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Vinieron del espacio exterior

Sobre La cosa y Depredador

 

Matías Carnevale

 

En esta columna sobre invasiones extraterrestres en el cine estadounidense de los ochenta, comenzaré con un análisis que compara a dos films que resultan clave para entender a este período. Puede decirse que Depredador (Predator, McTiernan[1]; 1987) tiene su antecedente más cercano en La cosa (The Thing, Carpenter; 1982), con la excepción de que en lugar de un puesto lejano en la Antártida, el alienígena acosa a un grupo de soldados en la selva centroamericana. Tanto la Antártida como la selva tropical son lugares a los que los estadounidenses no pertenecen naturalmente; existe, entonces, cierta ironía en cuanto a la idea de invasión. Durante la era Reagan, Estados Unidos, siguiendo una política internacional más agresiva que en los setenta —luego del fracaso en Vietnam y la desconfianza provocada por el caso Watergate—, intervino/invadió Nicaragua en 1981 y Granada en 1983.

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En Depredador no sólo se repite lo inhóspito del terreno, sino que también el helicóptero y las armas. También se replica lo absurdo de las luchas entre seres de la misma raza —humana— frente a una invasión extraterrestre. En La cosa hay un breve intercambio de disparos que acaba con un noruego muerto, mientras que el rol del noruego en Depredador lo ocupan los guerrilleros. Puede existir en esto una advertencia moral solapada -como en la amenaza de Klaatu[2] en El día que paralizaron la tierra (Wise, 1951)-: o dejamos de lado nuestras diferencias y formas de comportarnos violentamente unos con otros, o seremos destruidos.

No es posible decir que ambos films sean ejemplos de la convención hollywoodense del cazador cazado, ya que el invasor de La cosa pareciera actuar más como un infiltrado, una quinta columna. En el poster de Depredador el juego entre cazador y presa, y cómo se revierten los roles, es puesto en evidencia: “Nada parecido estuvo en la Tierra antes. Vino por la emoción de la caza. Eligió al hombre equivocado para cazar”; luego, debajo de la recia imagen de Schwarzenegger (similar a la de Comando de 1985, donde se lo ve con un cuchillo de guerra en una mano y una granada en la otra, ofreciendo casi el mismo perfil, con casi el mismo chaleco y el mismo camuflaje), la ambigua sentencia: “Pronto comenzará la cacería”.

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En ambos films hay instancias de horror corporal, en las que los protagonistas hallan restos de cuerpos humanos consumidos o destrozados por la amenaza alienígena. El cazador en Depredador sigue métodos muy poco sutiles para exponer su poderío: despelleja a sus víctimas y las cuelga de árboles, mientras que la cosa, consumiéndolas, se transforma en sus presas.

En ambas películas el alien dispone de técnicas para camuflarse: en La cosa cambia de forma, haciéndose pasar por perro, humano e incluso seres impensados de otros planetas, mientras que en Depredador el cazador emplea medios más tecnológicos para pasar desapercibido. En Depredador el alien es humanoide y, si consideramos su aspecto, tanto en el color de su piel como en la cabellera que parece hecha de trenzas, dreadlocks, guarda cierto parecido a algún miembro de cualquier tribu humana indefinida (si bien no mata para comer, lo que es tabú para varias sociedades ágrafas). Su comportamiento al guardar trofeos de caza tiene mucho de fetichismo primal. En La cosa, por otro lado, el xenoide[3] es un metamorfo que funciona por imitación de lo que absorbe, como forma de adaptación al medio casi perfecta.

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En ambos films la tecnología de avanzada —artefactos que dependan de la electrónica o cibernética— resulta inútil frente a la amenaza cósmica. Son, finalmente, los elementos de la naturaleza los que acaban con los invasores: en La cosa el fuego (sin obviar que es producto de una explosión con dinamita) y en Depredador una combinación de troncos afilados, lianas, barro e ingenio humano. Mientras que en La cosa es la clase científica la encargada de detener la invasión, en Depredador es la clase militar: en tan sólo cinco años que separan a un film de otro, algo en la cultura norteamericana debió haber cambiado para que esto sea así.

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El alienígena en Depredador caza solo, enfrentándose a un grupo, mientras que el de La cosa posee la capacidad de reproducirse, para volverse parte del grupo que pretende acabar con él. El enemigo en Depredador, entonces, es mucho más claro, más distinguible, incluso en su monstruosidad. Como en el bushido, el código de guerra japonés, el depredador prefiere suicidarse antes que sufrir la deshonra de ser derrotado.

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[1] Director estadounidense, también conocido por la realización de dos entregas de Duro de matar (1988 y 1995). Si han de compararse los directores, es bastante evidente que el film de Carpenter, aun tratándose de una versión de una película anterior, tendrá más marca de autor que el de McTiernan. Depredador tiene mucho de un producto de estudios, antes que de un film de auteur.

[2] En una de esas extrañas coincidencias que el cine nos ofrece, el extraterrestre decide vivir entre los hombres con el alias de… ¡Señor Carpenter!

[3] Término para referirse a los extraterrestres, tomado de El sentido de la ciencia-ficción de Pablo Capanna (1966). El autor también ha publicado un estudio completo al respecto: Historia de los extraterrestres (2006).

 

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Imagen de cabecera: «The Thing», por Jared D. Weiss.

 

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Foto CarnevaleMatías Carnevale (Tandil, Argentina; 1980) es Licenciado en lengua inglesa, con especialización en literatura y cine, por parte de la Universidad de San Martín. Ha cursado estudios de guión y publicado textos y traducciones en diversos medios nacionales como Haciendo cine , Axxon y Revista Evaristo Cultural. Entre sus proyectos se hallan la preparación de una antología personal de cuentos fantásticos y de una ponencia sobre El día de los trífidos de John Wyndham.