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LAS PELÍCULAS DEL MAL

III

Davo Valdés de la Campa

Primera parte

Segunda parte

La serie de textos “Las películas del Mal” busca reflexionar sobre el cine de horror y algunos géneros cercanos y su impacto social, específicamente en temas como la violencia, el sexo y la política. Uno de los temas que más me interesa es entender si el poder de una película se encuentra en el acto de la creación o en la postura del espectador. El cine de explotación, por ejemplo, que brinda imágenes violentas sin un filtro crítico, ¿legitima la violencia?, ¿es posible hallar otras lecturas a esa violencia gratuita?, ¿qué alcance tiene el espectáculo de la violencia en el público? ¿Es posible -como propone John Carpenter en su filme Cigarette Burnsque una película vuelva loca a la audiencia?

Además de La Fin Absolue du Monde hay otra película que enloquece de forma desproporcionada a las audiencias dentro de una película: hablo por supuesto de Blancanieves y los siete enanitos (1937) en el clásico filme de Joe Dante, Gremlins. En específico de la escena en la que todos los mogwais, transformados en monstruos glotones y destructores, se reúnen en el cine local y quedan fascinados al ver la película Blancanieves. La escena es entrañable: todas las criaturas repiten el canto de los enanos mineros y brincan desquiciados. Si Carpenter proponía que una película podía conducir a los espectadores a despertar la violencia interior de cada uno de ellos, Dante nos muestra evidencia palpable de lo que las películas pueden provocar de forma mucho más profunda y menos obvia, ya que no necesita recurrir al recurso de mutilar un ángel sino que el simple hecho de experimentar el cine es suficiente para alterar nuestra conducta. Al final de Gremlins, el protagonista (Billy), su novia (Kate) y Gizmo consiguen colarse en el edificio, entrar a las calderas y prender fuego al gas inflamable, explotando el cine y matando a todos los gremlins. Algo muy similar a lo que ocurre al final de Inglourious Basterds de Tarantino.

  

Por ser el caso más reciente, todos recordamos la masacre de Aurora de 2012. El asesinato masivo que tuvo lugar el viernes 20 de julio, durante el estreno de la película The Dark Knight Rises en el condado de Aurora (Colorado, Estados Unidos). El ataque armado dejó doce muertos y otros cincuenta y nueve heridos El agresor, de 24 años e identificado como James Eagan Holmes, era estudiante en la Escuela de Medicina de la Universidad de Colorado. Holmes fue inmediatamente detenido tras la masacre. El comisionado del Departamento de Policía de Nueva York, Ray Kelly, afirmó en una rueda de prensa que James Holmes le dijo que era El Joker. «Sí, efectivamente, se identificó como El Joker», fue una de las afirmaciones de Kelly. El comisionado también dijo que «Él tenía el pelo teñido de anaranjado, me dijo que era El Joker, obviamente el enemigo de Batman».

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James Eagan Holmes

 

Ya en entregas pasadas hemos reflexionado sobre el vínculo entre arte y crimen. Culpar a Batman por la masacre de Aurora es como culpar a Marilyn Manson por la masacre en Columbine. ¿Pero si no fue la película qué fue lo que detonó el spree killing?

 

¿Podrá ser la confusión de categorías que provoca la doble moral norteamericana? Manson lo dice en su ensayo a propósito de la masacre:

Cuando se quiere saber quién tiene la culpa de los asesinatos en la secundaria de Littleton, Colorado, arrojen una piedra y golpearán a alguien que es culpable. Somos nosotros quienes nos sentamos a tolerar que los niños tengan armas, y somos nosotros quienes sintonizamos y seguimos minuto a minuto los detalles de lo que hacen con ellas.

Por un lado sufren las masacres estudiantiles, pero por otro lado permiten la venta indiscriminada de armas o, peor aún, permiten que los jóvenes vayan a la guerra. Es más fácil depositar en un individuo todos estos males: encontrar un monstruo culpable de la violencia que aceptar la situación tan compleja y desconcertante de las leyes en Estados Unidos.

 

Otras películas se han convertido en ese monstruo expiatorio en diferentes épocas. Películas que la gente ha interpretado como «Películas del Mal», como obras de arte que van más allá de lo que se puede mostrar en pantalla, películas que pueden provocar lo peor de nosotros mismos. Aunque no siempre por las razones correctas sino a partir de un análisis superficial de su contenido.

