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LETRAS DE SANGRE, PALABRAS SECRETAS, LIBROS MALDITOS

Mariana Esquivel

 

 

Como muchos de ustedes probablemente ya sepan, Penumbria está de fiesta por la publicación de su primer libro, el cual compila algunos de los mejores cuentos que han aparecido en la revista. Por tal motivo, decidí que en esta ocasión escribiría sobre algún tema que pudiera fácilmente relacionar con el feliz acontecimiento. La primera idea que me vino a la cabeza fue hacer un recuento sobre los “libros malditos” más famosos. Sin embargo, me pareció un tema que ya está bastante explorado (sin negar que sea fascinante) y, además, ¿qué podría decirle yo a lectores como ustedes -cuya biblia es el Necronomicón- que no sepan ya?

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Así, en el devane posterior de sesos, decidí que podía ir más atrás del libro mismo: a la escritura y a las palabras. La escritura es -sin duda- uno de los procesos más importantes en la vida del ser humano; no sólo por sus fines comunicativos inmediatos, sino también por su valor histórico y cultural. ¿Cuántas civilizaciones no siguen siendo un “misterio” debido a que no dejaron ningún documento escrito? Pensemos, por ejemplo, en los celtas, quienes privilegiaban la tradición oral ante la escrita, razón por la cual se sabe tan poco de ellos. Esto no quiere decir que los celtas despreciaran la escritura, por el contrario: era un arte tan sagrado que únicamente los druidas eran conocedores de sus secretos.

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Ampliando el panorama, muchas culturas antiguas tenían una deidad a la cual atribuían el don de la escritura y las letras: Ogma para los celtas, Odín para los vikingos, Thot y Seshat para los egipcios y Nisaba para los sumerios, únicamente por nombrar algunos. Aun más básica que la concepción mágica de la escritura como proceso, es el dotar de poder a una palabra en particular. Probablemente en cuanto se piensa en una palabra mágica, la primera que venga a la mente sea “Abracadabra”, la cual, por cierto, cuenta con varias teorías interesantes sobre su origen. Tal vez la más conocida sea aquella que la relaciona con Abraxas (de quién algunos dicen fue un dios y otros lo clasifican como un demonio); esta palabra se grababa en piedras que eran utilizadas como talismanes para la buena suerte o bien para sanar alguna enfermedad.

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Sin embargo, “Abracadabra” dista mucho de ser la única palabra mágica existente. Una teoría que siempre me ha parecido fascinante es aquella que propone que al saber el verdadero nombre de una cosa, se tiene poder sobre ésta. Es decir, en cada idioma o dialecto el hombre designa con una palabra a un objeto: decidimos que un animal mamífero, doméstico, con cuatro patas, cola y muy amigable se llamará “perro”, sin embargo, ¿cuál es el verdadero nombre, la palabra primordial -por decirlo de algún modo- que designaba a ese animal? En un ejemplo mucho menos burdo, en el Antiguo Testamento se dice que aquél que sepa el verdadero nombre de Dios tendrá un inmenso poder sobre todas las criaturas.

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En el folklore y la literatura dicha idea también se encuentra presente; por ejemplo, en el cuento de Rumpelstiltskin la única manera de salvarse del castigo impuesto por el malvado ser es adivinar su verdadero nombre. En El Hobbit de Tokien, Bilbo tiene particular cuidado en no revelar su nombre al dragón Smaug;  y en Un mago de Terramar de Ursula K. Leguin, los aprendices de mago deben pasar un año entero en una torre mientras aprenden los verdaderos nombres de las cosas. Y si se tratara de ponerse aún más minimalista, puede decirse que una sola letra consigue tener un enorme poder. Baste recordar La letra escarlata de Hawthorne, en donde portar la letra “A” -que hace referencia al adulterio cometido- marca la vida del personaje principal.

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Estoy segura de que no tengo que convencer a los lectores de Penumbria de que la escritura puede ser algo macabro, aun así, más allá de la literatura, hay mensajes que logran helar la sangre. Por citar tal vez uno de los más conocidos, en el infame asesinato de Sharon Tate los miembros de la familia Manson escribieron con la sangre de las víctimas la palabra “Pigs” en la pared. Encontrar un mensaje en una escena del crimen sin duda le agrega un elemento mórbido al ya de por sí impactante suceso.

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Podría seguir hablando sobre lenguajes secretos, mensajes en botellas y demás sorprendentes testimonios de que la escritura es un acto mágico que realizamos cotidianamente, sin embargo me permitiré regresar al caso particular de Penumbria. Mes con mes, los más diversos autores envían textos para que aparezcan en la revista. Enterarme de la existencia de este templo de lo fantástico, lo oculto, lo grotesco y lo tenebroso fue una gran revelación para mí. Cada vez que leo un nuevo número de Penumbria me sumerjo en las más oscuras dimensiones del pensamiento de sus autores e ilustradores, y por si eso fuera poco, me mantengo al día de lo que se está escribiendo dentro del género fantástico en mi idioma, así como de la existencia de grandes y muy talentosos escritores. La cereza en este pastel de tripas y sombras es que gracias a la revista he tenido la fortuna de hacer nuevos amigos que comparten el gusto por el género fantástico conmigo. Por eso, para mí (y sé que para muchos de ustedes) Penumbria, año I es un libro mágico que condensa todas estas grandiosas experiencias.  Así que tengan cuidado si planean leerlo solos, a la luz de una vela negra y frente a un espejo, nunca se sabe lo que puede aparecer cuando se lee uno de estos libros malditos. ¡Felicidades, Penumbria!

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marianaMariana Esquivel (Vikinga)

Tesista de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Perito técnico en Criminalística. Estudio ruso, alemán y francés. Historiadora frustrada. Apasionada del cine y la literatura de horror. El folk metal es lo mío. Valkyria que lleva a los guerreros caídos al Valhalla.

http://valkyrjainvelvet.blogspot.mx/

@Marian890

Canal de Youtube.