Seleccionar página

La (des)esperanza y libertad en el stop motion de

RITA BASULTO

 

Juan Manuel Díaz

 

Rita Basulto (Guadalajara, 1973) no solo es una de las voces más originales del stop motion latinoamericano, sino que tiene una de las visiones más claras en la animación del continente. Si bien la obra de Basulto no se compone exclusivamente de stop motion —podría mencionar el exitoso cortometraje Eclosión de 2019, cuya animación es más cercana a la tradicional realizada con lápiz (o al menos eso simula)—, sí me centraré en los cortometrajes de esta técnica de la directora. Específicamente, en El octavo día, la creación (2000), Lluvia en los ojos (2012) y Zimbo (2015). Me parece que en el trabajo de la directora encontramos el viaje de la desesperanza a la esperanza por medio de la construcción de imágenes, tanto de motivos como en la presentación de los modelos a animar. Esto no es otra cosa más que decir que hay una transformación en la obra de la autora, la cual puede ser reconocida en el tipo de modelos y de diseño de producción que ha usado en los tres cortos.

Rita Basulto

Empezamos el viaje con El octavo día, la creación, un corto de 2000 en el que un titiritero crea monstruos de pesadilla a su antojo. Una suerte de dios del inframundo —en un taller oscuro, húmedo y alejado de toda luz— diseña títeres de huesos y criaturas que bien podrían habitar nuestro inconsciente. El propio titiritero es una suerte de antítesis del dios judeocristiano. No es un ser de amor sino de violencia y abandono, que busca crear la forma de vida más perfecta. Pero en este mundo de terror eso implica que la forma de vida sea violenta y capaz de matar a su propio padre. Es así como este creador trata de formar seres semejantes a insectos, hasta que uno de ellos logra el cometido: liberarse de su voluntad hasta crucificarlo. Su creación perfecta es el insecto libre. Una alegoría con tintes del mito cristiano, en donde el ser humano es el insecto que termina por sacrificar a su creador.

El segundo corto, Lluvia en los ojos, cambia por completo la narración y el diseño de producción. La luz se hace presente y los colores ocres cálidos —como si se tratara de un atardecer perpetuo— enmarcan los recuerdos de Sofía, una niña de siete años que ha perdido a su abuelo. Un buen día, mientras ve las fotografías tomadas por su abuelo, escucha un ruido en la habitación: es un pequeño rinoceronte de nombre Cornelio, quien será el único amigo de Sofía. La metáfora es clara: Cornelio es la alegoría de la ausencia y del recuerdo del abuelo. Si bien Sofía necesita al rinoceronte para sobrellevar la pérdida, cuando crece hasta ya no tener lugar en la habitación y empieza a hacer destrozos en su vida, es necesario que Sofía lo deje ir. Una lección para el espectador: no podemos dejar que el recuerdo abarque toda nuestra vida.

Por otra parte, la luz juega un lugar preponderante. En contraposición a El octavo día, aquí el diseño de producción se construye a partir de la iluminación y de modelos de personajes muy definidos. Podemos ubicar cada una de las expresiones de la niña y del abuelo; mientras que con el creador del corto anterior no podíamos identificar gesticulaciones (lo más matizado eran sus creaciones). Como si así la directora nos indicara dónde está el acento en cada corto.

El tercer cambio se da en Zimbo de 2015. Una adaptación del libro homónimo publicado por editorial Oqo (y a su vez adaptado de un episodio del programa televisivo Os contos do Camiño) que narra cuentos populares de la región de Cantabria, Galicia y Asturias. Aquí se debe mencionar el trabajo de Juan José Media, codirector de Zimbo y también director de la serie Os contos do Camiño. Si bien se debe reconocer el efecto de la triangulación entre cuento ilustrado traducido a episodio animado y de este último a cortometraje, cuando se analiza el diseño de los personajes y el diseño de producción me parce que el sello de Basulto está impreso en cada fotograma. Es una suerte de evolución de la materialidad de los modelos realizados en Lluvia en los ojos, pero influenciado por la estética tanto de los libros como de la serie de televisión.

El rostro de Zimbo —un títere que quiere liberarse de sus hilos— es una evolución del modelo de Sofía en Lluvia en los ojos. La centralidad está en su cara, no solo por la claridad de gesticulación en el modelo sino en el tamaño de ella; ahí podemos ver sus ansias de libertad. Guarda la expresividad en los ojos y la misma composición del modelo. En cuanto al diseño de producción, termina siendo muy escueto. La centralidad está en la interpretación del títere y los claroscuros de su soledad. Vemos la conjugación de la iluminación utilizada para enmarcar los recuerdos de Sofía, pero al mismo tiempo la oscuridad que abundaba en El octavo día.

Me parece interesante (independientemente si fue de manera deliberada o no) el reflejo de la interioridad de los personajes, la materialidad de los modelos y el diseño de producción. Es decir, hay una relación tripartita entre personaje, el títere que se animará y la escenografía, elementos que se integrarán en la puesta en escena para crear una imagen cinematográfica que viaja entre ambivalencias, mostrada por colores e iluminación: la esperanza de los recuerdos de Sofía, la interpretación en claroscuros en Zimbo y la oscuridad total de las creaciones de un dios titiritero (ésta última figura —el dios titiritero— también se hace presente en la historia de Zimbo).

Hay —me parece— un metacomentario en la obra de Basulto, casi una relación metanarrativa, como si los personajes se asumieran por completo títeres de la directora; pues este motivo (la condición de ser títere) atraviesa dos de los tres cortos. Es el juego de la directora con sus personajes: ella controla, pero al mismo tiempo ganan libertad en la historia. Sofía no es títere de nadie, pero sí gana la libertad del recuerdo y la tristeza. Así que, de alguna manera, ella misma ha cortado sus hilos. Y es así como propongo ver la obra de Basulto: como un viaje a la libertad por medio de la toma de conciencia de sus personajes, misma que se representa visualmente con la puesta en escena, la luz y el diseño de producción.

**

Puedes ver la obra de Rita Basulto en:

VIMEO

FILMIN LATINO

****

Juan Manuel Diaz de la Torre

Tengo 36 años y nací en la Ciudad de México un 11 de octubre de 1985. Ese día fue viernes y debí nacer a las 6 de la mañana, pero llegué hasta las 8. Tal vez por eso me gustan los viernes y dormir hasta tarde. Soy escritor de poesía, cuento, novela y viñeta, aunque mi trabajo diurno es ser profesor e investigador. En realidad, creo que mi chamba es comunicar: sin importar que sea una reflexión en forma de cuento, un análisis de una película o algún apunte sociológico, lo único que hago es comunicar.

¡LLÉVATELO!

Sólo no lucres con él y no olvides citar al autor y a la revista.