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FANTASÍA

Cecilia Oliveros

 

Pienso que todas las forma de ficción (donde incluyo ficción fantástica, obviamente) pueden ser en verdad un escape real de lugares donde te sientes mal, y de malos lugares. Puede ser un lugar seguro para ir, como salir de vacaciones, y puede ser un lugar que, mientras tú has escapado ahí, en realidad te enseña cosas que necesitas saber para cuando regreses, que te da el conocimiento, y armadura y herramientas para cambiar el mal lugar donde ya estabas. Así que no, ellos no son escapistas. Ellos escapan.  Neil Gaiman

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¿Por qué ha de despreciarse a la persona que, estando en prisión, intenta fugarse y regresar a casa? Y en caso de no lograrlo, ¿por qué ha de despreciársela si piensa y habla de otros temas que no sean carceleros y rejas? (…) [los críticos] No sólo confunden la fuga del prisionero con la huida del desertor… En cualquier caso, la expresión *vida real*parece quedar bastante lejos de sus usos académicos. Es sorprendente la idea de que los coches están mas *vivos* que, digamos, los centauros, y los dragones que sean más reales, pongamos el caso, que los caballos, es algo patéticamente absurdo. ¡Qué real, qué sorprendentemente viva es la chimenea de una fábrica, comparada con un olmo, ese pobre objeto caduco, sueño banal de un visionario! J.R.R. Tolkien, sobre los cuentos de hadas.

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En estos días posmodernos, donde las distopías han sido rebasadas y sustituidas por algo más horrendo dado a llamarse actualidad, la ficción fantástica se ha confundido con un escaparate vistoso de ilusiones prefabricadas, con el único propósito de sedar y endulzar la mente de la persona promedio, incapaz  –porque ha sido mutilada– de escapar por sus propios medios al mundo o mundos que prefiera. Así, lo que conocemos como “obras de fantasía” carecen, salvo raras anomalías, de la fuerza y profundidad que la verdadera Fantasía posee.

Pero, ¿por qué escapamos de la realidad?

Es cierto, todos lo hemos hecho alguna vez, más cuando éramos pequeños, cuando el mundo era hostil y nosotros indefensos y desarmados. A veces, crecemos y el mundo permanece siendo hostil y nosotros permanecemos indefensos y desarmados. Y continuamos escapando.

La ficción fantástica nos permite salir del mundo real hacia mundos paralelos.  Estas ficciones pueden ser meras copias de la realidad en donde sólo se cambian aspectos con los que estamos a disgusto –un mundo de paz y equilibrio, visiones apocalípticas en donde nos enfrentemos a la adversidad– y, por lo tanto, continúan utilizando las mismas reglas y lógica que la dimensión física en donde estamos encapsulados.  Sentimos igual, razonamos igual, seguimos siendo seres humanos.

Hay otro tipo de ficción fantástica, más elaborada, en donde esta lógica empieza a romperse, existiendo seres con sus propias reglas y propósitos. La historia crece por si misma, y hay cosas que pueden desagradarnos. Pero continuamos visitando ese mundo porque sigue siendo un escape, un lugar donde expresamos nuestro potencial. Quizás a muchos no les cuadre el código del guerrero samurái, o preferimos la comodidad moderna a la ley del comer o ser comido, pero admitamos que, en nuestras vidas alternas, portar una espada legendaria o dar el tiro de gracia a un cyborg malévolo es algo que nos hincha de orgullo y confianza.

Existe algo más allá de poner a prueba nuestra humanidad contra seres o situaciones sobrenaturales. Hay quienes tienen el espíritu creador, y a base de imágenes e historias desarrollan un mundo desde sus cimientos. Aquí es más importante la consistencia de ese mundo, el marco general en donde se engloban las historias, que las historias mismas. Es lo que conocemos como “mitologías modernas”, ficciones tan elaboradas con abundantes detalles, con el deseo de que, cuando escapemos allí, no sea a una realidad alterada, sino a un mundo totalmente nuevo e inexplorado.

No puedo incluir en estos mundos fantásticos a las mitologías clásicas (griega, nórdica, mexica), con su miríada de dioses y poderes asombrosos, porque su finalidad básica era explicar su entorno. Los vacíos que ahora trata de llenar la ciencia eran cubiertos con magia y prodigios. Lo maravilloso de estas colecciones de héroes y milagros son tan consistentes –porque repito, fueron creados con base en eventos reales– que, apartándolos de su función primitiva, se han vuelto mundos ficticios tan ricos y coherentes que aun en la actualidad nos capturan. Son socorridos mundos de escape y lugares comunes de la fantasía. Lo mismo va para los seres paranormales, llámense vampiros, hombres lobo, duendes y hadas (mis favoritas), pues son explicaciones parciales a determinados eventos, frutos del folklore regional, acercándonos y dándole resto a incomprensibles manifestaciones fuera del control del hombre.

Los ficcionistas modernos pueden, o no, elegir el camino de crear mitologías. No es necesario desarrollar un complicado escenario para hacer una genial válvula de escape. E. A. Poe dominaba el cuento corto, básicamente el horror, y cada uno de ellos nos sustrae de la realidad para entrar en lapsus tétricos. H.P. Lovecraft tampoco creó una mitología de forma voluntaria, pero en sus relatos Cthulhu, el Necronomicón y los monstruos precámbricos empiezan a fundirse en una espantosa visión secreta del tiempo y espacio. Isaac Asimov viajó por la ciencia ficción y, apartando sus novelas, en sus cuentos existen atisbos de un futuro dominado por Multivac, la supercomputadora omnipresente y omnisapiente. Neil Gaiman narra historias en donde la cotidiano y conocido es únicamente un accesorio para recrearse y transformarse.

Y la obra de J. R. R. Tolkien. Él es uno de los primeros en enfocarse a crear más un mundo completo, con nombres de estrellas, leyendas, geografía, idiomas, de los cuales, las historias de personajes individuales brotan espontáneamente. Él es quien ha sublimado la ficción fantástica a niveles exquisitos, en donde la obra (llámese libro, película, cómic, incluso videojuego) es más que una ventana abierta en donde uno se lanza de cabeza desesperado para huir de las angustias cotidianas.

La ficción fantástica es el acto de Crear, y crear realidades alternas, con el propósito de crecimiento espiritual, en donde el sol brille con más intensidad, el dolor nos quiebre los huesos y el amor nos embriague como nunca.

Tolkien la llamó el Reino Peligroso.

Yo lo llamo Fantasía.

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dark_fairy_by_evergard-d52qkm4Cecilia Oliveros
Soy una mujer renacentista, amante del té y los gatos. Para mí la literatura, en especial la fantástica, ha sido un deseo innato de mi corazón. He escrito desde que tengo uso de razón. Por lo que soy autodidacta, en cierto sentido, pero en otro, mis maestros han sido los grandes literatos del pasado, y aprendo con base en sus obras.
Soy escritora, amo escribir y seguiré escribiendo hasta que Muerte venga a visitarme