 

Un caso muy sonado fue el de La última tentación de Cristo de Martin Scorsese, por ejemplo. La cinta era una adaptación de la célebre novela de Nikos Kazantzakis, y planteaba que Jesús no era el inmaculado hijo de Dios que, libre de pecado, vino al mundo a enseñar el camino correcto, sino un hombre con tentaciones, dudas, miedos y hasta deseos sexuales como los de cualquier otro ser humano. Las protestas alrededor del mundo no se hicieron esperar y la cinta fue prohibida en varios países, incluido México, por considerar que deterioraba la imagen del pilar más importante de la iglesia católica.

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Algo similar ocurrió con Salò o le 120 giornate di Sodoma de Pasolini, pero en el plano político (y de la falsa moral). Dos citas me parecen cruciales para entender lo que el cineasta y poeta italiano pretendía con su película. En el documental Salò d’hier à aujourd’hui (2002) dijo:

El sadomasoquismo forma parte del hombre. Existía en la época de Sade y hoy, pero esto no es lo que me interesa. Me importa el sentido real del sexo en mi película, que es una metáfora de la relación entre poder y sumisión. Todo el razonamiento de Sade, el sadomasoquismo de Sade, tiene una función muy específica y clara: la de representar lo que el poder hace del cuerpo humano, el desprecio al cuerpo humano (…), la anulación de la personalidad del otro.

 

 

Más tarde, unos meses antes de su asesinato, declaró durante una entrevista con la prensa italiana:

La aparente permisividad de nuestra sociedad de consumo es una falsedad, y Salò es una prueba para demostrarlo. Hay una ideología real e inconsciente que unifica a todos: la ideología del consumo. Uno toma una posición ideológica fascista, otro adopta una posición ideológica antifascista, pero ambos, antes de sus ideologías, tienen un terreno común que es la ideología del consumismo. El consumismo es lo que considero el verdadero y nuevo fascismo. Ahora que puedo hacer una comparación, me he dado cuenta de una cosa que escandalizará a los demás y que me hubiera escandalizado a mí mismo hace diez años: que la pobreza no es el peor de los males, ni siquiera la explotación. Es decir, el gran mal del hombre no estriba en la pobreza y la explotación, sino en la pérdida de singularidad humana bajo el imperio del consumismo. Bajo el fascismo se podía ir a la cárcel. Pero hoy, hasta eso es estéril. El fascismo basaba su poder en la iglesia y el ejército, que no son nada comparados con la televisión.

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Piere Paolo Pasolini

La película se considera una de las más violentas y repugnantes de la historia. Se creyó durante la época de circulación que las imágenes eran peligrosas, pero en realidad parece que una agenda política buscaba silenciar las ideas críticas que comenzaban a surgir de la obra de Pasolini. Era en realidad una reflexión en torno a los ámbitos político, social y en la dinámica sexual que, más allá de la época, define todavía el mundo en que vivimos. Censurada en muchos países, adapta el famoso texto de Sade “Los 120 días de Sodoma” al periodo final del fascismo, y lleva a las últimas consecuencias los discursos que el autor hacía sobre el genocidio del pueblo perpetrado por el poder en nombre del desarrollo y de la homologación al consumismo. Era “un atentado contra Dios”, según la iglesia; una película fascista y sanguinaria, según cierta parte de la crítica; y los desvaríos de un loco comunista, según la otra parte. Era un escandalo insoportable para todos.

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Queda una entrega más de esta serie. Faltan por analizar El Exorcista y A Serbian Film y generar una conclusión sobre qué es lo que ocurre con la ficción y la violencia en nuestra cotidianidad.

Continuará…

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davoDavo Valdés de la Campa / Cuernavaca, Morelos (1988)

Fanático del cine de terror. Estudiante de Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma del estado de Morelos. Forma parte del Colectivo La Piedra. Beneficiario del Programa de Es­tímulos para el desarrollo y la cre­ación artística en 2009 y en 2011. En el 2010 publicó su primer libro de cuentos, Relatos de un mundo depravado (EdicioneZetina). A finales de 2011 fue ganador de la convocatoria para publicación de obra inédita del Fondo Editorial del Instituto de Cultura de Morelos con su libro Ignoto (poesía). Forma parte del Grumo de Escritores de la Barba Naranja.

@Davovaldes