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LOS QUIJOTES DECADENTES

IV

Primera parte

Segunda parte

Tercera parte

Emiliano González

 

Ludwig Tieck, el autor del Viaje a la distancia azul (un libro leído por el quijotesco Usher) escribe también el siguiente párrafo “Como semillas maravillosas, las notas echan en nosotros raíces con una rapidez increíble; fuerzas ardientes e invisibles nos animan, y en un instante se eleva el murmullo de un boscaje que da origen a mil flores maravillosas con colores de una rareza indescriptible; entre las hojas y las ramas surge nuestra infancia y un pasado más lejano aún”.

El primero que deforma este fragmento es Walter Pater, que en la conclusión de la tercera edición de El renacimiento pone “colores extraños” en vez de flores extrañas”, temiendo que las flores despisten a ciertos jóvenes. Esta modificación puritana… ¿qué significa? El color opaca a la flor, como en el episodio de los pintores de rosas de las aventuras de Alicia, de Lewis Carroll, en que los pintores de rosas obedecen a la reina cruel. Sin duda Pater se aleja de la autenticidad y se acerca a la falsedad: no es tan pre-rafaelita como antes, en su conclusión, ya que huye de la Naturaleza.

El clavel verde al que se refiere Hitchens en su novela satírica es un recuerdo de esa flor opacada por el color. Cuando Wilde se vuelve inmoralista, cuando deforma a Pater sacándolo como asesino en “Un estudio en verde” (Pluma, lápiz y veneno), cuando deforma el arquetipo de la mujer inocente bajo la luna y la nube (en Salomé), deforma a la naturaleza, a la flor. El mismo Pater admite que habría sido criminal si hubiera tenido coraje y temeridad. Al preferir el color a la flor, muestra un exceso de miedo que no es estoico.

Somerset Maugham elogia las flores de Pater y repudia sus colores. En 1900, en El cuaderno de un escritor, celebra “las bellezas de invernadero del estilo de Pater, opresivas con un perfume de deterioro tropical: un montón de orquídeas en una habitación caldeada”. Pero en El resumen (1938) compara a la prosa de Pater con “un mosaico cuidadoso, construido por alguien sin gran habilidad técnica, para decorar las paredes del comedor de una estación”, y aborrece “la actitud de Pater hacia la vida a su alrededor, actitud enclaustrada, débilmente desdeñosa.”

En la primera edición de El renacimiento, después de mencionar las flores extrañas, Pater menciona curiosos olores, que no tienen sentido en la tercera edición, cuando acompañan a los colores extraños que sustituyen a las flores. Tampoco tienen sentido los colores del abanico, en el país de las maravillas, después de que Carroll ha criticado a los jardineros pintando flores “porque la reina lo ha ordenado”, en el mundo subterráneo. No tiene sentido la muerte de Helen en “El pueblo blanco” de Machen, ya que no es lógico que Helen sea una víctima de la estatua reducida a polvo blanco (morfina del “sábath” como la de la novela Méphistophela de Mendès) después de que Helen misma ha criticado al “humo negro” (opio) contando la historia de la joven raptada por el hombre negro. El humo es metáfora del nepente dado a Elena de Troya por el rey etíope Memnón. La historia de Elena de Troya es una variación de la leyenda de Perséfona.

Cuando prefiere colores en vez de flores, Pater deforma el fragmento de Tieck sobre la música.

Esa deformación del fragmento estético de Tieck implica por otro lado una deformación de la música romántica: la deformación realizada por Wagner. En la actualidad la música de Wagner es más testimonio psicológico que placer artístico, y es tomada en cuenta como la escritura de Lautréamont es tomada en cuenta. Wagner todo lo subordina a la música, debido a la República de Platón, de 370 a.C., en que la música era el mejor arte al no contener palabras poéticas que el gobierno espartano no toleraba. En la música de Wagner, las palabras son un mero pretexto para cantar, y se acercan más a la retórica que a la poética. En la estética de Pater, todas las artes aspiran a la condición de la música (pura forma) y Pater se basa en Wagner y en la República. Pater afirma el bien de la pintura y de la música, artes que no necesitan palabras, ni de ninguna aprobación ética. Yo diría que necesitan una aprobación estética, y es que las palabras no están fuera de lugar en el mundo musical ni en el pictórico, para defenderlos o atacarlos.

