. Uno más cercano a la imaginería de Clive Barker y al cine de Hideo Nakata, pero que ya se anunciaba en They live (1988) y, sobre todo, en In the mouth

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Por supuesto, mucho del encanto de Cigarette burns, como pasa con buena parte del cine de género, radica más en su atrevimiento y potencial que en el resultado final, así como en la presencia de Norman Reedus, que aporta al personaje de Kirby la intensidad necesaria para colocarse en los primeros lugares del catálogo de personajes de John Carpenter, sólo detrás de Kurt Russell en The Thing (1982) y Escape from NY (1981).

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De hecho, Cigarette burns puso muy alta la vara para el siguiente film de Carpenter, y último de su filmografía a la fecha: The Ward (2010), una clásica historia de terror localizada en un hospital psiquiátrico para mujeres jóvenes, donde, una vez más, el director de 68 años volvió a enseñar el cobre y a dejar en claro que, al menos en su caso, el cine de serie b es un estado mental.

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[1] Dicho crítico, Hank A. Myers, escribió la única reseña que existe sobre La fin absolue du monde. Paradójicamente no dice nada en ella sobre el contenido de la película, pero sí declara que Backovick es en realidad un terrorista que busca destruir a su audiencia.

[2] El guión es responsabilidad de Scott Swan y Drew McWeeny, quienes también escribieron el guion de Pro-life, el otro episodio de Masters of horror. A propósito, The Ninth Gate es una adaptación de la novela de 1992 El Club Dumas del escritor español Arturo Pérez Reverte.

[3] Cigarette burns pertenece a la serie Masters of horror de Mike Garris, y en la que han participado, entre otros, Tob Hopper, Joe Dante, Takashi Miike, Eli Roth y Guillermo del Toro, quienes, para ser honestos, no alcanzaron los niveles de Carpenter.

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Los pósters alternos de Prince of darkness, Christine, They live y Escape from NY son de FrightFest Originals.

El póster alterno de The thing es obra de Justin Bartlett. Aquí puedes ver más pósters alucinantes de la película.

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jmRodolfo JM

(Ciudad de México, 1973)

Ha obtenido el Premio Nacional de Cuento Julio Torri en 2007-2008, el Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción en 2011, así como mención honorífica en el Premio Nacional de Literatura Policiaca en 2007. Ha publicado los libros de cuento Todo esto sucede bajo el agua (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2009), Negras intenciones (Jus, 2010), El abismo: asomos al terror hecho en México (Ediciones SM, 2012) y La vida amorosa de las cigarras (Conaculta, 2013).