Kandinsky al unir artes sin palabras –pintura y música– que son sólo imágenes, notas y ritmos, parte de Pater y llega a su propia pintura abstracta, pero necesita una estética para explicarla, como demuestra en su libro De lo espiritual en el arte (1911). El mismo Pater necesita una estética para explicar la música y su relación con otras artes.

Poe no se basa en la República sino en el ritmo universal, pitagórico, para destacar el elemento musical de la poesía. Y al referirse a la música en “El coloquio de Monos y Una” dice que estudiar música es para los antiguos griegos cultivar el gusto y captar la belleza. Saca el elogio de la música de la República y lo mete en su cuento de horror, en la poesía en prosa del romanticismo decadente. La aristocracia política se vuelve aristocracia espiritual, mental, irreal.

La actitud de Pater es parodiada en el libro de W. H. Mallock, La Nueva República (1877), en que Mr. Rose –caricatura de Pater– dice que:

“la finalidad de la cultura… es hacer del alma un instrumento musical, que puede dar música para sí o para otros, al recibir impulso de afuera; y mientras más elaborada es la cultura del hombre, más rica y compuesta puede ser esta música. Las mentes de algunos hombres son como una simple flauta pastoril. Sólo individuales melodías, no acompañadas, pueden ser tocadas en ellas –alegres o tristes; mientras que las mentes de otros, que ven las cosas desde innumerables puntos de vista, reconocen su naturaleza compuesta– sus mentes se vuelven una gran orquesta, como la mente de Shakespeare. O a veces”, dijo Mr. Rose en un ensueño, como si su charla caducara hasta el soliloquio, “cuando es un mero observador pasivo de las cosas, dejando a las impresiones de afuera moverlo como quieran, yo compararía al hombre culto con una harpa eólica a través de la cual juegan los vientos a voluntad… un bello rostro, un arco iris, un templo en ruinas, una cama de agonizante o una línea de poesía, vagabundeando como un soplo de aire entre las cuerdas de su alma, tocando nota tras nota en música suave, y por fin muriendo hasta volverse silencio”.

Esta charla, que va haciéndose cada vez más silenciosa, aparece también en “Enoch Soames” de Beerbohm: “En la vida tenemos la ilusión del bien y el mal. Pero –su voz se apagó hasta convertirse en un murmullo donde las palabras vieux jeux y rococó se oían apenas.”

Cuando Mallock se refiere a las individuales melodías –no acompañadas– que pueden ser tocadas en las mentes de algunos hombres, parodia el fragmento de Marmontelle citado por Poe, en que la música es el único arte que no necesita testigos para existir.

Dorian Gray tiene algo de Quijote al deformar Al revés de Huysmans y ver los rasgos neuróticos de De Esseintes como excentricidades inofensivas. Los pasatiempos, un tanto ociosos, con instrumentos aztecas, se vuelven después en la novela La cámara oscura de Cline, experimentos, un tanto tortuosos, con música folklórica y jazz, en una anticipación del “Viaje a la semilla” de Carpentier, autor interesado en involución y música, igual que Cline. Este último autor, en La cámara oscura, muestra la deformación del fragmento de Tieck sobre semillas, música, flores y colores, ya que la infancia y el pasado lejano –la prehistoria– surgen para dominar al personaje central debido al exceso de drogas, algunas de ellas peligrosas.

Pride, cazador e investigador, es un moderno Acteón que pretende a Diana y es destrozado por su perro. La esposa de Pride, encarnación de Diana, lo traiciona con su mayordomo, alejándose del amor libre y acercándose al adulterio. El autor imaginario es un puritano y el personaje Pride un libertino, aunque cree ser sólo artista científico.

La novela inspira a Belknap Long el cuento “Los perros de Tíndalos”, en que el ocultista Chalmers, después de usar la droga Liao (especie de opio que según él permite ver el cosmos) es atacado por ciertos perros siniestros, del mundo mental, que pueden incidir en el mundo físico. Los libros leídos por Chalmers son místicos y científicos, como los libros leídos por Tullia Fabriana de Isis de Villiers.

Debido a la doble personalidad de Ruskin (celebrador del pre-rafaelismo abstracto de Turner) Jackson Pollock supone que Poe y Hawthorne (autores admirados por él) son puritanos, confundiendo a los autores de la época puritana con los puritanos mismos. Esta confusión puede ser peligrosa y llevar a los lectores a suponer que la transformación de irracionalismo en romanticismo es sólo una celebración del irracionalismo.

La idea de relacionar a la música con la pintura le viene a Kandinsky de Pater, pero también de Poe, que en “La isla del hada” compara el placer de la música en soledad con el placer del paisaje natural en soledad. El sonido lleva a Poe a la imagen, y por ende al color.

Péladan observa que “la música, actuando eléctricamente sobre la periferia nerviosa del auditor, se colora según la personalidad del ejecutante y se dispone según su sexualidad: aún invisible, una mujer influirá más sobre los hombres, un hombre sobre las mujeres”.

Péladan al referirse a las propiedades eléctricas de la música acústica, se ve afirmado en el siglo XX, en que surge la música eléctrica propiamente dicha.

La soledad voluntaria a la que se refiere Poe en “La isla del hada”, soledad en que no hay otra voz que la del silencio, la soledad lejana de las voluntades en conflicto, es parecida a la que Schopenhauer pide para captar la belleza. Pero aún en ese apartamiento, que pudiera ser solipsista, Poe desea a la mujer, ya que el espíritu del lugar es femenino. La presencia animal, no sólo la humana, es una mancha en el paisaje, y está en contra del espíritu del lugar, meramente vegetal. Este fragmento de Poe es deformado por Nietzsche cuando dice que las voces en la música de Wagner son demasiado humanas, impidiendo el vuelo hacia lo sobrehumano. La transformación que hace Poe del material de La república de Platón es ignorada: Poe transforma el ataque de Platón a los poetas en un ataque al elemento humano en el mundo vegetal. Nietzsche, en cambio, se ve invitado a lo sobrehumano.

En “La isla del hada”, la mitad de la isla está en luz y la otra mitad en tinieblas. En la parte iluminada está la vida del hada (pues según Aristóteles el hada es la vida de la planta) y en la parte oscura está la muerte del hada. Las luces y las sombras de la Poética de Aristóteles destacan en el cuento de Poe. Así como el árbol consumido es absorbido por el agua oscura, el hada es tragada por la muerte.

“La isla del hada” le inspira a Huysmans “La bièvre”, sobre una ninfa que es envenenada por los desechos de la sociedad industrial.

Este cuento ecológico influye sobre Rachilde, que escribe la novela Lo de abajo (1904), titulada La ciénaga florida en la vieja traducción al español.

En “La isla del hada” hay un recuerdo del soneto “A la ciencia”, del mismo Poe, en que la hamadríada ha abandonado el bosque para irse a vivir a una estrella (como una híada transformada en sol), expulsada por la fría ciencia, que es parecida a un buitre.

Machen, en su cuento “Los niños del estanque”, cita al psicólogo Koffka, que en su libro sobre Psicología de la forma dice que “la tristeza que atribuímos a un paisaje concreto está realmente en el paisaje y no en nosotros mismos, y en consecuencia, que el paisaje puede afectarnos y actuar sobre nosotros, exactamente igual que las drogas, la comida y la bebida.” La sensación de la ausencia de vida constituye un fantasma que no es una alucinación.

El héroe de “Páginas olvidadas”, poema en prosa de Mallarmé, es parecido a Des Esseintes, pues su alma pide una literatura triste y voluptuosa, la poesía agonizante de los últimos momentos de Roma, y confiesa que desde que María lo dejó para irse a otra estrella (tal vez Orión, Altair o la verde Venus) siempre ha amado la soledad y ha pasado largos días solo, con su gato, compañero místico, espíritu del lugar.

Continuará…

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Emiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).